Javier Risco.
No imagino
cómo INVESTIGAN el asesinato de una persona común y corriente, en una noche
cualquiera, en un municipio lejano. ¿A dónde irá esa carpeta que reporta un
hecho aislado, en el que un asaltante despiadado por un billete de 500 y un
celular decidió dispararle a la víctima en la cabeza? Imagino la llegada de los
primeros policías al lugar de los hechos, alertados por una llamada de un
vecino que escuchó el disparo en la puerta de su casa y que decidió ni siquiera
salir, las primeras conversaciones de los policías diciendo “mejor ni lo
toques”, “hay que avisar”, la llegada de más policías viendo el cuerpo tirado
de un hombre que tuvo el peor día de lo que fue su vida, anotando datos
inconexos y empezando una “averiguación” que, ellos mismos saben, no llegará a
ninguna parte. Es sólo un hombre sin suerte, asaltado y ya, otro más. Los
familiares se enterarán a las pocas horas, irán al Ministerio Público, lo velarán
y al cementerio y ya. Es un caso perdido, en este país no hay justicia y menos
en un caso tan menor, una vida cualquiera, en un municipio lejano.
Describo
esta desesperanza por lo ocurrido la noche del martes en Coatzacoalcos,
Veracruz, 28 personas muertas en un bar de la ciudad después de que un comando
armado incendiara el lugar, encerrándolos a todos. La desesperanza no sólo es
por el acto terrorista (¿no creen que es tiempo de que lo empecemos a nombrar
así? La tragedia de El Paso, Texas, dejó 22 muertos, entiendo que son
circunstancias distintas, pero son igual de trágicos), sino por la reacción de
las autoridades ante uno de los hechos más terribles de la última década, los
responsables de la seguridad responden echándose la culpa. El gobernador de
Veracruz, Cuitláhuac García, publicó un tuit que después dejaría en ridículo al
propio presidente Andrés Manuel López Obrador, al repetir información falsa
durante su conferencia matutina en Palacio Nacional; el tuit dice lo siguiente:
“Los indicios sobre el deplorable crimen en el bar de Coatzacoalcos señalan que
uno de los autores materiales es Ricardo “N” alias “La loca”, a quien las
fuerzas coordinadas de Veracruz detuvieron en julio de este año y fue liberado
en menos de 48 horas por la Fiscalía General del Estado”. Sin embargo, horas
después se informó a través de un documento publicado que a Ricardo Romero lo
detuvieron el 18 de julio en Coatzacoalcos, le fueron aseguradas dosis de
piedra y fue puesto a disposición de la Fiscalía General de la República, horas
después quedó libre.
Cada palabra
del mensaje del gobernador es un terrible error, ni una atención a las
víctimas, ni un carácter aceptando la responsabilidad de los hechos, señalando
por medio de grillas políticas, a la primera oportunidad, que el error lo había
cometido el fiscal estatal, Jorge Winckler, con quien tiene una rivalidad desde
hace varios años.
No sólo eso,
las palabras del Presidente confirmando que lo había dejado libre la Fiscalía
Estatal habla de la poca capacidad de la gente que rodea al Ejecutivo, del poco
control de los datos y los hechos, de cómo ser la persona más informada del
país no significa que está bien informada.
Por eso
empecé este texto con esa historia violenta “cualquiera”, porque si así tratan
la tragedia de casi 30 personas quemadas en un bar, no imagino el desprecio a
“cualquier” asesinado. La impunidad se construye desde el lenguaje, echar un
tuit sin rigor es también faltarles el respeto a las víctimas; aunque
pensándolo bien, el gobernador no tuvo en ningún momento la intención de pensar
en ellas.
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