Raymundo
Riva Palacio.
Cuitláhuac
García, el gobernador de Veracruz, no es más torpe porque el día no tiene más
horas, ni luce más ignorante porque prefiere guardar silencio. Su desgracia es
que encabeza el estado más violento del país, y la desgracia es que es
protegido del presidente Andrés Manuel López Obrador, que pagó la confianza y
el respaldo que le ha dado con el escarnio masivo de las redes sociales. El
gobernador le dijo al Presidente una mentira sobre la masacre del martes en
Coatzacoalcos, y el Presidente la repitió al país desde Palacio Nacional. Algo
tiene que hacerse con el gobernador, por su incapacidad de mando, falta de
liderazgo, incompetencia como político y lastre para López Obrador. Pensar en un
proceso de destitución en el Congreso debe ser una opción.
Veracruz
necesita de un gobernador que gobierne. Requiere de un líder que tenga a su
equipo cohesionado, y no como sucede ahora, en pugna permanente con el fiscal
Jorge Winckler, que se ha trasladado a la falta de colaboración entre él y el
secretario de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez Maldonado, a quien ha sostenido
el gobernador, respaldado por el Presidente, pese a haber sido destituido en
2016 en la Procuraduría de Nuevo León por presunta extorsión. El dislocamiento
del gobierno tiene a la violencia como su principal externalidad.
Es insólito
que un estado donde la seguridad es la prioridad máxima, el gabinete de
seguridad esté peleado entre sí, al grado de no hablarse entre ellos. Veracruz
arrastra la violencia desde los gobiernos de Javier Duarte y Miguel Ángel
Yunes, pero se volvió campo de batalla entre el Cártel Jalisco Nueva Generación
y Los Zetas desde diciembre pasado, coincidiendo con la llegada de García al
poder.
Regresaron
las matanzas, primero en Minatitlán, donde 14 personas –incluido un bebé–
fueron asesinadas en abril, y el martes en Coatzacoalcos, en el que hasta hoy
suman 28 víctimas en un atentado a un table dance, donde un grupo armado
presuntamente vinculado al CJNG tiró granadas, incendió la puerta y bloqueó las
salidas de emergencia. En delitos de alto impacto, como secuestro y robo con
violencia, Veracruz está en los peores lugares del país.
Según la
consultora GLAC, en el primer semestre de este año Veracruz estaba en el primer
lugar de secuestros; hasta abril, la tasa por 100 mil habitantes era de 1.87
secuestros, contra la media nacional, de 0.45. La incidencia delictiva se
incrementó este año en 122 por ciento, y la gestión de García ha sido tan
ineficiente que la Cámara Nacional de Comercio y el Consejo Coordinador
Empresarial locales propusieron un juicio político contra él y el alcalde de
Coatzacoalcos, Víctor Carranza, impuesto por la secretaria de Energía, Rocío
Nahle, que presume tener el control de ese municipio.
El
descontrol que tiene el gobernador en el estado no puede ser escondido por los
esfuerzos presidenciales en la comunicación política. Ni siquiera en ese campo
pudo ser capaz García, y proporcionarle información fidedigna a López Obrador
sobre lo que sucedió en Coatzacoalcos la víspera. En su conferencia de prensa,
el Presidente aseguró que el presunto autor material de la masacre había sido
puesto en libertad por la Fiscalía de Winckler. Documentos que se hicieron
públicos casi inmediatamente después de la afirmación del Presidente, revelaron
que fue la Fiscalía General la que puso en libertad al presunto asesino porque
los delitos por los que lo habían detenido no eran graves, sin verificar sus
antecedentes.
Esa falla en
el área de inteligencia y la ausencia de una verificación en las bases de datos
policiales, devolvió a la calle a quien presuntamente provocó la muerte de
decenas de personas, como aparente represalia porque en ese bar de mala muerte
en Coatzacoalcos, Caballo Blanco, no vendían productos con el sello del CJNG.
Cuatro días antes, el 24, de acuerdo con el portal e-veracruz.mx, el mismo
grupo privó de su libertad y asesinó a Agustín Javier Ronson, junto con otra
persona, por esa razón. Un dramático video sobre su asesinato, por ahorcamiento,
comenzó a circular desde este miércoles en las redes sociales.
Tras el
secuestro del dueño del Caballo Blanco, la Marina detuvo en Coatzacoalcos a uno
de los líderes del CJNG. Cualquiera con un mínimo de conocimiento de los grupos
criminales podría haber visto que la suma de los dos eventos anticipaba que
habría una reacción criminal. Eso fue lo que sucedió el martes. El CJNG volvió
a dar una muestra de fuerza y poder frente al Estado y el estado. Fue en
Coatzacoalcos, donde el deterioro ha sido continuo desde diciembre y que junto
al cercano Minatitlán, la zona petrolera, se ha vuelto en campo de batalla de
los cárteles de la droga.
El estado es
ingobernable. Los empresarios han emprendido el éxodo, los robos a la industria
se multiplican. Sólo en Coatzacoalcos, de acuerdo con la ONG Ciudadanos Unidos,
hasta junio había desaparecido entre el 30 y 40 por ciento del sector
productivo, ante la exigencia del 'derecho de piso'. García no ha hecho nada
para frenar el éxodo empresarial. Tampoco los cuerpos de seguridad vislumbraron
el riesgo de lo que se venía acumulando.
La violencia
se ha extendido y la procuración de justicia es inexistente. El gobernador,
protegido por el Presidente. García se ha convertido en un lastre para López
Obrador y lo está arrastrando políticamente. Tiene que sacudírselo. Ese pie con
gangrena le va a subir por el cuerpo a menos que se lo corte. Tener un pelele
en un estado problemático no le funcionó, pero es mejor pagar el costo que el
Congreso, dominado por Morena, lo lleve a juicio político y lo destituya, a que
siga contaminando la cruzada de López Obrador.
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