Alejandro Páez Varela.
Todos hemos
pasado por distintas etapas con respecto a Hugo López-Gatell. Me
refiero a la gente de buena voluntad y no a los que tienen un juicio
condenatorio a priori, que decidieron que todo lo que haga este
Gobierno está podrido de origen. De mis primeros juicios sobre él al frente de
la estrategia federal contra la COVID conservo intacto uno: es
bueno para comunicar. También conservo intacto otro criterio –que se vincula
directamente al anterior–: no debo comprarme al cien por ciento todo lo que
comunica.
Cualquiera
que me atendiera en los primeros meses de la pandemia sabe que desde entonces
dejé de citar, como fuente para comparar a México con respecto al mundo, las
cifras consolidadas en el mapa de la Universidad Johns Hopkins. Nuestro país
decidió no hacer pruebas masivas y seguir con el Modelo Centinela, una especie
de “encuesta”, según el doctor López-Gatell. Dejé de comparar los datos
mexicanos con los demás porque simplemente no eran equiparables. Lamento decir
que soy de los que piensan que las muertes y los contagios son más altos a los
reportados (y aquí, INEGI me daría la razón después). Veremos en el futuro si
mi criterio fue certero o no. Pero yo no soy ni fui ni seré funcionario ni
estoy en contra de la 4T solo porque es una moda entre algunos comunicadores;
entonces lo que yo piense, por fortuna, no tendrá efecto alguno. Las cifras
hablarán. Y listo.
Me pareció
irresponsable que el Subsecretario saliera a la calle sin cubrebocas cuando
seguía dando positivo, y lo dije. También su negación a usarlo en público y su
pérdida de tiempo para justificarlo. Y lo dije. Por fortuna no es la única
fuente que sigo y no me provoca odio ni rencor ni estoy obsesionado con
desmentirlo; abro otros datos, veo otras cifras y ya. Listo. No es personal. Él
que se siga como quiera, y que responda por su futuro y ya.
Cito esto
porque ahora hay una crítica centrada en la vacunación. Claro, dicen, y el
retraso es culpa de López-Gatell. Ayer la Johns Hopkins decía que llevamos un
7.16 por ciento de la población vacunada. ¿Y eso es mucho o es poco? Bueno, si
consideramos que Brasil se toma como país acelerado en el proceso y lleva 9.65
por ciento, no vamos tan mal; si revisamos que India tiene la mayor fábrica de
vacunas del planeta y tiene 6.44 por ciento de su gente inmunizada y que Rusia,
que inventa y produce vacunas, va en un 5.88 por ciento, pues no estamos en la
lona, como se grita.
¿Sirve
compararse con Europa? Bueno, pues tiene fábricas y desarrollos propios y todo
el dinero del mundo, y lleva apenas 14 por ciento de la población vacunada.
Claro que siempre podremos compararnos con Estados Unidos (35 por ciento),
Israel (61 por ciento) y Chile (38 por ciento), que son las estrellas globales.
¿Y por qué no con Japón, que lleva 0? 91 por ciento vacunado, o con Australia,
con un 0.62 por ciento? ¿Sirve compararnos con Asia? Bueno, fue epicentro de la
actual pandemia y lleva 2.97 por ciento de vacunados. ¿Con quién carajo nos
comparamos, entonces? Quizás lo más honesto sea compararnos con nosotros
mismos. Analizarnos a nosotros mismos. Y para eso debemos buscar fuentes que no
comprometan el análisis. Y para eso se necesita, sobre todo, algo de
honestidad.
La
mayoría de las críticas al proceso de vacunación viene de exfuncionarios de los
gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, caterva de
irresponsables que dejaron al país con un sistema de salud hecho trizas. La
mayoría de los críticos tuvieron la oportunidad de convertirnos en una potencia
en vacunas –con Calderón fuimos epicentro de una pandemia– y no lo hicieron. La
mayor parte de las críticas viene de los que deberían estar en el foco de la
prensa (como se tiene a López-Gatell) por irresponsables. Pero en vez de eso,
ellos son la principal fuente de una gran parte de los medios cuando se trata
de criticar al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Se les cita como si no
hubiera pasado o no existiera la memoria. Se les cita como si moralmente
estuvieran a salvo. Y no lo están.
México
llegó a la segunda pandemia del nuevo siglo con hospitales cascarón; y a pesar
de eso se logró una reconversión histórica (fuente: Organización Panamericana
de la Salud) de instalaciones generales a instalaciones COVID. México llegó a
la segunda pandemia sin médicos y enfermeras porque simplemente se puso la
salud a disposición de la voracidad de los privados y aquí no me caben las
fuentes citables. México quedó atrapado entre el egoísmo de Occidente y su
propia incapacidad para generar de cero las propias porque así dejaron el país
los gobiernos pasados, sobre todo el de Calderón y Peña, que venían –y lo
subrayo– de ser epicentro de una pandemia.
Y no me
extiendo más en el punto. ¿Me gustaría que fuera más rápido la vacunación? Sí. Sobre
todo yo, que tengo 53 años y soy de los que siguen y me atrapa la ansiedad.
Pero también creo que hay varios miles más de vacunados que no se han
contabilizado: los que, en su derecho, están acudiendo a Estados Unidos, como
los fronterizos o los trabajadores transfronterizos o los que toman un avión
para aprovechar que los viajeros ahora reciben dosis legales allá. ¿Vamos
lentos en la vacunación? Sí, si estás en la cola y esperaste cinco horas; sí,
si estás en grupos vulnerables. Sí, si te comparas con Estados Unidos y con
Israel. Pero hasta en eso influye la percepción personal. Palestina lleva más
vacunados que Sudáfrica y menos que Perú. ¿Y eso qué?
Todos hemos
pasado por distintas etapas con respecto a López-Gatell. Yo lo he criticado
cada vez que me viene en gana porque mi oficio así lo demanda. Me hubiera
gustado que impulsara más las pruebas, el uso de mascarillas; me hubieran
gustado que entendiera que él era el ejemplo. Me hubieran gustado muchas cosas.
Pero no pongo en ese hombre la responsabilidad de lo que somos; desde el
hecho de que atascamos las escuelas de donas Bimbo hasta la propia geografía de
un país que no está totalmente comunicado por carreteras porque, pues sí, el
dinero se lo dimos a los ladrones como OHL, Grupo Higa y otros favoritos del
pasado.
Nos encantan
los juicios lapidarios y contundentes cuando no se trata de nosotros mismos.
Pero cuando caemos en cuenta que fuimos los arquitectos de nuestro presente,
entonces vemos las cosas con más calma. Como el ceramista, que no destruye el
jarrón que hizo con sus manos sólo porque tiene un rayón; o el carpintero, que
prefiere tallar otra vez una superficie antes de sacar el marro y destruir el
mueble completo. Este presente tuvo pasado.
Lo que
más contamina el análisis es el interés personal. Salomón Chertorivski y otros
exsecretarios de Salud vieron una oportunidad en la pandemia y prometieron que
en 8 semanas acababan con ella. Claro que los inspiraba el interés. Ahora
Chertorivski es candidato de Movimiento Ciudadano y ni el Gobierno de Jalisco,
también de Movimiento Ciudadano, aplicó su plan de 8 semanas. Es que no son
enchiladas. Si fueran enchiladas, ya tendríamos el plato colmado. Vamos donde
vamos en la vacunación porque eso es lo humanamente posible, dada la cantidad
de intereses que se están sorteando. Estamos en elecciones y todos dirán que lo
pudieron hacer mejor, pero nunca se exhibirán a sí mismos, su propia
incompetencia, su propia culpa.
Sí, debemos
reclamar lo que se pudo y se puede hacer bien, sobre todo porque otras pandemias
vendrán. Nomás faltaba que no pudiéramos hacerlo. Pero está bien que cada
quién cargue con lo suyo: que Vicente Fox se eche al lomo sus toallas de miles
de pesos o la descarada señora Gordillo su maleta de Chanel, Prada, Escada,
Louis Vuitton y Hermés. Que cada quien cargue con lo que le corresponde. Ultimadamente –diría
el clásico–: cada quien.
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