Enrique
Galván Ochoa.
Dos
realidades chocan cuando la actividad económica recomienza en Estados Unidos:
por un lado, la salud: hay 103 mil muertos y un millón 75 mil contagios, con lo
que ocupa el primer lugar mundial. En el lado opuesto están las cifras de
empleo: 40.8 millones han quedado sin trabajo y en necesidad de solicitar el
seguro de desempleo, o ya lo solicitaron. De acuerdo con Reuters, los recientes
despidos corresponden a oficinas de gobiernos estatales y locales, y a una
segunda ola de cierres en el sector privado. El PIB se contrajo 5 por ciento en
el primer trimestre y se anticipa que en el segundo la caída será de 30.3. La
lógica dice que si mientras duró el confinamiento se registró la espeluznante
cifra de más de 100 mil muertos, irá en aumento ahora que está terminando
gradualmente. No hay vacuna ni tratamiento. La frontera con México permanece
cerrada desde hace más de un mes al tránsito de personas que no tienen papeles
de ciudadanía de Estados Unidos o mexicanos sin green cards.
La Sana
Distancia.
El
gobierno mexicano enfrenta un desafío semejante al de Estados Unidos. Al
comenzar la campaña de Sana Distancia, el 23 de marzo, el número de contagios
era de 367 y cuatro fallecimientos. A dos días de su terminación, los
infectados suman 81,400 y las muertes 9,044. En el plano económico, el Banco de
México presentó tres escenarios probables: el gris, el oscuro y el negro.
Ninguno
es bueno, describe caídas estrepitosas de la producción. Y en el plano del
empleo, anticipa que un millón 400 mil personas se quedarán sin trabajo en la
economía formal. Ya quedó desempleado en este momento un millón. ¿Pudieran ser
mejores los registros? Probablemente sí, pero han fallado dos factores: los
recursos de la Secretaría de Salud y la participación de los ciudadanos. Siguen
viéndose sin cubrebocas en las calles de la República a millares de personas,
familias completas, que deberían estar en casa y sólo salir por alguna razón de
fuerza mayor. El sentido común nos dice que deberíamos dar un voto de confianza
a Hugo López-Gatell, extender la cuarentena y seguir trayendo equipo médico y
medicinas del extranjero. Sin embargo, la presión económica es mucha.
Los
extraditables.
Tanto
Emilio Lozoya como Alonso Ancira han venido impugnando en tribunales españoles
la petición del gobierno mexicano para que sean extraditados a México. Aquí
delinquieron, aquí deben ser juzgados. Se reporta que el empresario, ex
presidente de Altos Hornos de México, perdió la apelación y en fecha próxima
será trasladado a nuestro país. Goza de libertad bajo fianza mediante el
depósito de un millón de euros. El expediente del ex director general de Pemex
no ha sido resuelto. Para Lozoya, la experiencia de la prisión ha sido muy
terrible, ya que ha vivido tras las rejas la pandemia que ha sido
particularmente dura en España. ¿Habrá aprendido la clase política en cabeza
ajena? Lo más probable es que no. Lo que ha aprendido es a no dejar que llegue
otro López Obrador al gobierno.
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