Dolia
Estévez.
Acusado de
recibir sobornos millonarios del Cártel de Sinaloa a cambio de protección
cuando fue Secretario de Seguridad Pública de Felipe Calderón y de mentir a las
autoridades, Genaro García Luna no quiere cooperar con los fiscales. Entre
hoy y el 4 de junio, fecha de la próxima teleaudiencia en la corte de Brooklyn,
me dicen, puede cambiar de opinión y aceptar el pacto que le ofrecen para que
se declare culpable y colabore con los fiscales a cambio de que le quiten
cargos y/o recomienden al juez una reducción de pena.
Si García
Luna mantiene su negativa, habrá juicio, aunque no pronto. Dado el trastorno en
los horarios de los tribunales por la crisis de salud, pasará tiempo antes de
poder realizarse. De ser hallado culpable de los cuatro cargos que se le
imputan, puede ser sentenciado a 10 años o cadena perpetua. En contrapartida,
si coopera, tiene la posibilidad de salir después de cumplir dos tercios de la
pena. Contaría retroactivamente el tiempo que hubiera acumulado.
Pactar es
lo que más conviene al hombre fuerte del calderonismo. Cuestión de ver cómo le
fue a El Chapo por no aceptar el arreglo de culpabilidad conocido como “plea
bargain”. Al cabo de 11 semanas y 56 comparecientes (14 “testigos
cooperantes”), fue condenado a cadena perpetua y 30 años por el magistrado
Brian Cogan, el mismo a cargo de García Luna. Terminará sus días en una celda
de máxima seguridad en Colorado, sin volver a ver los amaneceres de su natal
Sinaloa.
En México
no existe la figura legal de “plea bargain” per se. Lo más remotamente parecido
es el “criterio de oportunidad” en la fracción V del artículo 256 del Código
Nacional de Procedimientos Penales. Permite que se suspenda, y luego extinga,
la acción penal a solicitud del Ministerio Público, “cuando el imputado aporte
información esencial y eficaz para la persecución de un delito más grave del
que se le imputa, y se comprometa a comparecer en juicio”. En Estados Unidos es
mucho más flexible la figura, explica un abogado consultado, pues permite que
fiscalía y defensa planteen al juez un acuerdo de pena(s) y/o medidas que
previamente fueron pactadas a cambio de información.
Quizá las
barreras del idioma y las diferencias en las leyes le impiden entender las
implicaciones de rechazar el “plea bargain”. El sistema judicial que García
Luna conoce es políticamente maleable. Tiende a favorecer a los poderosos. En
Estados Unidos los jueces no suelen ser sobornados ni los juzgados politizados.
Se equivoca si cree que los políticos y espías estadounidenses que lo arroparon
en el sexenio de Calderón pondrán las manos en el fuego por él. En sus
infinitas horas negras de ensordecedor silencio debe maldecir: “Me la deben.
Les di todo…” Menos a El Chapo.
Por
insólita asombra a propios y extraños la actitud de García Luna. Alcanzar
sentencias condenatorias mediante el llamado “plea bargain” es la regla no la
excepción en el sistema penal estadounidense. La opción pragmática de los
fiscales para acelerar procesos, evitar juicios exorbitantemente caros,
tardados y tediosos con jurados obligatorios bajo la Constitución compuestos
por ciudadanos. Cientos de millones de dólares se calcula costó el juicio de El
Chapo. Un millón sólo en sueldos para 10 fiscales.
Un estudio
reciente del Centro de Investigaciones Pew revela que, de las 80 mil
personas acusadas en tribunales federales en 2018, 90 por ciento se declaró
culpable mediante arreglos de “plea bargain” entre fiscales e inculpados. Sólo
2 por ciento se fue a juicio, y menos de uno por ciento de los enjuiciados ganó
(“Only 2% of federal criminal defendants go to trial, and most who do are found
guilty” 11/06/2019). García Luna puede intentar, pero las estadísticas no le
favorecen. La probabilidad de que gane es menor de uno por ciento. Hace tiempo
que el horizonte dejó de sonreírle.
La
admisión de responsabilidad por parte de los imputados seguido se obtiene bajo
tácticas “coercitivas”. En el caso de García Luna, me dicen, los fiscales están
“tratando fuertemente” de convencerlo. Muchos acusados injustamente terminan
pactando para evitar la incertidumbre de los juicios.
Está por
verse si García Luna va a dar su brazo a torcer. No se descarta que su negativa
sea una maniobra dilatoria para tratar de obtener mejores concesiones. O quizá
crea que puede salir victorioso y reivindicado.
Con
excepción de El Chapo y Juan García Abrego, el resto de capos que han sido
extraditados han pactado con sus acusadores: Arellano Félix, Miguel Caro
Quintero, Osiel Cárdenas Guillén, “El Rey” Zambada (acusó a García Luna de
recibir narco sobornados), “La Barbie” Valdez Villareal y “El Vicentillo”
Zambada Niebla, por mencionar a los más famosos. Reducción de sentencias,
programas de testigos protegidos y asilo incluso, son algunos de los beneficios
obtenidos.
El
Vicentillo, quien colaboró con la DEA en México antes de ser extraditado en
2010, fue sentenciado a 15 años de cárcel en mayo de 2019, poco después de
comparecer contra El Chapo. Se cree que fue liberado, pues ya había cumplido
retroactivamente dos tercios de esa pena. Su nombre no aparece en el registro
del Buró Federal de Prisiones.
Para
García Luna la admisión de culpabilidad no sólo es antinatura sino cuestión de
honor. Aceptar delitos que dice no cometió es darle la razón al tribunal de la
opinión pública que hace mucho lo condenó. En su vocabulario no están las
palabras humillación y derrota. Un hombre soberbio que no hace mucho esgrimió
tanto poder que se creyó infalible no se dobla ni doblega. Mejor morir de pie
que vivir de rodillas. La sofisticación no es lo suyo. Tampoco el pragmatismo.
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