lunes, 23 de diciembre de 2019

Estabilidad económica: sello del nuevo gobierno.


Martí Batres.

Acostumbrados a la crisis económica como marca de fin e inicio de sexenio, como maldición de una sui géneris transición entre una administración y otra —aún del mismo partido—, analistas de todos los signos no han podido sino reconocer la curiosa y envidiable estabilidad económica que ha acompañado al nuevo gobierno federal en su primer año de ejercicio.

La singularidad se acentúa por dos razones más. Por un lado, se trata de un gobierno que ha ofrecido, y puesto en práctica, paradigmas económicos distintos, alternativos, a la línea dominante durante más de tres décadas. De ello podrían esperarse, y hasta calcularse, sobresaltos y turbulencias justificables. Y no sucedieron.

Pero por otra parte, las críticas más agudas vertidas desde el bando contrario a la opción triunfadora en 2018, apuntaban a la cuestión económica, particularmente a la dimensión de la macroeconomía y su estabilidad. Se decía desde la campaña del 2006, y otra vez con fuerte virulencia en 2018, que un gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador, atraería la crisis económica. Los capitales se fugarían, se afirmaba, la bolsa de valores se derrumbaría, la inflación se dispararía, la devaluación del peso se profundizaría, las tasas de interés subirían, la gente perdería sus bienes hipotecados. Nada de eso ocurrió.

Un spot que se repitió miles de veces en la televisión y la radio, en la mejor tradición 'goebelsiana' según la cual una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, mostraba un conjunto de ladrillos en los que se dibujaban palabras como “crisis”, “devaluación”, “inflación”, que formando un muro se derrumbaban al tiempo que una voz en off decía: “López Obrador, un peligro para México”.

Nada de eso pasó. El desastre anunciado que llegaría con el arribo del “populista” López Obrador no sucedió.

Aquí también se cayó el discurso calderonista. Ni en la guerra ni en la política tuvo razón Calderón.

José López Portillo empezó su sexenio con la crisis de la devaluación del peso y terminó con la crisis de los saca dólares. Miguel de la Madrid Hurtado inició con la crisis de la banca y continuó con la hiperinflación. Carlos Salinas comenzó con la crisis de la deuda y la inflación. Ernesto Zedillo dio comienzo con el error de diciembre, inflación y crisis hipotecaria. Vicente Fox empezó con recesión. Felipe Calderón llegó con carestía de alimentos, inflación y continuó con el mayor decrecimiento desde la crisis de 1929. Y Enrique Peña Nieto inició con caída de los ingresos y de la producción petrolera.

Andrés Manuel López Obrador ha concluido su primer año con una estabilidad económica que faltó a, por lo menos, los siete sexenios anteriores. Cierto, es el primer año y faltan aún cinco por ejercer y evaluar. Pero es el mejor inicio económico en 50 años.

¿Qué podemos destacar de este interesante inicio?

Para empezar, un peso fuerte (la moneda más fuerte del mundo, la última semana), que no sólo no perdió centavos frente al dólar, sino que ganó.

Una inflación que no sólo no aumentó, sino que se redujo, llegando a 3% en octubre pasado.

Tasas de interés que no sólo no aumentaron, sino que se redujeron en dos ocasiones.

Producción petrolera que no sólo dejó de caer, sino que incluso aumentó ligeramente.

Recaudación que aumentó ligeramente.

Un salario mínimo que tuvo el mayor aumento en 40 años y sin provocar inflación.

Repunte histórico en el índice de confianza del consumidor.

Repunte en las ventas minoristas, o sea, en el consumo en la economía popular.

Repunte en las ganancias de la Bolsa Mexicana de Valores.

Estabilidad fiscal, pues los impuestos no han aumentado en términos reales

Disminución de la deuda pública en términos reales, ya descontando inflación.

Superávit primario, ausencia de déficit. No se ha gastado más de lo que se tiene.

Y aún así, incremento del gasto social.

Estabilidad macroeconómica envidiable, buena base para el crecimiento.

¡Feliz 2020!

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