Ricardo
Ravelo.
Fundada por
Julio Scherer en 1976, el semanario Proceso estrenará director a partir del 1
de febrero del próximo año. Se trata de Jorge Carrasco, un periodista que, con
anticipación, había sido elegido por Scherer como una opción para relevar a
Rafael Rodríguez Castañeda en el timón de la revista y que, hasta ahora, se ve
cristalizado el objetivo.
Tras la
muerte de Julio Scherer y Vicente Leñero, pilares del semanario, una etapa de
malos augurios envolvió a la revista: se desataron confrontaciones internas,
algunos reporteros pidieron el relevo de Rafael Rodríguez –sin éxito –y a estos
choques se sumaron otros problemas no menos serios: la crisis financiera,
agudizada por la falta de publicidad, la derrota legal por una demanda laboral
millonaria, que dejó temblando las arcas de la revista, lo que impactó
seriamente al interior. El director atravesó una etapa de problemas de salud.
No era para menos. La crisis y la incertidumbre se somatizaron.
Después de
varios meses, Rodríguez Castañeda tomó la decisión de jubilarse y cumplió con
la voluntad de Scherer: dejar en su lugar a Jorge Carrasco. La decisión es para
celebrarse por más de una razón: Rodríguez cumplió un ciclo en la revista y lo
tiene muy claro –ya es tiempo de irse –tan claro como cuando asumió la
dirección, en 1999, en medio de una crisis periodística y económica muy graves.
Rodríguez Castañeda
fue muy valiente hace veinte años, cuando tomó la dirección de Proceso.
Recuerdo que en aquel tiempo se decía que las reservas alcanzaban para sostener
a la revista sólo seis meses. Pero salimos delante de aquel momento crítico
porque todos sumamos nuestro esfuerzo para que así ocurriera. Fue una
extraordinaria labor de equipo. El director nunca estuvo solo.
Se debe
reconocer que Rafael Rodríguez sacó adelante a la revista. Algo extraordinario
es que nunca nos dejaron de pagar y siempre cumplió con todas las
responsabilidades en los momentos más críticos. Nunca vi a Rodríguez Castañeda
doblegarse. Sólo él sabía cómo estaban las cosas por dentro, pero siempre nos
dio la confianza para seguir.
Ahora toca
el turno a Jorge Carrasco y no dudo que hará un papel extraordinario. Además de
excelente reportero, Carrasco es un gran ser humano, como pocos: alejado del
protagonismo, sobrio, Carrasco no busca el reflector ni hipoteca su vida al
boato ni a la frivolidad. No lo necesita. Él es eficaz como periodista y eso le
basta. No necesita del aplauso ni del reconocimiento. Está hecho y eso lo hace
muy confiable para dirigir Proceso.
A Jorge
Carrasco lo conocí hace poco más de quince años, entonces era freelancer de la
revista, siempre abordando los temas delicados del crimen y de la milicia. En
2005 fue incorporado al staff como reportero, fuimos compañeros durante algunos
años y a menudo dialogábamos sobre los temas que trabajábamos, sobre todo los
del narcotráfico, las historias de capos, los expedientes judiciales, los
vínculos de políticos con la mafia…
Tiempo
después, comenzó a suplir a Salvador Corro, subdirector de información, cuando
se ausentaba. Siempre tuvo una fluida comunicación con los reporteros, atento,
abierto para escuchar, cualidades más que necesarias para captar las ideas y
enriquecerlas porque Proceso se construye así: con las propuestas de los
reporteros y el apoyo de quienes cuentan con mayor experiencia para elegir el
ángulo informativo novedoso, el dato que falta, la historia punzante, la fuente
que revelará algo desconocido. Proceso tiene una filosofía periodística muy
práctica: sólo hay que reportear, reportear y reportear. Nada más, pero nada
menos.
Carrasco
enfrentará serios retos: le tocará cristalizar la transición definitiva de la
revista al mundo digital, sobre todo ahora que el periodismo impreso va
muriendo y Proceso –al igual que otros medios –es un ejemplo de ello: ha bajado
su tiraje y por ende su circulación, lejos los tiempos de aquellas tiradas de
más de cien mil ejemplares que incendiaban el país con una portada explosiva.
Ahora su página de Internet es más poderosa que la revista impresa, algo,
quizá, poco valorado internamente.
Tendrá que
rodearse de un equipo sólido y al parecer resulta más que urgente una sacudida
interna: hay reporteros que ya no publican cada semana, como si la pasión
periodística estuviera adormecida. Esos no se necesitan. El reto implica hacer
un esfuerzo por encima de lo que es posible y para ello se requiere de una
inyección de pasión periodística que en parte dependerá de la nueva política
del director, pero en gran medida de las ambiciones profesionales de cada uno
de los reporteros. El crecimiento es una apuesta estrictamente personal y en
esta tarea no hay competencia con nadie externamente. Sólo con uno mismo todos
los días. Esto lo sabe muy bien el nuevo director de Proceso.
Carrasco no
cambiará la línea editorial, ésta se mantendrá, según ha dicho, intacta y
basada en los principios establecidos por los fundadores, basada en los hechos,
la verdad inobjetable. “Nada supera al dato estricto”, decía Scherer. Se trata
de hacer un periodismo crítico frente al poder político, como siempre se ha
hecho, pero a la altura del siglo XXl. Es tiempo de cambios, de muchos cambios
quizá en el diseño de Proceso, que es obsoleto, alejado de lo que otras
publicaciones ofrecen, como Esquire, entre otras, que han conquistado públicos
nuevos por su atrevido diseño y rigurosa información. Es posible que la edición
impresa tenga sus días contados, pues el mundo digital se ha impuesto como
realidad insoslayable. Proceso también debe emprender la conquista de nuevos
lectores, pero éstos no se conectan con un diseño pasado de moda. El mundo ya
cambió hace décadas.
Digital o
impreso, como sea, Proceso sí debe construir sus nuevos tiempos de gloria –lo
que pasó ya fue — y Carrasco conoce bien el camino: es urgente que retomen los
grandes asuntos, contar las historias relevantes, hurgar en los expedientes
judiciales, publicar los pedazos de realidad desconocidos. Ese era el Proceso
Julio Scherer, de Rodríguez Castañeda en sus inicios en la dirección, punzante,
exigente, indoblegable su voluntad, riguroso hasta el extremo, implacable como
pocos.
Es verdad
que actualmente hay mucha competencia, sobre todo por la proliferación de los
medios digitales, pero un periodismo de investigación bien dirigido siempre
arroja buenos resultados, exclusivas trascendentes. Todo esfuerzo genera
frutos. La nueva etapa de Proceso debe construirse ahora para no vivir de
glorias pasadas sino de las propias. Es más saludable en más de un sentido.
En una
ocasión, copa de whisky en mano, le escuché decir a Scherer cómo veía a Proceso
y el impacto que tenía en la clase política cada semana: “Proceso es una aguda
punta que traspasa el músculo, duele mucho porque llega hasta el hueso”.
Esta es la
revista que necesita México.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.