Por José Gil
Olmos.
El 20 de
enero de 2016 Sergio Aguayo publicó un artículo en el diario Reforma en el que
señaló presuntos actos de corrupción de Humberto Moreira, exgobernador de
Coahuila, y dijo que ese personaje despide un “hedor corrupto”. Medio año más
tarde, el también exdirigente nacional del PRI demandó al investigador por daño
a su imagen pública.
Tras cuatro
años de juicio, el magistrado de la Sexta Sala Civil del Tribunal
Superior de Justicia de la Ciudad de México, Francisco José Huber Olea Contró,
encontró culpable a Aguayo y autorizó el embargo de sus propiedades si el
articulista no le paga a Moreira 10 millones de pesos, por causarle “daño
moral”.
“Se trata
de criminalizar la libertad de expresión”, asegura Aguayo en entrevista y señala
que las repercusiones de la sentencia del juez representan un acoso judicial y
la posibilidad de meter a la cárcel a más periodistas por ejercer el derecho a
la libre expresión.
Lo más
grave, insiste el
investigador, es que en medio de los ataques al periodismo independiente, de
los asesinatos e intimidaciones, estas acusaciones sean parte de una corriente
de demandas judiciales que han proliferado en todo el país.
“El
gremio periodístico está justificadamente preocupado por la posibilidad de que
interpongan demandas como la mía”, sostiene, inquieto, el articulista y académico que ha tenido
el apoyo de más de 2 mil personas en una carta de denuncia que circuló casi
inmediatamente después de que el juez emitiera la sentencia.
Sergio
Aguayo es investigador del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de
México desde hace 43 años, profesor invitado en la Universidad de Harvard desde
2015 y miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México desde 1984. Ha
publicado más de 25 libros y ofrece seminarios y conferencias –a nivel
internacional– sobre temas políticos, electorales, de derechos humanos,
seguridad nacional y de la relación México-Estados Unidos.
Es uno de
los principales defensores de los derechos políticos, electorales y humanos.
Entre 1990 y 1996 fue presidente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos, y
de 1994 a 1999, integrante de la Coordinación Nacional de Alianza Cívica. Hasta
2008 fue presidente del Consejo Directivo del centro de análisis e
investigación Fundar.
Fundador del
diario La Jornada y de la revista Este País, desde 2001 participa como
panelista en el programa “Primer Plano”, del Canal Once, y colabora en el
diario español El País y en el think tank británico Open Democracy.
Es
articulista del diario Reforma, donde publicó precisamente el texto por el que
fue demandado por Humberto Moreira, cuando éste fue detenido –a petición de
Estados Unidos– en España, acusado de presuntos delitos de organización
criminal, lavado de dinero, cohecho y malversación de recursos públicos.
Aguayo,
en entrevista telefónica desde España, enumera una serie de riesgos para el
periodismo mexicano, con la sentencia que recibió.
“Primero
la filtración de ese documento, en el cual se amenaza con criminalizar y mandar
a la cárcel a periodistas; segundo, los ataques al periodismo independiente;
tercero, lo que se expresó en la Caminata por la Paz, que volvió a traer el
tema de la justicia para los familiares de las víctimas de la violencia; y
finalmente la decisión del juez de que se embargaran mis bienes de una manera
sorpresiva.”
También advierte
que su caso evidencia el riesgo para los periodistas de enfrentar redes de
corrupción y de complicidad dentro del Poder Judicial de la capital del país y
la necesidad de reformar las leyes para evitar que se sigan presentando estos
casos de persecución.
LOS
INTERESES DEL JUEZ.
Uno de
los aspectos polémicos que han surgido a partir del caso de Aguayo es un posible conflicto
de intereses, ya que, según difundió el periodista y académico Luis Carlos
Plata en el periódico Zócalo, antes de dejar el gobierno de Coahuila, Rubén
Moreira –hermano de Humberto– otorgó una patente de notaría en Saltillo a Jean
Paul Huber Olea, hermano del juez José Francisco Huber Olea.
Además, hay
sospechas de corrupción del juez Huber Olea pues, como escribió el articulista
Ricardo Raphael en El Universal el pasado 30 de enero, posee un auto de lujo
Ferrari y obras de arte de Alberto Gironella, Rafael Coronel, Jorge Marín y
Leonardo Nierman, que difícilmente habría adquirido con los ingresos que puede
tener.
“Entre
los trabajadores de la Cooperativa Cruz Azul se dice que esos son los regalos
que, presuntamente, le habría hecho su presidente, Guillermo Álvarez, para
obtener un trato favorable en los asuntos que este juzgador tiene en su
portafolios; expedientes cuyo valor rebasaría cualquier cifra imaginable”, escribió Raphael.
En
conferencia de prensa, el abogado de Aguayo, Héctor Beristáin Souza, dijo:
“Estamos ante un acoso judicial pocas veces visto”, en el que hubo dolo y
corrupción para amedrentar y censurar al académico de El Colegio de México.
En la misma
conferencia, Sara Mendiola Landeros, abogada de la organización Propuesta
Cívica, también denunció que existe una valoración “inadecuada” del juez sobre
el trabajo periodístico, ya que determinó que hubo abuso de la libertad de
expresión, sin distinguir si se trató de una investigación o de una columna de
opinión, ya que las opiniones por ningún motivo pueden ser criminalizadas o judicializadas.
“El
magistrado Olea Contró interpretó y aplicó de manera dolosa e inadecuada el
Estándar de Malicia Efectiva. Este estándar tiene que ser aplicado a géneros
periodísticos de información que por su propia naturaleza implican un contenido
de hechos. Y en el caso concreto se trata de una columna de opinión; tal como
lo ha establecido la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Estándar de
Malicia Efectiva sólo se puede aplicar en la difusión de hechos y no de
opiniones, ideas y juicios de valor”, explicó Mendiola.
Ambos coincidieron
en que Huber Olea realizó también una interpretación errónea del Estándar de
Sistema Dual de Protección, que establece que los límites de la crítica y
escrutinio público siempre serán más amplios tratándose de personas con
proyección y actividad públicas.
“Sin
atender el sentido correcto, el magistrado Olea decidió que, en atención al
sistema dual, el periodista no debió criticar la detención de Moreira en España
ni generar juicio ni opinión de su función como gobernador de Coahuila,
concluyendo que la columna de Aguayo violaba la presunción de inocencia del
exgobernante. Un argumento falaz, toda vez que el autor de la columna comunicó
un hecho cierto y noticioso”, explicaron.
En ese mismo
sentido, la abogada y expresidenta de la Comisión de Derechos Humanos del
Distrito Federal Perla Gómez señala en entrevista que la sentencia del juez
representa no sólo un ataque a la libertad de expresión del periodista y
académico, sino que es una amenaza a la labor de los periodistas al establecer
la multa de 10 millones de pesos y el ultimátum de embargar sus bienes si no
paga.
Gómez
participó como defensora del periodista Miguel Ángel Granados Chapa y del
escritor Alfredo Rivera Flores, autor del libro La Sosa Nostra. Porrismo y
gobierno coludidos en Hidalgo, en un caso que ya lleva 15 años de litigio y en
el que apenas se aplicó una sentencia contra el autor por 738 mil pesos, por
daños a la moral del exdiputado Gerardo Sosa Castelán, actual presidente del
patronato de la Universidad Autónoma de Hidalgo, que es investigado por la
Secretaría de Hacienda por presunto lavado de dinero. Se trata del juicio más
largo en este tipo de casos de difamación y daño moral.
Ahora la
jurista y defensora de los derechos humanos también participa en la defensa de
Aguayo.
“Lo más
grave es la dualidad en el uso del código civil de la ley especializada, que
habla de la responsabilidad civil para la defensa del honor, vida privada y la
imagen; el hecho de que no la hayan utilizado y aplicaron la ley que permite el
lucro ya genera un problema. Por principio de especialidad tenían que usar la
que iba con el Estándar de Libertad de Expresión; en cambio están usando la del
Código Civil que permite casos de responsabilidad de otro tipo. Por ejemplo, se
pueden generar daños a la moral por negligencia médica, lo cual tiene una
cuantificación diferente a la de la libertad de expresión”, explica la doctora en derecho a la
información.
Precisa que más
allá de que Aguayo haya sido condenado, la ley maneja la doctrina de la “real
malicia” que para que proceda, debe ser con casos de interés público con
negligencia y con la única intención de dañar. “Pero en el caso de Aguayo, su
perfil y su trabajo están documentados, y con su artículo no hubo intención de dañar,
sino de revelar un caso de interés público. Por lo tanto, ni siquiera debería
ser condenado”.
La
investigadora y académica de la UAM advierte que hay que esperar a ver si la
Suprema Corte de Justicia autoriza el caso, a pesar de que ya lo atrajo. Aclara
que, aunque un ministro vaya a atraer el caso, debe señalar su trascendencia y
relevancia, además de precisar cuál es la ley que debe estar vigente y si se
configura el delito de daño moral conforme a los estándares de libertad de
expresión.
–En su experiencia
como defensora de los derechos humanos, ¿qué está en riesgo?
–De
entrada, el precedente de que si le fincan ese porcentaje de multa utilizando
una ley que no sea especializada, de nada sirvió haber conquistado la ley que
sí está especializada en libertad de expresión, porque cualquier caso se puede
llevar conforme al Código Civil y permite el lucro. Si bien no se está violando
el estándar internacional, que maneja que en casos de responsabilidad, si
hubiera un abuso no debe ser confiscatoria, en este caso se está afectando el
patrimonio de Sergio Aguayo.
“Si esto
se aplica, cualquier periodista puede perder su casa o lo que sea cuando revele
un caso de interés público. A ese nivel es el mensaje para todos. Ya no sólo se
trata de criminalizar la libertad de expresión, sino que de una manera más
perversa se trata de someter al periodista y afectar su patrimonio.”
Parte del
equipo de defensa de Aguayo, Gómez cuestiona el criterio del juez de fijar
la multa de 10 millones de pesos, cantidad que estableció el propio Moreira.
“No
porque yo pida una cantidad es la que se tiene que entregar. El juez tiene que
razonar por qué está fijando esa cantidad. En cambio, aquí pidieron 10 millones
de pesos y eso fijó como multa. ¿Dónde está una revisión sobre el nivel del
daño, la situación económica mutua? Hay reglas que han existido históricamente,
desde 1916, en el Código Civil, que es el que tiene esa cuantificación; desde
ahí está mal. El caso de Aguayo es para absolución, no debe haber una condena
porque no se acreditaba el abuso de libertad de expresión.
“Lo que
hizo Sergio Aguayo fue un ejercicio responsable de la libertad de expresión en
un caso de interés público sobre una figura pública. El hecho de que haya
fijado el juez ese monto es arbitrario, no están cumpliendo ni siquiera la
norma anacrónica. Y la nueva, de entrada, absolvería a Aguayo.”
Gómez señala
el caso de Alfredo Rivera, quien publicó un libro de interés público y lo
multaron con 738 mil pesos, mientras que ahora a Aguayo, que publicó un
artículo de interés público, le aplican una sanción económica desproporcionada
de 10 millones de pesos.
“No
importa qué gobierno esté en curso. La Ciudad de México cambió de gobierno y de
presidente de Tribunal de Justicia y aún así se condenó injustamente a Sergio
Aguayo. A nivel federal están las tentaciones regresivas y la Corte tiene que
demostrar si va a aplicar la ley justamente.”
Y advierte: “Hay
que estar atentos con la Suprema Corte de Justicia, no nos vayamos a llevar el
fiasco de que no le entre al caso, sino que lo regresa al Tribunal Colegiado y
que se manejaría en otro nivel de reflexión; por eso hay que estar atentos de
qué va a determinar la Primera Sala”.
PROTESTAS
INTERNACIONALES.
El caso
de Aguayo generó protestas de agrupaciones nacionales e internacionales y
varios miles de personas que escribieron cartas denunciando la violación al
Sistema Interamericano de Derechos Humanos y la Declaración de Principios de la
Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
“La
emisión de sentencias regresivas, desproporcionadas y violatorias de derechos
humanos, como la dictada en contra de Sergio Aguayo, pone en evidencia un
sistema de justicia que actúa como un mecanismo de control político en lugar de
garantizar derechos fundamentales. Lo anterior agrava la situación de riesgo y
vulnerabilidad en la que las y los periodistas ejercen su trabajo en un país
donde fueron asesinados 10 periodistas en 2019, convirtiendo a México en el
país más peligroso del mundo para ejercer su profesión”, sentenció en una carta la agencia de
investigación Fundar.
“Además
de mi caso, lo que está de por medio es la situación de los periodistas, del
peligro de estar ante la existencia de redes de corrupción y de complicidad al
interior del Poder Judicial de la capital, y la necesidad de reformar leyes
para evitar que se sigan presentando otros casos y crear mecanismos de
protección”, dice
Sergio Aguayo a Proceso.
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