Enrique
Quintana.
Está más que
dicho. Perdón por repetirlo: no hay manera de evitar que el coronavirus
llegue a México. Ayer, las autoridades de Salud lo reiteraron.
Hay quien
se sorprende que en los aeropuertos mexicanos no haya un ejército de enfermeras
detectando temperaturas y tomando muestras.
Sería una
pérdida de tiempo. La razón es muy simple. Hay evidencia amplísima de que este
tipo de coronavirus, el Covid-19, puede estar muchos días asintomático, por lo
que probablemente sería indetectable para muchos casos en una terminal aérea.
Prácticamente
le podría asegurar que el virus ya está en México y que nos enteraremos de su
presencia en el momento en el que haya un paciente que presente síntomas que lo
conduzcan a un hospital.
No hay
ninguna certeza respecto a qué proporción de los enfermos totales sean
asintomáticos, pero de lo que no hay duda es que hay muchos casos así, que
esparcen el virus entre población que eventualmente sí va a generar síntomas.
Este es
el punto crucial de la enfermedad.
No hay
manera de impedir el contagio en esa condición. Por lo que, lo señalado por la
Secretaría de Salud es bastante sensato. Se requieren diseñar los mecanismos
para minimizar el impacto que pueda tener el contagio entre la población.
El
problema principal del coronavirus en el mundo es que quizás se van a infectar
finalmente decenas de millones –si no es que más– y probablemente muera
alrededor de 2 por ciento de quienes contraen la enfermedad.
Son
muchas personas que estarán en este caso mientras no exista tratamiento o
alguna vacuna.
Pero,
para la economía, el problema principal serán las consecuencias de las medidas
diseñadas para mitigar la enfermedad.
La industria
de los cruceros va a sufrir la crisis más grande de su historia. ¿Usted se
subiría a alguno después de los episodios que hemos conocido?
Y el
impacto económico global todavía ni lo imaginamos.
Piense
por un momento en lo que ocurriría si en la prensa internacional se reportara
que hay casos en Cancún o en la Riviera Maya.
El efecto
que ha tenido la violencia en la zona sería pálido respecto al desplome que
tendría el turismo con unos cuantos casos reportados y confirmados.
Y,
créame. Va a ocurrir.
Hasta
ahora, habíamos algunos que pensábamos que la economía podría crecer este año a
1 por ciento o quizás un poco más.
Lo que ha
pasado en los últimos días obliga a reconsiderar el futuro.
El
Covid-19 va a ser algo equiparable al 11 de septiembre de 2001. Nos va a
cambiar la vida.
Viajar será
algo muy diferente. Cambiará hábitos y reglas. Y por lo pronto, hay indicios
que nos hacen pensar que la economía mundial podría llegar a su peor momento
desde 2009.
En apenas
cinco jornadas, el Dow Jones retrocedió casi 12 por ciento.
Claro. Todo
esto podría cambiar si aparece un tratamiento eficaz o una vacuna.
Pretender
que estamos preparados para el coronavirus es soberbia. Ningún país lo está,
simplemente porque es algo completamente nuevo que ni siquiera entendemos aún.
Fue
positivo escuchar ayer a las autoridades del sector salud y decir que lo mejor
que podemos hacer es tratar de mitigar los impactos inevitables de la
enfermedad.
Esperemos
que la polarización no nos gane y que no vaya a haber personas que se regocijen
de que la epidemia cobre cientos o miles de víctimas en México, porque eso será
un punto en contra de este gobierno.
Ojalá tengamos
aún la racionalidad de evitarlo.
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