jueves, 27 de febrero de 2020

Ya viene el coronavirus.


Raymundo Riva Palacio.

Hace un mes, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, dijo que era inminente la llegada del coronavirus a México. No ha sucedido, pero la discusión no es si eso pasará o no, sino cuándo será. La pregunta es si el gobierno mexicano está preparado para enfrentarla. La Secretaría de Salud dice que están listos los protocolos de prevención, y en su página de internet se encuentra la información y qué acciones preventivas deben hacerse. Sin embargo, hay evidencias de que no es como lo pintan. Lo que están aplicando son los protocolos del AH1-N1, la epidemia que estalló en Oaxaca en 2009, sin que haya actualización de acuerdo con las características del nuevo virus, ni la integración de un equipo de reacción rápida para atender una emergencia. La información de Salud no ha sido replicada por ninguna dependencia del gobierno salvo la Secretaría de Educación. Es decir, para nadie más es una situación extraordinaria.

Los tiempos oficiales en medios electrónicos no han sido aprovechados por el gobierno. Lo único vinculado con el tema de salud es una campaña del Seguro Social, previa al estallamiento de la epidemia. El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció el miércoles la segunda etapa de la campaña contra las adicciones, pero no ha dado instrucciones –ni en su equipo han tomado la iniciativa- para hacer un ajuste y comenzar a preparar a los mexicanos para lo que viene. Lo más importante, como prevención, es la limpieza.

El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, una autoridad en temas de salud, tiene a su disposición una serie de medidas de higiene en su página de internet (https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/about/prevention-treatment-sp.html), que han sido retomadas por la Secretaría de Salud, que ha añadido como recomendación estar vacunados contra la influenza. Esto, que es lo primero, no es lo único. Nadie está siempre listo para una epidemia que desconozca, y probablemente ningún país fuera de China, tenga los recursos políticos, militares y logísticos para poner en cuarentena a 170 millones de personas y alterar la movilidad de 700 millones. Por eso una gran cantidad de naciones llevan semanas preparándose.

El punto de quiebre entre qué naciones resultarán más afectadas por el virus está en la capacidad de su sistema de salud, ha advertido la Organización Mundial de la Salud. Su principal preocupación está en África, donde no hay aún ningún caso todavía, pero naciones como México, que están en un proceso de reconstrucción del sistema de salud se vuelven altamente vulnerables. Un gabinete donde la inexperiencia, la ignorancia y la incompetencia son la norma, no contribuye al optimismo.

No se sabe aún cómo inició ni si fue efectivamente por causa de un animal como empezó todo, por lo que se desconoce cómo atacarlo. La primera vacuna que se espera tener como antídoto, la prevén los chinos para abril. Sin embargo, estudios en China han permitido identificar a los grupos demográficos más vulnerables. Según el Chinese Journal of Epidemiology, el 14.8 por ciento de los casos se da en las personas mayores de 80 años; el 8 por ciento entre los 70 y 79 años, y el 3.6 por ciento entre los 60 y 69 años. Entre más joven la persona, menos probabilidad, hasta ahora, de ser contagiado. Por ejemplo, entre cero y nueve años, hay cero casos.

La incidencia del contagio en hombres es de 2.8 por ciento, y en mujeres 1.7 por ciento, lo que sugiere qué género es más vulnerable, aunque el informe fue realizado con pacientes en China, donde los hombres fuman más que las mujeres. Fumar incrementa las complicaciones respiratorias, que se ha encontrado (en 6.3 por ciento), es una de las variables junto con problemas cardiovasculares (1.5 por ciento), y diabetes (7.3 por ciento), que más aparecen en los pacientes del coronavirus. Los síntomas pueden incluir fiebre, tos y dificultad para respirar, por lo cual se ha hecho una comparación con el cuadro que presenta la neumonía, cuya vacuna también se recomienda aplicar.

Hay capacidad médica en México para el diagnóstico, pero no se ve capacidad organizativa para enfrentar una epidemia. No se disponen de suficientes camas en los hospitales ni pabellones que pudieran ser aislados, o centros específicos para incomunicar a los sospechosos de contagio, como han hecho varios países al poner en cuarentena, en bases militares e islas, a personas que presuntamente tienen coronavirus. Aun si en este momento se instruyera a las Fuerzas Armadas a preparar esos centros de reclusión, la única institución que podría instrumentar un plan de rápido, van tarde.

Tampoco hay un centro de control de la emergencia, donde ya estuvieran trabajando en la organización y planeación para contener la epidemia las secretarías de Salud, Educación, Bienestar, Comunicaciones y Transportes, Agricultura, Defensa y Marina, cuando menos, por ser las inmediatamente responsables de una situación extraordinaria, como amerita el coronavirus. Menos aún, un equipo que reciba la información de todas las áreas, las confirme, las procese y aporte diariamente, una o dos veces, según la gravedad de la epidemia, un boletín informativo para mantener al tanto a la población.

No hay preparativos en el caso que, eventualmente, se tuviera que suspender la actividad económica –todo el sector manufacturero y de servicios–, como sucedió en 2009, cuando el presidente Felipe Calderón y el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, lo hicieron pese a los fuertes cuestionamientos. Esa acción evitó que la epidemia se propagara. Tampoco se han comprado medicinas que ayuden a controlar el virus o insumos como los cubrebocas N-95, el respirador desechable de alto rendimiento, que han adquirido varios gobiernos directamente en las fábricas, y que está prácticamente agotado en México.

Todo esto debería de hacerse, y no esperar a que se encuentre el paciente cero del coronavirus y sea demasiado tarde.

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