viernes, 28 de febrero de 2020

Las campañas no quitan lo macho.


Diego Petersen Farah.

Campañas, hagamos una campaña. El Presidente sigue empeñado en resolver los problemas el país moralizando a sus habitantes. Falta nos hace sin duda ser mejores ciudadanos, los países exitosos no son los que tienen buenos gobiernos sino buenos ciudadanos, pero eso no se resuelve con campañas o no sólo con campañas.

López Obrador dio una vuelta de turca más al pésimo diagnóstico sobre el problema de seguridad, o al menos al discurso sobre el problema, que nos han repetido desde Fox para acá. Pasamos del “se matan entre ellos”, de los gobiernos neoliberales (cualquier cosa que ello signifique a estas alturas de la confusión) a “los matan por pachecos”, pues 60 por ciento de los asesinados el año pasado, dice el Presidente, estaban bajo el influjo del alcohol o las drogas. El axioma es extraño en sí mismo, pues implica que los jóvenes no hubieran muerto si no hubiesen estado bajo los efectos de dichas sustancias, sea porque en sus cinco habrían fácilmente evitado la bala asesina, sea porque fue la adicción la única causa que los llevó a las filas del crimen organizado. Sin embargo, más extraña aún es la resolución: por este motivo el Presidente ha decidido mejor retractarse de proponer la liberación de la marihuana para uso lúdico y en su lugar intensificar la campaña contra las adicciones. Liberar el consumo de la mariguana en todas su vertientes tiene como objetivo acabar con el mercado negro que hoy controla el crimen organizado no facilitar el acceso a la sustancia, que, por cierto, hoy es prácticamente universal.

Por otro lado, tras varias pifias en lo referente al temas de feminicidios, después de haber tirado a la basura el lugar de corregir los tres programas que empoderaban a las mujeres (estancias infantiles, casa de atención a víctimas de violencia y escuelas de tiempo completo) y  de haber ninguneado el paro del 9 de marzo porque, según él, está infiltrado por los conservadores (que al parecer de repente se pusieron a trabajar o el presidente descubrió su guarida secreta porque nunca los habíamos visto tan activos) no se le ocurrió mejor idea que hacer una campaña de publicidad contra el machismo.

Si las campañas no tienen una correlativo en políticas públicas (y hasta ahora no lo tienen) terminarán siendo una extensión de los sermones mañaneros, una forma más de moralizar a la sociedad con discursos sobre el comportamiento esperado y no un refuerzo a las acciones de Gobierno ni un mecanismo de información que nos permita a los ciudadanos acceder a programas gubernamentales.

No hay campaña publicitaria, por buena e intensa que sea, que supla la ineficiencia gubernamental ni los problemas que tenemos como sociedad; no hay, pues, campaña que quite lo macho.

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