Por Arturo
Rodríguez García.
Uso y
costumbre de la política mexicana, renovada y persistente del último año, la
concentración masiva se concretó hoy, fecha del primer aniversario de la toma
de posesión de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México.
Escenario
enorme, acorde a la asistencia, el mensaje se concentra mayoritariamente en lo
económico –uno de los aspectos más cuestionados del cierre de año– y reitera el
avance en la economía popular, la fortaleza del mercado interno y los
indicadores favorables de su gestión; de principio a fin, la expresión bipolar
entre el plural ”nosotros” para referirse al gobierno y sus adversarios -los
conservadores, neoliberales, neopofiristas-, inclusive cuando defiende
acciones, decisiones y refiere hechos trágicos: Culiacán, los Lebarón y la
violencia en general.
Es el
segundo gran mitin del año –tercero si se cuenta la toma de posesión y el
aniversario del triunfo electoral el 1 de julio– al que se suman los más
exclusivos “informes” por los primeros 100 días de gobierno y por la obligación
constitucional del 1 de septiembre realizados en el patio central de Palacio
Nacional.
Este
domingo, López Obrador convocó, según las cifras oficiales, a 140 mil
asistentes que, por el programa musical que suele acompañar sus “informes”, ya
se ha vuelto costumbre, quizás desde aquel cierre de campaña en junio de 2018,
llamarlo el AMLOFest.
Y en sí
es un festival que minutos antes de las 12:00 horas se interrumpe para
transmitir en pantallas la aparición presidencial, con los gritos de lo que
hasta hace año y medio fue concurrencia opositora, y que hoy renueva las
consignas de la lucha política frente al detentador de la investidura
presidencial al que corean “pre-si-den-te, pre-si-den-te”, “no estás solo”, “es
un honor estar con Obrador”. Pero es el segundo, como si estuviera bajo acoso,
el grito que persiste.
López
Obrador sale de la Puerta Mariana, en traje oscuro y corbata rojiza de machones
claros, roja la prenda como el vestido de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller,
con quien atraviesa el pasillo de rejas saludando a quien puede y alzando la
mano en su característico saludo a las masas. Ella lo acompañará impertérrita
por los cerca de 80 minutos que dure la arenga conmemorativa de su ascenso.
“1 año de gobierno 2018-2019” se aprecia en
letras gigantes al fondo del escenario, donde la iconografía oficial se
reivindica en los caricaturizados perfiles de héroes patrios de las pasadas
“transformaciones” y que son soporte discursivo de “la cuarta”, como ha llamado
el propio presidente en autoafirmación de trascendencia histórica, y que este
domingo iniciará su mensaje con una declaración:
“El cambio
que estamos realizando está a la vista”.
Aunque
terminará el mensaje pidiendo un año más para concretarlo, sus cifras del día
se expresan, como en cada mensaje y cada mañanera, en la diferenciación:
“antes…”, “lo que se hacía…”, “en el período neoliberal…” y así, envoltorio de
datos que mayoritariamente llegan a los resultados del mes de octubre, es
decir, al tercer trimestre sobre el que los datos están consolidados.
Los otros
datos
Justo un año
antes, el presidente Andrés Manuel López Obrador, mismo escenario y
posiblemente misma concurrencia, estableció 100 compromisos. Hoy, asegura que
ha cumplido 89 y le faltan 11 por cumplir. En eso promete que en un año más, la
transformación estará lista.
Segunda
línea del mensaje: “en el período neoliberal se hacían leyes sin considerar el
interés público. Ahora, las reformas a la Constitución tienen el propósito de
garantizar el desarrollo del país y el bienestar del pueblo”.
El
mandatario arranca enlistando las reformas: contra la corrupción; para la
“austeridad republicana”; para “devolverle al pueblo lo robado”; para evitar la
condonación de impuestos “a los que financiaban campañas”; para castigar el
fraude electoral; para la revocación de mandato y la consulta popular; para
crear la Guardia Nacional y así sigue con el paquete de reformas del último año
con las que, de plano, afirma:
“En los
hechos, estas modificaciones configuran una nueva constitución que refleja las
demandas y la voluntad del pueblo que decidió emprender la Cuarta
Transformación”.
Es día de
exponer, de manera implícita “los otros datos”, aquellos que corresponden con
lo que él considera un plan de “economía moral”, no sin dejar de admitir que el
crecimiento no fue el deseado.
Más de la
mitad del discurso se dirige a los indicadores de carácter económico
relacionados con los programas sociales; a la generación de empleo formal con
cifras del IMSS y de los que asegura activan la economía popular con los
programas de Bienestar; a la activación del campo con apoyo a los pequeños
productores; al crecimiento de la inversión extranjera, la apreciación del peso
y la “recuperación” de la industria energética.
Abunda en
educación y la forma en que mediante consenso revirtió la reforma educativa
peñista. Y arranca el aplauso de los contingentes que portan pancartas y otros
afeciches del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el
corporativo gremial que, como antes en otros gobiernos, hace su aparición como
también la hace otros sindicatos, entre estos, el minero de Napoleón Gómez Urrutia,
redimido en curul senatorial.
A diferencia
de otras intervenciones, esta vez, López Obrador habla fluido, como suele
ocurrir en discursos preparados; enfatiza sus datos con las consabidas
alusiones al pasado, para afirmar el cambio, especialmente, cuando se trata de
malos resultados… como ese, el económico:
“Todavía no
ha habido el crecimiento económico como deseamos, pero existe mejor
distribución de la riqueza; el presupuesto público no se queda como era antes
en pocas manos, sino que llega a la mayoría de la gente”.
Así es
cuando habla de Culiacán y el operativo del 17 de octubre, admitiendo
abiertamente que liberaron a Ovidio Guzmán para evitar muertes, aunque digan
“nuestros adversarios que demostramos debilidad”. Así, el mandatario reitera su
política de seguridad y presume la reducción de la letalidad, resultante
explica, que la Fuerzas Armadas respetan los derechos humanos y para ellos pide
un aplauso.
Y es que a
lo largo del discurso aparecen los temas polémicos de los últimos meses, aludidos
de un modo u otro: “la lealtad de las Fuerzas Armadas no está en duda”, dirá
luego de que hace semanas puso en la discusión el “golpismo”; reafirma su
posición de no intervención, en las referencias a los asesinatos de nueve
miembros de la comunidad Lebarón; o
expresa su apoyo, ante “el mundo”, para Evo Morales en reivindicación de la
política exterior de apoyo a los perseguidos políticos.
Las
polémicas de todo tipo en cada apartado de la alocución son la constante: no
pudieron los conservadores, dirá, detener Santa Lucía ni con su “sabotaje
legal”; la nueva política migratoria es humanista dirá; sus definiciones
cuestionadas frente a Estados Unidos, que también ha sido cuestionada, busca
basarse en desarrollo con apego al respeto mutuo y, se muestra confiado en que
en breve se concrete el acuerdo comercial con ese país y con Canadá.
La
alusión más concreta y sin ambages a un opositor, con nombre y apellido es para
Felipe Calderón, a quien recuerda por lanzar “la guerra contra el narco”, en
Apatzingán en 2007 para “legitimarse después del fraude electoral”. Recuerda
las cifras letales y reprueba es pasado, el neoliberal que prácticamente es
imposible que regrese.
En el final
del mensaje, recordará a Juárez y una cita de “la segunda transformación”: El triunfo
de la reacción es moralmente imposible. Y entonces, compromete para el segundo
año que “los conservadores ya no podrán revertir los cambios”. Luego, añade, en
autoafirmación de su gobierno por oposición al pasado tras la recitación de
todos los otros datos:
“Para no ser
tan tajante, tendrían que esforzarse muchísimo y pasar mucha vergüenza para
retroceder a los tiempos aciagos de la corrupción, de los contratos leoninos,
de la condonación de impuestos de los fraudes electorales, del abandono a los jóvenes,
del racismo, del desprecio a los pobres y del mátalos en caliente”.
Hay
concurrencias con derecho de apartado, gente de zona vip, que ha logrado
sortear los tumultos y llegar con apenas el tiempo suficiente para escuchar el
mensaje presidencial, no como las mujeres y hombres de clase popular que
viajaron toda la noche para abarrotar, a las 11:00 de la mañana, la plancha del
Zócalo capitalino.
Sus orígenes
son claros, porque lo expresan en mantas y cartelones: AMLO y Cuitláhuac
(García, el gobernador de Veracruz”; o bien, se notan uniformados los
contingentes de los extremos norte y sur, procedentes de Chiapas y de Nuevo
León. Pero sus integrantes no admiten acarreo ni dádiva precedente, pues
insisten que se cooperaron para pagar el autobús y sus alimentos embolsados.
Entre los
VIP destacan Pepe Mujica, el presidente uruguayo, el único con el que en su
mensaje, López Obrador tendrá mención especial. Los demás, se advierten a la
distancia: los gobernadores morenistas Adán Augusto López; el poblano, Miguel
Barbosa o la jefa de gobierno capitalina, Claudia Sheinbaum, entre otros. Está
el gabinete legal y también el ampliado, la cúpula morenista que peleada e
inmersa en su lucha intestina, arriba al sitio: la presidenta Yeidckol
Polevnsky; los lideres parlamentarios Mario Delgado y Ricardo Monreal; mujeres
y hombres cercanos, algunos de ellos, desde la ya vieja campaña de 2006.
Entran por
la calle de Madero, como otros tantos que asisten al encuentro transitando
desde el metro Allende, atestando la plaza en familias y contingentes vecinales
de distintas demarcaciones mientras el fenómeno del tianguismo partidista, se
instala abundante en los ya conocidos souvenirs del morenismo, el obradorismo
de llaveros y peluches, de camisetas y cachuchas, a las que se añade ahora la
venta del libro “Hacia una economía moral”.
Esas
mayorías asistentes, son los que han escuchado los sones de Los Salmerón, los
boleros tropicales de la Sonora Santanera y son los que aplauden cuando López
Obrador dice que hoy, ya no es más de lo mismo, porque –vuelve el uso del
plural—“ahora nos guiamos por la honestidad, la democracia y el humanismo”.
El sol
invernal es duro. La bóveda celeste no da espacio ni a la más mínima nubosidad
y se deja sentir sobre el gentío, sobre el rostro de presidente y esposa con el
ceño fruncido, resolana que convierte aquellas pancartas que ahora lucen hasta
frases sobre “la derrota moral del conservadurismo”, convertidas en
improvisados parasoles, lo mismo que banderas y cartelones de apoyo.
Dentro de un
año, ya con la certeza de que es imposible que triunfe el conservadurismo y
revierte la transformación, López Obrador anuncia un futuro AMLO Fest:
“Pienso que
un año más, en diciembre de 2020, nos vamos a volver a encontrar aquí, ya
estarán establecidas las bases para la construcción de una patria nueva. Para
entonces, ante cualquiera circunstancia será prácticamente imposible regresar a
la época de oprobio que significó el período neoliberal o neoporfirista”.
El mensaje
termina en agradecimiento “al pueblo” que lo cuida, que “lo saca a flote”, que
“es mucha pieza”, al que le debe todo y lo adula: pueblo “gran señor”, “amo”,
“soberano gobernante”, que “manda, gobierna y transforma”. Él, ahí dispuesto
para los vítores, la salutación en vallas y los aplausos varios, declara: “yo
sólo soy un dirigente”, antes de proclama los vivas a “la cuarta transformación
y a México en tres ocasiones.
Un paseíllo
por el enorme tablado con brazos en alto, toma de mano a su esposa y juntos
alzan su enlace como campeones deportivos; larga es la travesía de recepción de
saludos y gestiones variadas. Es cerca de las 14:00 horas cuando los
contingentes emprenderán el retiro, con música de fondo en las destrezas y
ornamentos del flautista Horacio Franco.
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