viernes, 31 de enero de 2020

Sheinbaum y el crimen desbordado - Aún sin medidas eficaces - Tiempos políticos y prelectorales - Inegi: desaliento económico.


Julio Astillero.

La fuga concertada de tres internos en el Reclusorio Sur, con la colaboración de personal carcelario de niveles incluso altos, ha puesto de relieve lo que no necesita mucha confirmación: en la Ciudad de México se vive una espiral de dominio de grupos delictivos de distinto calado y en distintos escenarios, sin que hasta ahora la administración encabezada por Claudia Sheinbaum haya encontrado una fórmula eficaz para ir frenando tal ascenso criminal.

No es un problema surgido específicamente en esta administración ni han asomado evidencias de colusión o complicidad de parte de los mandos realmente cercanos a la gobernadora Sheinbaum, aunque es evidente que hay una profunda y sostenida corrupción en el tejido general de los ámbitos policiacos, carcelarios y judiciales de la capital del país.

Algunos de los funcionarios nombrados por Sheinbaum en la Secretaría de Seguridad Pública y la procuraduría local de Justicia han sido evidentemente inadecuados para el tamaño del reto. La llegada de un policía de carrera, con mano dura y presunta ascendencia sobre los grupos mafiosos que aún controlan el mundillo de las relaciones entre delincuentes, políticos y policías, no ha podido aportar buenos resultados: Omar García Harfuch ha tenido reveses como sucedió en el caso de la masiva detención de presuntos delincuentes en Tepito, a los que luego otorgaron libertad por violaciones al debido proceso, y las expectativas de mejoría en seguridad pública que generó se han quedado en lista de espera.

Como todos los gobernantes de la capital del país, desde el partido que sea y en el periodo que sea, Sheinbaum es una aspirante natural a la próxima candidatura presidencial por parte de Morena. Goza de especial afecto por parte del jefe partidista y actual ocupante de Palacio Nacional, quien no ha dudado en mostrar abierto respaldo a Sheinbaum en momentos críticos. Además, ella está en el primer círculo político y de afectos del obradorismo.

Golpes como el dado en el Reclusorio Sur, los robos a mano armada en vialidades principales y audacias como el asalto de ayer a una joyería en la avenida Altavista, en San Ángel, tienen visos peculiares que pueden ir más allá de la tendencia al alza de fenómenos similares en todo el país (donde el registro de hechos delictivos graves es peor que en la Ciudad de México). En tiempos de combates políticos y prelectorales como los que ya se viven, todo escenario es propicio para asestar golpes a los adversarios.

Los resultados que tenga en este difícil tema de la seguridad pública (donde la herencia dejada por Miguel Ángel Mancera ha sido negativa) tendrán impacto en la valoración política de su gestión y en la apertura o cierre de posteriores oportunidades de avance en la escalera electoral a la que ella deberá aportar candidaturas y campañas morenistas ganadoras en las elecciones intermedias de 2021 como un escalón necesario rumbo a las presidenciales de 2024.

Los datos que dio a conocer ayer el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) son desalentadores: la economía mexicana tuvo una caída de 0.1 por ciento respecto del año anterior en cuanto a producto interno bruto. Los peores resultados desde 2009, en una estimación preliminar que al parecer no cambiará en lo sustancial cuando quede en firme, según lo que conforme al lenguaje técnico del caso proviene de la estimación oportuna del producto interno bruto con series desestacionalizadas.

Además de estas cifras oficiales, en la vida cotidiana hay constantes muestras de este desaliento económico que algunos especialistas ya consideran una recesión. El gobierno del presidente López Obrador se alista a poner en marcha acuerdos de inversión y desarrollo que podrían mejorar los números en próximas mediciones, aunque también persisten factores externos de inestabilidad y riesgo que podrían afectar los esfuerzos internos.

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