Enrique
Galván Ochoa.
¿Se ha
convertido el Inegi en un organismo que responde más a intereses políticos que
a su función de contar ética y responsablemente lo que tiene que contar, como
el PIB? Un panista, Eduardo Sojo, lo encabezó en el sexenio de Felipe Calderón.
Antes fue asesor de Vicente Fox y actualmente está en la nómina del gobernador
panista de Aguascalientes, Martín Orozco Sandoval. Con alguna frecuencia en
esta sección señalamos sus dotes de alquimista para ocultar las cifras del
desempleo. A partir del primero de enero de 2016 se hizo cargo del instituto
Julio Santaella, a propuesta de Enrique Peña Nieto. Es un itamita, con
trayectoria en el Banco de México, del grupo de Luis Videgaray. Al año
siguiente pagó su designación con la moneda del silencio. Fue designada por Peña
Nieto (léase Meade-Videgaray) la economista itamita Paloma Merodio como
vicepresidenta del instituto. Se desató un escándalo. La funcionaria designada
no cumplía con los requistos que marca la ley para ocupar el cargo. Se intuyó
que su presencia tenía como finalidad acomodar los datos sobre el resultado de
los programas sociales a fin de que favorecieran al gobierno. (Una de las
responsables de los programas, a propósito, fue Rosario Robles.) El Instituto
Mexicano para la Competitividad (IMCO), acompañado de otras organizaciones
ciudadanas, publicaron esta declaración: Lamentamos profundamente esta decisión
(el nombramiento de Merodio) compartida entre ambos poderes del Estado
(Ejecutivo y Legislativo) que pone en entredicho la credibilidad del Inegi y puede
comprometer su integridad como organismo constitucional autónomo por parte del
Ejecutivo federal. También constituye un precedente preocupante ante los
próximos nombramientos de servidores públicos en otros entes autónomos, que son
fundamentales para el funcionamiento de nuestra democracia. Con todo, Paloma se quedó.
Otro Inegi.
Con estos
antecedentes, ¿son dignos de confianza los reportes del Inegi, o debemos
hacernos la pregunta de si obedecen a cierto tipo de intereses? Este largo
preámbulo sirve para dar contexto al tuit que escribió ayer Julio Santaella,
después de dar a conocer que el PIB de 2019 había sufrido una contracción: #PIB
Oportuno la estimación de una contracción de (-)0.1% a/a del producto interno
bruto durante 2019 se compara con un incremento de 2.1% en 2018. En otras
palabras, el titular del Inegi rinde homenaje a la conducción económica (es un
decir) del presidente al que le debe la chamba. Diferentes instituciones
coinciden en un punto: la economía no creció en 2019, tuvo un crecimiento cero,
eso no está a discusión, sino el manejo partidista de los datos, que
probablemente llevó a Santaella a darle un empujoncito hacia abajo, de manera
que califique como contracción. Probablemente otra revisión, con otro criterio,
arrojaría un resultado distinto, como bien saben los expertos en números. Se ha
venido insistiendo en reflexiones de expertos en la necesidad de poner en manos
de un consejo integrado por economistas privados la medición del PIB y otros
estudios, como la pobreza, para rescatarlo de las manos de los alquimistas.
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