Salvador
Camarena.
Querida (es
otro decir) Guardia Nacional.
Ojalá no
tuvieras que ser desplegada en Ciudad de México. Tu llegada representa un
fracaso, por donde se le vea. Adiós a la noción de que la comunidad (gobierno
más sociedad) capitalina había medio construido un modelo de seguridad que
medio funcionaba.
Llevamos
años, la verdad, a la deriva. No podía ser de otra forma. En parte, porque
aquello de que éramos un oasis en medio de un país en llamas y sangre era una
jalada, perdón, un autoengaño: como si por décadas no hubieran estado aquí los
grandes capos, como si no pasaran por el altiplano los capitales, como si la
corrupción de las llamadas fuerzas del orden no comenzara en el ombligo de la
nación, como si no se consumiera (a gran escala) todo tipo de sustancias y
mercancías ilegales entre Chalco y Naucalpan, de la Marquesa a Texcoco.
Mas tu
llegada no supone, en forma alguna, la esperanza de que las cosas empiecen a
cambiar.
No me lo
tomes a mal, pero la experiencia enseña –luego de ese largo periodo que va de
la guerra sucia contra movimientos sociales (armados y desarmados) y la guerra
de Calderón-Peña– que allí a donde llegan, las Fuerzas Armadas lejos de ser una
solución sostenible, real o democrática, representan más violencia, abusos y
violaciones a los derechos humanos. Y tú, Guardia Nacional, no eres otra cosa
que Fuerzas Armadas detrás de un discreto brazalete.
Pero bueno,
ya estás aquí y te desplegarás inicialmente por cuatro alcaldías: Gustavo A.
Madero, Iztapalapa, Tláhuac y Tlalpan.
En
principio, y a pesar de todo lo que dije antes, qué bueno que la población de
esas alcaldías verá tus patrullajes. Porque de la evidencia cotidiana (policías
que se deshacen del auto de un secuestrado, policías que manosean a una mujer
en el Circuito Interior, policías que resultan secuestradores o no impiden
asaltos), sólo resta aceptar que los uniformados capitalinos serán muchos, pero
que en términos generales resultan inútiles e incluso perniciosos.
Así que
supongo que en esas cuatro demarcaciones verán, en principio, con buenos ojos
la llegada de tus rondines.
Sólo algunas
consideraciones. No te vayas a creer, Guardia Nacional, que al arribar tú ahí
se va a resolver “el problema” de la violencia, de los secuestros, de las
extorsiones, de los asaltos, de los homicidios, el narcomenudeo y narcomayoreo,
etcétera, en la capital.
Cosa de
recordar que en la Álvaro Obregón, donde no te desplegarás, han sido detenidos
recientemente líderes de organizaciones criminales. Cosa de mencionar que buena
parte de la ingeniería criminal se mueve desde otras colonias (¿te acuerdas que
fue en las Lomas donde se dio el mayor decomiso de efectivo en tiempos de
Calderón?), colonias que no están en los lugares a los que te han mandado
ahora.
Es decir,
que la criminalidad no está en cuatro sino en 16 demarcaciones. Que las
extorsiones ocurren en Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo. Que la venta de
estupefacientes no discrimina entre Santa Fe o Coyoacán. Que las ejecuciones no
respetan los límites de las ex delegaciones.
¿A qué
vienes a la capital, Guardia Nacional? ¿A qué te envían? ¿A hacer como que
haces? Valdría más, opino, buena inteligencia en vez de despliegue
escenográfico. ¿No recuerdas lo que siempre nos dijeron los Mancera y compañía?
Que aquí, con 80 mil policías, los criminales no se podían mover con la misma
facilidad que en Chihuahua, Nuevo León, Sinaloa o Jalisco. Pues eso, unos
cuantos miles más harían poca o nula diferencia. Opino.
Tengo otra
pregunta, Guardia Nacional. Bueno, varias. ¿Quién manda en el C5? ¿Tú o el
gobierno de la ciudad? Porque desde ahí se ve todo, y si se quisiera, se puede
operar todo. Y en tus operativos defeños quién manda, el jefe de la policía
capitalina o el secretario de la Defensa (me queda claro que Durazo no). ¿Y ya
que estamos en esas, quién manda aquí, Andrés Manuel López Obrador o Claudia
Sheinbaum?
Querida (es
un decir) Guardia Nacional. Ojalá tu arribo sirva para que los capitalinos
reaccionemos en dos sentidos. Que formulemos la más rápida salida posible al
reconfigurar un modelo civil de seguridad que sí sea eficiente. Y para que
nunca más creamos que en el Anáhuac estamos aislados de la podrida realidad que
azota al resto del país, capturado por mafias, cárteles y policías corruptas.
De verdad
que te deseo una breve estancia. Que tengas suerte, que tus integrantes
resulten lo más efectivos posibles a los menores costos en derechos humanos.
Y sobre todo
que te vayas pronto. Sería la mejor noticia. Que surja el orgullo chilango y
retomemos entre nosotros el rumbo. Porque tú no deberías existir, Guardia
Nacional. Aunque –es cierto– la captura criminal de nuestras calles, plazas,
colonias… tampoco.
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