viernes, 28 de junio de 2019

En León el PAN enfrenta una crisis de gobernanza.


Arnoldo Cuellar.

Si Guanajuato es el principal territorio conservado por el PAN frente al embate de la ola lopezobradorista, la ciudad de León es la joya de esa corona. Ha sido gobernada por el PAN a lo largo de 30 años, salvo un periodo trianual de una recuperación priista que acabó en medio de historias de corrupción y persecución política.

Sin embargo, el aura de modernidad y de eficiencia empresarial con la que el PAN arribó al poder a fines del siglo XX, parece diluida por completo y hoy le aquejan a sus gobiernos los mismos viejos vicios que les permitieron echar a los priistas al basurero de la historia.

Nadie parece estar haciendo el recuento, pero la cadena de incidentes vinculados a corrupción e ineficiencia que se han presentado a lo largo de los 4 años de Gobierno del primer Alcalde panista de León que se reelige, Héctor López Santillana, ya está rompiendo récords.

Todo empezó en el Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de León, donde el alcalde avaló el empoderamiento del empresario zapatero y amigo suyo Pedro González, permitiéndole tomar el control total del organismo al colocar a un director sin perfil: Leonardo Lino.

Los desastres se sucedieron en cadena: el descubrimiento de una empleada de confianza que otorgaba descuentos por sus pistolas; el beneficio a Lino de una cuota simbólica para una residencia nada modesta; la toma clandestina de Gran Jardín, donde el director había tenido participación profesional; finalmente, la cereza del pastel, el conflicto de interés que finalmente propició la inhabilitación y la renuncia de González a la presidencia del Consejo.

Pareciera que no hay responsabilidad del Alcalde: es una paramunicipal, se puso remedio, cayó la empleada, cayó Lino y, finalmente, cayó González. Sin embargo, se provocó desestabilización, se afectó la operación y debió venir la ex directora de la Comisión Estatal del Agua, Angélica Casillas a poner orden enviada directamente por Miguel Márquez, incluso ante el riesgo de que el desorden en Sapal afectara al PAN en el año electoral.

Al final del día, todo esto se originó en la decisión del Alcalde de otorgar todo el poder a Pedro González y el error entra en su cuenta. Primer fallo.

Hoy se sabe, gracias a las investigaciones del diario Milenio, que durante las administraciones de Bárbara Botello y López Santillana, el director del Zoológico de León, Francisco Muñoz López, perpetró un desfalco a una de las instituciones más nobles y menos respaldadas en el presupuesto municipal: el Zoológico de León. En un ejercicio anual de apenas 20 millones de pesos, el daño se calcula en 6 millones de pesos.

López Santillana, además, permitió que Paco Palomas, como coloquialmente se le conoce a Muñoz, se reeligiera para un tercer periodo, algo que no permite la normatividad municipal. La Contraloría Municipal fue incapaz de detectar los desfalcos en tiempo real y sólo la llegada de un nuevo de grupo de consejeros permitió evidenciar que un trenecito de visitantes no puede costar lo que un Ferrari. Cero y van dos.

Otro medio de comunicación, la Web Soy Barrio, destapó la omisión del director de Obra Pública, Carlos Cortés, uno de los funcionarios más respaldados por López Santillana, quien no declaró la construcción de una casa campestre cuyo valor estimado supera ampliamente los ingresos del funcionario. La contraloría debió entrar a destiempo a investigar y parece que sus hallazgos dejan cortos los hallazgos del trabajo periodístico. Tercer strike.

El Alcalde intervino de manera decisiva para que el nuevo presidente del consejo directivo de Sapal fuera el dirigente de Coparmex León, Jorge Ramírez Hernández, a fin de evitar el embate de Jorge Videgaray que buscaba regresar a la posición con apoyo de Diego Sinhue Rodríguez y Carlos Medina.

Proveniente de un organismo de la sociedad y empoderado por un fuerte discurso anticorrupción, a Ramírez le provocó un tropiezo innecesario la imprudencia de su cuñado el constructor Enrique Aranda Anaya, al presentarse a concursar en Sapal a los dos meses del arribo del nuevo presidente, ganando una obra en la que se encontraba en tercer lugar por precio, por la eliminación de quienes lo antecedían.

El asunto no se prestaba para mejorar la imagen de quien desde Coparmex había fustigado duramente vicios como el conflicto de interés, la simulación y el tráfico de influencias. La mujer del César debe ser honesta y parecerlo. El tema se complicó más cuando se supo que Aranda Anaya parece ser el constructor favorito de la actual administración. Cuarto episodio.

Finalmente, hace unos días explotó la larga crisis larvada en la Secretaría de Seguridad Pública. Filtraciones y tragedia de por medio, Luis Enrique Ramírez Saldaña no pudo ser sostenido por su principal valedor, el alcalde Héctor López Santillana, quien lo había defendido pese al incremento de la inseguridad y la violencia en la ciudad.

La muerte de un escolta asignado a la esposa de un funcionario que estaba por entregar el cargo al ser evidenciado con un falso título profesional fue la gota que hizo explotar el proverbial mal humor del alcalde, Ramírez Saldaña no tuvo opción y dejó la secretaría acéfala y medio desmantelada por la salida de varios de sus elementos de confianza, el famoso grupo Irapuato. No hay quinto malo.

Así que, cuando se revisa con detenimiento el panorama resulta imposible excusar al alcalde y a su grupo cero (Gonzalo León, Enrique Sosa y Felipe de Jesús López Gómez), de la responsabilidad por estos tropiezos de la administración, donde queda en claro que su eficiencia está muy por debajo de las pretensiones que exhiben.

Y si en la administración se piensa que la solución a esta cadena de eventos desafortunados se encuentra en nombrar a un “city manager”, se puede estar cometiendo una grave equivocación. Lo que la cabeza de una administración no resuelve, no podrá hacerlo un subordinado, así sea el ejecutivo más competente de la comarca.

León cada vez mejor, es la frase emblemática de la administración de López Santillana.

Parece solo un bonito eslogan sin ápice de verdad.

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