Salvador
Camarena.
Aleida
Calleja, directora del Instituto Mexicano de la Radio, creía en abril que para
julio o agosto podría tener listo el plan de trabajo del IMER.
“Ya
resueltas las urgencias, me sentaré con todas las áreas a planear de manera
estratégica, y por año, un plan de trabajo que responda a una prospectiva de
largo plazo”, declaraba en abril Calleja, en una entrevista con Proceso.
En esa
charla, la especialista en medios convertida en funcionaria en este gobierno,
se congratulaba de haber logrado que se quedara “la mayor parte” del personal
de honorarios que laboraba en el IMER.
Dos meses
después, la situación pinta muy distinto. Aunque ayer hubo un anuncio de última
hora de que el gobierno federal entraría al rescate, en vez de plan de trabajo,
julio iba a traer un recorte de 240 plazas en el IMER. Y la “prospectiva de
largo plazo” sería un disco rayado: estaciones sin conductores, que sólo
programarían música.
Ayer en la
mañanera varios reporteros cuestionaron al presidente Andrés Manuel López
Obrador sobre lo que ocurre en el IMER. Su respuesta fue: “No lo sabía, me
estoy enterando ahora”.
Es factible
que el mandatario diga la verdad. Sus colaboradores son poco dados a informarle
nada, menos a advertirle los costos reales de las decisiones de su administración.
Y en última instancia, López Obrador no debería ser el responsable de lo que
pasa en el IMER, sino Calleja y Jenaro Villamil, presidente del Sistema Público
de Radiodifusión del Estado Mexicano (SPR).
Dicen que
hay que tener cuidado con lo que uno desea porque se te puede cumplir. En este
caso, Calleja & Villamil forjaron una presencia pública en el debate a
favor de medios públicos libres, fuertes y comprometidos con la sociedad. El
destino ahora los puso en el timón oficial de esa agenda.
Le toca a
Villamil recordar que el 27 de noviembre de 2012, al participar en el “Diálogo
por la Democratización de los Medios”, propuso una agenda de “democratización
de los medios” que en su punto 7 demandaba: “En el marco de la reglamentación
del derecho a la información, defender los derechos mínimos para los
trabajadores de la información y los periodistas (secreto profesional, salario
digno, medidas de emergencia a periodistas amenazados, etcétera)”. Y en su
punto 11: “Estatuto jurídico claro para los medios públicos, tanto para las
estaciones de televisión existentes (Canal 11, Canal 22), como el IMER, el
Imcine, Radio Educación y otras estaciones administradas por los gobiernos de
los estados. Acabar con la idea de que los medios públicos son ‘medios gubernamentales’”.
Un par de
años después, el 23 de junio de 2015 en su colaboración en Proceso, Villamil
afirmaba que los medios públicos como el Canal 22, el IMER, Radio Educación,
entre otros, además de que Enrique Peña Nieto les reforzó el control editorial
“están en el peor escenario los medios públicos: pobres y censurados”.
En el caso
de Aleida, hace sólo año y medio, el 16 de enero de 2018, entró al espacio
radiofónico de Carmen Aristegui a felicitar a la periodista por su aniversario
en la nueva frecuencia. “Gracias por ser una opción de pluralismo y diversidad
en este desierto informativo del país”, dijo Calleja esa mañana, en la que
agregó que la sociedad vivía “castigada en fuentes de información”.
De igual
manera, Aleida tiene claro cómo se genera calidad e independencia en los
medios. En 2013, en un seminario del Insyde, fue enfática al señalar que “sí es
importante revisar las condiciones bajo las cuales trabajan los periodistas. Si
esas condiciones no se arreglan, muy difícilmente vamos a arreglar o a tener
oportunidad de llegar a los criterios mínimos de exigibilidad de lo que debe
ser el periodismo. Cómo le hacemos, si ganan cinco mil pesos a veces les va muy
bien, ya le va a todo dar (…) Me parece que ahí hay una clave: pedirle al
periodista autonomía e independencia tiene que ver con generarle condiciones
para que tenga autonomía e independencia”.
Villamil
& Calleja aceptaron el reto de transformar, desde adentro, medios públicos.
El ideario lo tienen claro: que esos medios no sean pobres, que no sufran
censura, que se conviertan en alternativa en un contexto de desierto
informativo, que los distinga la pluralidad y el no servicio al régimen… y con
trabajadores con salarios dignos y condiciones que garanticen la autonomía e
independencia de los periodistas.
Villamil
& Calleja llevan muy pocos meses al frente del Sistema y del IMER,
respectivamente, como para haber podido aplicar todo lo que ya sabían sobre el
deber ser.
Ahora,
cuando se supone que López Obrador ya se enteró que hay una crisis en el IMER,
ojalá puedan comenzar a hacer lo que no ha mucho decían que se tenía que hacer.
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