Francisco
Ortiz Pinchetti.
La
Secretaría de Hacienda parece presumir como un logro notable el que durante los
primeros cuatro meses del año se haya reducido en 517 millones de pesos el
gasto de 25 institutos y hospitales del Sector Salud. A la aberración infame se
suma la estulticia.
En un país
de enormes carencias sanitarias y nutricionales no es posible festinar el
recorte de recursos a instituciones particularmente importantes como son los
Institutos especializados de Nutrición, Cancerología, Pediatría, Cardiología,
Pediatría, Neurología, Enfermedades Respiratorias, entre otros.
Resulta
todavía más inconcebible la reducción drástica de recursos a esas y otras
instituciones de salud, cuando el propio Gobierno que los ejecuta considera que
“los Institutos Nacionales de Salud (INS) son un conjunto de instituciones cuyo
ámbito de acción comprende todo el territorio nacional y tienen como objetivo
principal la investigación científica en el campo de la salud, la formación y
capacitación de recursos humanos calificados y la prestación de servicios de
atención médica de alta especialidad”.
En estas
tres áreas, agrega la página oficial de la Secretaría de Salud del Gobierno
Federal, “los Institutos han destacado y han marcado la pauta de la atención a
la salud, de la producción científica y de la calidad académica, no sólo en
México sino en toda América Latina”.
Y recuerda
que la fundación de cada uno los INS fue resultado del esfuerzo de muy
distinguidos médicos mexicanos, cada uno en su campo de especialidad, quienes
promovieron la formación de grupos de trabajo que fueron creciendo hasta
alcanzar eventualmente la posibilidad de institucionalizar su esfuerzo.
Asume
asimismo que “la fundación del Hospital Infantil de México ‘Federico Gómez’,
primero de los actuales Institutos Nacionales de Salud, marcó el inicio de la
modernidad del sistema de salud en México. La creación del Instituto Nacional
de Medicina Genómica, el de más reciente origen, determinó la inserción de la
medicina mexicana en la vanguardia mundial de la investigación científica”.
Por la SHCP
nos enteramos ahora que en el moche de recursos destacan las reducciones de
gasto del Hospital General de México “Dr. Eduardo Liceaga”, con una caída de
144 millones de pesos, y los Institutos Nacionales de Pediatría y
Rehabilitación, con 78 millones menos cada uno; en los tres casos la caída de
gasto es de 13 por ciento real. Si en términos generales puede aplaudirse una
política de austeridad que ponga fin a los abusos y derroches en diversas áreas
gubernamentales, habría que tener bien claro que no es lo mismo terminar con
los despilfarros en las secretarías de Comunicaciones, de Economía o de
Trabajo, por ejemplo, o en las cámaras de diputados y senadores, que en áreas
tan sensibles e indispensables como es el Sector Salud. Suprimir gastos en
comidas, automóviles o teléfonos celulares no es lo mismo que cancelar
posibilidades de investigación científica y atención médica. Hay de recortes a
recortes.
Dudo que
alguien pueda justificar a cabalidad el quitar dinero a instituciones que
cumplen una labor sencillamente vital para la población mexicana para destinar
ese dinero a las dádivas presidenciales que le aseguren apoyos y votos para el
futuro.
Conozco con
cierta cercanía el caso del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición
y “Salvador Zubirán”, como es su actual denominación. Tuve con él,
particularmente con el área de Nutrición encabezada por el doctor Héctor
Bourges Rodríguez, una relación profesional como periodista. Fue mi “fuente”
super calificada para muy numerosas y valiosas informaciones relacionadas con
su área. El nivel de excelencia alcanzado por el Instituto es sencillamente
incuestionable. Su prestigio tiene un respaldo internacional a nivel mundial.
Tengo por
otro lado el testimonio de un pariente muy querido y muy cercano, entrañable,
que ha sido paciente del Instituto durante más de 40 años. Le debe la vida a
Nutrición, para resumirlo en una frase. Y ahora me describe desconsolado el
desastre causado en los últimos meses por el desabasto y la penuria, resultado
de los recortes criminales del actual Gobierno: no hay médicos suficientes para
la atención de los pacientes, escasean medicamentos y material quirúrgico y de
curación, como vendas o algodón; hay áreas hospitalarias completas que han
tenido que cerrarse y una ampliación del área de quirófanos de alta tecnología
recientemente construida está detenida. Se reducen consultas, operaciones,
tratamientos.
Por
supuesto, como en otras instituciones del Sector Salud, la invaluable labor de
Investigación que el Instituto ha realizado por décadas y que han aportado
avances muy significativos tanto en el campo de la nutrición humana,
particularmente la infantil, como en el del tratamiento de enfermedades
inherentes a ese campo, se ha visto igualmente afectada. Infame también.
Pese a la
hecatombe presupuestaria, el personal mantiene su proverbial actitud afable y
dedicada, amorosa, que ha marcado la naturaleza de esa institución fundada por
el insigne doctor Zubirán en 1946, de la que con razón se siente orgulloso.
Médicos y enfermeras hacen esfuerzos denodados por suplir carencias y
limitaciones sin cuento, pero inevitablemente ocurre un deterioro en la calidad
de la atención y en las posibilidades de salvar vidas. Actualmente no pueden
realizarse programas tan importantes y pioneros como el de trasplante de
páncreas, que por primera vez en estaba por arrancar en México y que podría
significar la sobrevivencia para millares de diabéticos en el futuro.
Tuvo que
suspenderse.
Como
advierte a raíz de los recortes presupuestales en el Sector en nuestro país el
especialista Eduardo González Pier, asociado del Centro de Desarrollo Global en
Washington, las restricciones de gasto en salud tienen efectos inmediatos para
la población, graves. Sencillamente no se vale. O por decirlo sin eufemismos,
son chingaderas.
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