Raymundo
Riva Palacio.
El 15 de
noviembre del año pasado, a tres semanas de asumir la jefatura de Gobierno de
la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum afirmó que no hacía falta la presencia
de la Guardia Nacional en la capital, donde la seguridad la iban a manejar con
la policía local, para “tomar el control de la gobernabilidad y de la seguridad
en la ciudad”. El 20 de febrero insistió que su gobierno contaba con “una
estrategia clara y precisa para disminuir los índices delictivos”. Que se quede
la Guardia Nacional en los límites de la capital, y que atienda los problemas
en el Estado de México, dejó entrever. Lo que vino fue un desastre. La
incapacidad de su gobierno para combatir la criminalidad fue tan grande como
sus declaraciones. Finalmente, el presidente Andrés Manuel López Obrador
anunció ayer que desplegará la Guardia Nacional en toda la Ciudad de México.
¿Qué es lo
que sucedió en el incipiente periodo en el que Sheinbaum ha sido jefa de
Gobierno? Un desastre.
Los delitos
totales se elevaron 11.94 por ciento durante los primeros cinco meses de este
año en comparación con el mismo periodo de 2019, de acuerdo con los datos del
Secretariado Ejecutivo Nacional de Seguridad Pública, procesado por la
consultoría GLAC. Todos los delitos con violencia se elevaron. Homicidios
dolosos, 35.62 por ciento; robos, 24.31 por ciento; robos a casa habitación,
92.44 por ciento; robo a negocios, 172.69 por ciento; robo de vehículos, 42.16
por ciento; robo a transportista, 177.27 por ciento. En todos estos rubros, la
incidencia delictiva superó con creces a la registrada en el Estado de México,
que en un principio señalaba sutilmente como principal foco rojo en la zona.
El secuestro
del fuero común se le disparó 244.44 por ciento (contra 28.79 por ciento que
subió en el Estado de México) y el secuestro del fuero federal se elevó 33.33
por ciento (contra una disminución de 5 por ciento en tierras mexiquenses). La
extorsión subió en la capital federal 95.05 por ciento, las violaciones 342.4
por ciento –leyó perfectamente bien, 342.4 por ciento– y los delitos
patrimoniales 12.71 por ciento. El pretexto que daban Sheinbaum y su gabinete
de seguridad por el incremento de la incidencia delictiva era que la
administración había maquillado las cifras, pero que estaban mejor que como les
habían dejado el gobierno. Esa justificación está prácticamente enterrada. El
presidente López Obrador explicó en su conferencia de prensa matutina que el
desplazamiento de la Guardia Nacional en las 16 alcaldías responde al
incremento de los delitos, especialmente los homicidios –aunque debía haber
enfatizado más en los secuestros.
No se sabe
cuántos miembros de la Guardia Nacional serán desplegados en la Ciudad de México,
que en papel, es la ciudad con mayor vigilancia del mundo. De acuerdo con los
especialistas, la capital federal tiene un estado de fuerza de mil policías por
cada 100 mil habitantes, que supera muy ampliamente el promedio internacional
recomendado de 289 por cada 100 mil habitantes. Por tanto, si con esa capacidad
de fuerza la seguridad se les descontroló y subió la incidencia delictiva, lo
que queda al descubierto es la pésima estrategia que instrumentaron Sheinbaum y
su equipo.
Sheinbaum ha
estado cambiando a miembros de su equipo de seguridad, pero mantiene a las
cabezas, que son quienes diseñaron la estrategia. No pudo contener la
incidencia delictiva pese a que, sin que se diera a conocer, desde hace varias
semanas lo que queda del Cisen, convertido en Agencia Nacional de Inteligencia,
empezó a aportar información sobre las bandas delictivas en la Ciudad de
México, que permitió la captura de varios de los líderes de las dos principales
organizaciones criminales, La Unión Tepito y Fuerza Anti Unión. La ayuda que
ahora recibirá con la Guardia Nacional se hará formalmente y se le va a
descargar el problema político que estaba enfrentado.
En el fondo,
si uno recuerda el modus operandi político-electoral del presidente, de eso se
trata. La Ciudad de México es su granero de votos y no puede darse el lujo de
perderlos. Si la violencia golpea indiscriminadamente a los habitantes de la
capital, el respaldo se le irá mermando, como se puede apreciar la tendencia a
la baja en su aprobación presidencial. Aún se mantiene alto, pero en cinco
meses perdió casi 20 puntos de aprobación, que no es poco. La sola presencia de
la Guardia Nacional será un inhibidor para los delincuentes, y permitirá
avanzar en el abatimiento de algunos delitos, al ser una fuerza de tareas de
acción rápida, que es como está concebida.
Paralelamente,
al entrar al rescate de Sheinbaum, también saca del hoyo a su delfín para la
candidatura presidencial. Si es la Guardia Nacional la que se hará cargo de la
seguridad en la capital, los buenos resultados que dé serán capitalizados por
López Obrador y Sheinbaum, pero si los resultados son malos, los negativos
serán transferidos a la Guardia Nacional. Políticamente es una jugada
inteligente del presidente, y en materia de seguridad, puede beneficiar de
manera importante a los capitalinos. Eso es lo que habría que esperar.
Lo que no
está claro es qué tipo de estrategia seguirán. Si la Ciudad de México tiene una
fuerza policial sobrada, la Guardia Nacional incrementará el número de policías
por 100 mil habitantes. En el anuncio de su desplazamiento está el primer error
estratégico. No es tan importante la fuerza en calle como el trabajo de
inteligencia. El desastre de Sheinbaum viene no sólo de la incapacidad de su
equipo en el diseño de estrategias, sino en el desprecio a la utilización de la
inteligencia como herramienta central para combatir criminales. Si se le sigue
despreciando por el cliché primitivo que sólo se usa para espionaje político,
nada será suficiente para frenar a la delincuencia. Pero hay que ser
optimistas. Hay señales de que, aunque no lo declaren, esos lugares comunes los
están dejando atrás.
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