miércoles, 30 de octubre de 2019

Duarte-Macías, ¿merecen abundancia? - Penalidades y amagos acotados - Karime, pieza menor - ¿CNDH a Rosario Piedra?


Julio Astillero.

El tema de fondo es Javier Duarte de Ochoa. La detención de su esposa, largamente asentada en Londres, sin mayor molestia que algunos atisbos periodísticos en su entorno, agrega ingredientes de algo parecido al suspenso judicial en una obra mayor, la de la devastación criminal de Veracruz por parte de personajes llegados a la silla estatal de gobierno a nombre del Partido Revolucionario Institucional y, durante un lapso afortunadamente breve, de Acción Nacional.

Karime Macías Tubilla es música (jarocha) de acompañamiento y, por tanto, ayer mismo fue colocada en el casillero británico de la libertad con condiciones restrictivas. Se le acusa de actos de corrupción desde el cargo honorario de presidenta del sistema veracruzano de atención a la familia y los niños. Faltará probar los señalamientos y, en ese fangoso terreno de las marrullerías legales a cargo de abogados carísimos que suelen forzar sentencias, Karime podría quedar a salvo de castigos preocupantes. Fuera como fuera, es muy probable que quede en condición adecuada para gozar del amasamiento de dinero que la silla gubernamental de Veracruz le permitió a ella y a su esposo.

El ejecutante principal es Javidú, ocurrente sucesor (designado) de Fidel Herrera Beltrán, emblema estatal casi insuperable de la adopción de lo público como bien privado. Claro que es valiosa la detención de la cónyuge de Duarte de Ochoa que pretendía asumir una identidad de inocencia en tierras londinenses; nocivo habría sido que se mantuviera el esquema de impunidad familiar trazado por Enrique Peña Nieto, amigo de la casa Duarte-Macías, para que el jocoso amigo del entonces ocupante de Los Pinos simulara una detención guatemalteca a cambio de la condición intocable de la esposa, de la familia.

La proclamadora de los merecimientos de la abundancia en cuentas propias está en una ruta judicial internacional que podría traerla de regreso a México. Ella se postula presa política (como una política de doble erre, ahora presa), al igual que su compañero de andanzas matrimoniales y presupuestales, el multicitado Duarte de Ochoa que tuitea abiertamente y litiga en medios de comunicación para ir sensibilizando al respetable público de la inminencia de su triunfo pragmático: unos años de cárcel a cambio de una libertad en plazo acotado por los nuevos procedimientos judiciales y los favores políticos de los amigos poderosos de ayer y de hoy, que también los hay ahora.

La propuesta más viable para ser presentada al Senado y de ahí elegir a quien presida la Comisión Nacional de los Derechos Humanos a partir del próximo mes está integrada por dos personajes que, con sus matices, podrían ser considerados institucionales y una propuesta novedosa, podría decirse que realmente disruptiva.

De un lado están José de Jesús Orozco Henríquez, quien ha sido encargado de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (llegó a presidirla), magistrado en el tribunal electoral federal y, como los anteriores ocupantes de la presidencia de la CNDH, miembro del instituto de investigaciones jurídicas de la UNAM, y Arturo Peimbert Calvo, quien fue primer Defensor de Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca y, en tal condición presentó este año ante la Corte Penal Internacional una denuncia por los graves abusos de poder cometidos en Oaxaca en 2006.

La mayor novedad, en dado caso, es la inclusión de Rosario Piedra Ibarra, hija de la luchadora social e histórica defensora de derechos humanos que recientemente ha sido galardonada con la medalla Belisario Domínguez. Hacer que la mayoría morenista y sus aliados aprueben que la hija de doña Rosario presida la carpicista CNDH (por Jorge Carpizo) sería una manera de devolver, en términos de responsabilidad ejecutiva, la misma presea que Ibarra de Piedra dejó en custodia en manos del presidente López Obrador.

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