Alfredo
Jalife-Rahme.
En la
polémica entrevista de George Soros al New York Times (NYT), uno de los medios
que se le tiran al suelo, sentencia que viene el reflujo de los globalistas con
la derrota del nacionalismo de Donald Trump y el triunfo de la senadora
Elizabeth Warren del Partido Demócrata (https://nyti.ms/2PEaF59). ¿De cuándo
acá Warren, feroz crítica de Wall Street, es globalista?
The Times of
Israel comenta que Soros es un multimillonario judío-estadunidense y uno de los
principales obsequiantes del Partido Demócrata (https://bit.ly/2BUdyGE).
Más allá de
su encapsulamiento israelí-anglosajón, a sus casi 90 años de edad Soros no está
actualizado en el tsunami antiglobalista que impera por doquier con diferentes
pulsos regionales, en particular en América Latina, donde resalta la muerte del
neoliberalismo desde Chile, su otrora ridículo paradigma
(https://bit.ly/2PtcYaX), hasta la patética derrota de la Macrieconomía en
Argentina –donde Soros posee pletóricos intereses en la Patagonia–, que
pretendía durar una generación y a duras penas llegó a cuatro años
cataclísmicos.
Durante toda
su vida de megaespeculador, a Soros, que navega con disfraz de filántropo
engañabobos, le ha importado un comino el daño que provocó en todo el planeta
como operador financiero del Deep State israelí-anglosajón, de los banqueros
esclavistas Rothschild y de la CIA, según el investigador Wayne Madsen,
anterior espía del National Security Agency (https://goo.gl/F6h7sC).
Su
entrevistador muy a modo Andrew Ross Sorkin comenta que la animadversión contra
Soros se debe a que apoyó a Hillary Clinton y que con “su Open Society
Foundation, financiada por sus miles de millones de dólares, ha apoyado a la
democracia (sic) y a los derechos humanos (sic) en alrededor de 120 países (
¡megasupersic!)” ¡120 países intoxicados!
Ni Soros ni
su palafrenero Sorkin entienden los alcances de su seudodemocracia que
propició, mediante financiamientos electorales multimillonarios –los tramposos
Super-PACs (https://bit.ly/36ekoVr)–, la imposición de un modelo misántropo y
antisocial: su globalismo neoliberal, publicitado por el Foro Económico de
Davos, que pretende ocultar una aberrante plutocracia que benefició a uno por
ciento de la población en detrimento de 99 por ciento: tanto en el mundo
israelí-anglosajón como en Europa, no se diga en la desahuciada América Latina.
Soros acaba
de publicar una colección de ensayos, En defensa de la sociedad abierta
(https://amzn.to/2MXtxtP), en la que define que su marca de globalismo –una
economía global integrada, apuntalada por las leyes (sic)– choca con el
abordaje de Primero Estados Unidos de Trump.
Otra
alucinación de Soros consiste en subestimar el poder de Wall Street –en forma
deliberada y farisea, cuando en su seno acumuló su fortuna avalada por la CIA,
el MI6 y la banca Rothschild– frente al poder de la gente, que abulta en forma
demagógica.
Soros ve
señales de que la gente está cada vez mas cansada de las tendencias
nacionalistas y arremete contra el mandatario chino Xi Jinping, a quien
califica de la peor amenaza para la sociedad abierta, además de señalar a China
como mortal enemigo.
Soros
expectora con inmanencia de corte sicótico, como si fuera el hijo predilecto de
Dios, y arremete contra sus abundantes detractores, a quienes cataloga de
“dictadores o casi dictadores (sic)” y de teóricos de la conspiración, sumados
a sus enemigos: Trump y el gobierno (sic) de China.
Falta ver si
la senadora Warren será la ungida por su partido, en el que las tendencias
socialistas, más en el segmento millennial, se han extendido desde Bernie
Sanders hasta Alexandria Ocasio-Cortez y su grupo Squad.
El portal
europeo GEAB (28/10/19) aduce que en la era de Internet el péndulo regresa de
nuevo a la mitad donde convergen los intereses nacionales y la apertura al
mundo. En América Latina y el Medio Oriente se vive otra pulsación asincrónica.
El grave problema
de Soros es que sus alucinaciones son mentales, teledirigidas y semánticas al
confundir populismos con nacionalismos. Al final, Soros es presa de su fallida
propaganda y sus pesadillas paleobíblicas.
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