Javier Risco.
Me sigue
sorprendiendo la ligereza con la que tomamos que un exgobernador sea
extraditado a Estados Unidos esposado y con unos cargos acumulados dignos de
cualquier líder de una banda de mafiosos. Basta leer el primer párrafo de la nota firmada por
Ariel Barajas, en Reforma, para darle dimensión al escándalo: “Jorge Juan Torres
López, exgobernador de Coahuila, fue extraditado esta mañana a Estados Unidos,
donde será juzgado por los cargos de asociación delictuosa para cometer lavado,
fraude bancario y fraude, por 8.8 millones de dólares”. Este delincuente, ahora
en manos de la justicia estadounidense, fue el encargado de sustituir al
“profe” Humberto Moreira en la gubernatura del estado de Coahuila de enero de
2011 a diciembre del mismo año.
Su carrera
política incluye cargos como director general de Promoción y Fomento Económico
del estado hace 25 años, cuando apenas comenzaba su carrera política; fue
tesorero y contralor de Saltillo –mientras Moreira fungió como alcalde; después
cuando “el profe” llegó a la gubernatura, fue secretario de Finanzas y
secretario de Desarrollo Social. En pocas palabras una persona de la total
confianza del exlíder priista, el ascenso de Torres López no se entiende sin la
figura de su incondicional amigo, Humberto Moreira.
Ayer, esta
pieza clave del priismo coahuilense llegó a Corpus Christi, Texas, donde fue
recibido por la justicia estadounidense; su extradición llegó sin mayor
sobresalto después de que el 18 de septiembre pasado, Torres López enviara una
carta al canciller Marcelo Ebrard, para solicitar su entrega a las autoridades
norteamericanas tras renunciar a cualquier recurso legal que impidiera su
traslado.
En los
próximos días el exgobernador estará a disposición de la Corte Federal del
Distrito Sur de Texas, la cual libró una orden de aprehensión el 20 de
noviembre de 2013 por diversos cargos que incluyen lavado de dinero y fraude
bancario por 8.8 millones de dólares. Torres López fue detenido por la fiscalía
general el 4 de febrero pasado y desde ese entonces permanecía en el Reclusorio
Sur.
Se
acumulan los escándalos y ya somos inmunes a lo increíble que es que un
exgobernador esté en manos de la justicia estadounidense sin ningún cargo en
este país. Inmediatamente llega a mi mente la historia de El Diablo, en
Nayarit, el exfiscal Edgar Veytia, encargado de la seguridad de millones de
personas, detenido en la frontera y culpable confeso por su protección a varios
grupos del narcotráfico.
¿Qué
información puede dar alguien que estuvo en el poder durante 11 meses después
del gobierno de Humberto Moreira? ¿Cómo es que el exlíder priista no se le
puede tocar ni con el pétalo de una denuncia cuando su hombre de confianza hoy
durmió en una cárcel de Estados Unidos? ¿Qué sabe Moreira en todo caso del
lavado de dinero, fraude bancario y fraude de uno de sus colaboradores más
cercanos?
En fin,
nada se detiene, todo sigue, el PRI mudo, la oposición en el piso y el gobierno
mexicano no hace mucho ruido, al fin qué son 8.8 millones de dólares, fue sólo
un gobernador interino, no es tiempo electoral así que es poco redituable. De
memoria corta y de indignación efímera, de eso estamos hechos los mexicanos.
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