Javier Risco.
En este
primer año de administración del gobierno de Andrés Manuel López Obrador el
gran pendiente ha sido la inseguridad. Cuando le preguntaron sobre sus grandes
baches de estos primeros doce meses, mencionó tres de memoria: los 137 muertos
de Tlahuelilpan, Hidalgo, producto del huachicoleo del crimen organizado; la
amenaza arancelaria de Estados Unidos que casi deriva en una crisis económica,
política y social, pero que pudo contener el canciller Marcelo Ebrard; y por
último lo que él llamó “La Guerra de Sinaloa”, el operativo fallido de la
detención de Ovidio Guzmán, el jueves 17 de octubre, en Culiacán; también
aceptaría como una crisis del primer año el atentado contra la familia LeBarón
el 4 de noviembre en los límites de Chihuahua y Sonora, donde murieron seis
niños y tres mujeres. Tres de sus cuatro “baches” están relacionados
directamente con el tema de la inseguridad; ésta ha sido esa piedra en el
zapato que no sólo ha podido darle frente, sino que no se ve una estrategia
clara para enderezar el rumbo o al menos hacernos creer que tiene un plan que
nos muestre que vamos en la ruta correcta; su apuesta a la Guardia Nacional ha
sido ciega y a la vez insuficiente.
La
temperatura respecto al tema de la inseguridad es lapidaria, de acuerdo a la
más reciente encuesta del diario Reforma:
• 41%
considera que la inseguridad es su principal fracaso.
• 68%
considera que ha fracasado en combatir la inseguridad o reducir la violencia.
• 65% cree
que el crimen organizado es más fuerte que el gobierno.
• 47% no le
cree a AMLO cuando habla de seguridad.
• 51% cree
que la estrategia actual no llevará a la paz.
Ahí están
sus peores números y él lo sabe. En este contexto, ayer repartió culpas. En voz
del Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, señaló a
los gobernadores que no han hecho su trabajo, desde su postura, por faltar a
reuniones de seguridad impuestas desde el gobierno federal. Así tenemos que
Francisco Domínguez Servién, gobernador de Querétaro, y Antonio Echevarría,
mandatario de Nayarit, NO asistieron a ninguna de las reuniones realizadas
entre el 2 de diciembre de 2018 y el 10 de diciembre pasado. Carlos Miguel
Aysa, gobernador sustituto de Campeche, sólo ha asistido a una. Miguel Ángel
Riquelme, de Coahuila, sólo tiene cuatro asistencias. Les siguen los
gobernadores de Guanajuato, Nuevo León, Morelos y Sonora. El señalamiento ha
sido claro, tache para los que “no les ha interesado la seguridad” y han
faltado, y palomita para los que sí. La lista se publicó ayer, hoy es el
Consejo Nacional de seguridad en Palacio Nacional, ¿con qué cara llegan los
gobernadores señalados? ¿Serán regañados los que no han rendido cuentas? El
gobierno, insisto, reparte culpas en su peor bache.
El
especialista en temas de seguridad, Ernesto López Portillo hace un par de
preguntas importantes: ¿Cuál es la intención política de la revisión nacional
de la seguridad pública, estado por estado, a cargo del gobierno federal? ¿Se
busca fortalecer la coordinación para que cada quien haga su parte, o se
pretende abrir paso, aún más, a la centralización, vía la Guardia Nacional?
¿Cuál es la verdadera intención? Yo creo que se trata de un balance de
negativos, López Obrador ha decidido no cargar con toda la culpa al cierre de
su primer año, esos porcentajes, esas exigencias también deben de caer en los
gobernadores; sin embargo, la selección de las culpas es lo único que ha
compartido Andrés Manuel con los estados, nada más, aquí no sólo son sus
errores, son de 32 más; de los éxitos, esos sí sólo vienen de Palacio Nacional.
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