Salvador Camarena.
Un consultor me dijo que en estos días pone un reto muy
sencillo. Sugiere hablar durante quince minutos sin mencionar a Andrés Manuel
López Obrador, su presidencia o sus decisiones. Para la mayoría, contó, resulta
en una prueba no superada. Cuando el asesor me narró eso yo me encontraba
leyendo un libro de ciencia. O de ecología, si ustedes gustan. O eso creía yo,
porque cuando lo iba terminando resultó que en quien más pensaba yo con los
capítulos finales de Planeta (in)sostenible (editorial Turner) era, ni más ni
menos, que en nuestro mandatario.
“No podemos ser lo que los demás quieren y seguir fieles a
nosotros mismos”, le dice en un momento clave el primer ministro británico a la
Reina Isabel II en la tercera temporada de la serie The Crown. “Hacemos lo que
debemos como líderes. Es nuestro trabajo. Nuestro trabajo es aplacar más crisis
de las que creamos”.
En nuestro paso por este planeta creamos crisis. Grandes o
pequeños disturbios a la armonía preexistente en la naturaleza de los lugares
que intervenimos al trasladarnos, habitar o al explotarlos para nuestro
sustento, abrigo o deleite.
Luis Zambrano explica en este libro que, en efecto, estamos
en una crisis de crisis, perturbaciones que pueden causar, en una sola
generación, daños difícilmente reversibles para nosotros, pues el planeta como
sea seguirá, pero la raza humana, difícilmente.
Con un alegato fundamentado y sencillo, que reconoce que ha
habido ocasiones en que la ciencia ha sido el peor aliado de la naturaleza por
su incapacidad de comunicarse con la población en general, Zambrano propone
abandonar el pensamiento lineal que tanto ha ayudado en otras épocas para
entender la realidad, y que hoy es, y así lo demuestra en el libro, claramente
impráctico y contraproducente para enfrentar el futuro.
No pretenderé resumir en unas palabras ese alegato. Una cosa
es que Luis es buen escritor, y otra que un lego como yo haya entendido todas
las dimensiones del pensamiento lineal versus el sistémico apenas leyendo su
libro.
Pero a cualquier lector quedará claro que lo que nos trajo
hasta aquí y que tanto nos dio en el pasado, la manera de racionalizar los problemas
de forma que al dividirlos en sus partes se les trate de buscar soluciones, que
se eche mano de recursos cartesianos, que se venere el método científico y todo
eso, hoy es muy insuficiente, sino que de plano equivocado, si de buscar una
viabilidad de largo plazo se trata.
Corregir un problema no necesariamente arregla un todo,
demuestra Zambrano.
Sin tremendismo, al explorar la resiliencia como un factor
clave de los sistemas, el libro sale de “lo verde” o lo “ecológico” y nos lleva
a lo humano, a lo social, para invitarnos a entender desde ahí a la naturaleza.
Dejemos nuestra falsa superioridad, pide el autor, esa de que
la tecnología siempre nos dará la respuesta, esa de que cortar un árbol sólo
afecta por el oxígeno que producía y además con reponer tres árboles se
soluciona todo. No. Los aleteos de la tala en una ciudad pueden provocar
huracanes ambientales más allá de esa urbe. Es preciso entenderlo para cambiar
el modelo de desarrollo económico, no sólo urbano, y mucho menos “sólo” el ambiental.
No se trata de salvar a la vaquita marina. Se trata de salvar
el ecosistema que le daba sustento. Por eso fracasamos ahí y en otros lados: no
son las especies las que están en riesgo, sino los ecosistemas, y que perder
uno de estos puede ser un dolor de cabeza difícil de remediar para nosotros, la
vaquita qué.
“El problema -cito a Luis- está en que esta falsa percepción
de que un sistema es irrompible se ha traducido en las políticas públicas. Por
lo que no estaremos exentos de que en algún momento nuestro subsistema se
colapse y no genere los servicios necesarios para la sobrevivencia de las
personas de las cuales viven, como sucedió en las hambrunas”.
Quitémonos las anteojeras que nos llevaban a sólo querer
resolver los problemas ambientales de manera aislada, veamos el todo, invita el
autor. Y si seguimos la lógica que se plantea en Planeta (in)sostenible,
llegaremos hasta Chile o Bolivia, es decir, a la insatisfacción social que toma
las calles, llegaremos hasta AMLO.
Si López Obrador leyera este libro tendría argumentos que
luego los tecnócratas le demandan. Un cambio de modelo de producción y
distribución de los bienes no sólo no debiera ser visto como una locura o una
ingenuidad, sino una cuestión, al mismo tiempo, de supervivencia y misión de
vida. De eso se trata el libro de Zambrano, mucho más que de ciencia o
ecología.
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