Gustavo De
la Rosa.
Parecía que
la Derecha ganaba terreno en contra del Gobierno de AMLO; logró realizar una
marcha importante, tenía los datos dramáticos de la violencia en el país y
aprovechaba inmoralmente el error de Culiacán, la tragedia de los LeBarón y la
economía nacional que, a grandes rasgos, parece no desarrollarse. Aunque a
México le iba mal, a ella le iba bien políticamente, y sabemos que sólo le
interesa recuperar el poder, aunque el país se hunda.
Pero la
semana comenzó en su contra cuando se supo que García Luna, ex Secretario de
Seguridad Pública, había sido detenido en Miami y sería enjuiciado en la corte
de Nueva York, y las acusaciones no podían ser más graves; fue señalado de
proteger al Cártel de Sinaloa, utilizando al Ejército y a la Policía Federal
para combatir a sus competidores, buscando además crear un único cártel que
controlara el trasiego de enervantes rumbo al país del norte, y hasta le acusan
de haberse echado una liebre personal, cruzando algunos kilitos de coca y
lavando dinero.
Con esta
detención, se revela que la crisis en Culiacán, y el dominio de la zona por
parte de los ejércitos particulares de los cárteles de los Zambada y los Guzmán
no es cosa nueva, y no surgió de evitar confrontarlos violentamente cuando se
tenía detenido a Ovidio Guzmán, sino que el fortalecimiento de estos grupos se
dio en los maravillosos años del Gobierno de Calderón, con toda la protección
del Estado.
¿Cómo
pueden criticar a AMLO de no pelear por Culiacán, cuando ellos, durante 12
años, fueron los encargados de fortalecer, encubrir y perseguir a los adversarios
del cártel? Aunque la Derecha sea cínica, por lo menos debería mantener alguna
conexión con la realidad, y reconocer que la fuerza del narcotráfico tiene su
origen en convenios con el Gobierno panista de Calderón.
Aún así,
desde mi punto de vista como derechohumanista, me parece exagerada la reacción
de Andrés Manuel al anunciar el despido de todos los que trabajaron en las
áreas de seguridad con García Luna y Calderón, porque ante cualquier
circunstancia se debe respetar el principio de presunción de inocencia; primero
se debe abrir una investigación y no se debe sentenciar a priori, ni siquiera a
los que se sospeche pertenezcan a los demonios de la corrupción más perversa.
Respecto
a la economía, ciertamente no hay crecimiento, pero también se debe reconocer
que se están combatiendo la desigualdad y la polarización social económica, y
que en nuestro país, al término de este año, los pobres son un poco menos
pobres y los ricos no han visto sus tierras expropiadas ni han sido obligados a
pagarle al Gobierno para poder desarrollar sus empresas.
La visión
del futuro económico del país mejora con el cierre de la negociación del
Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y esperamos que no sólo
impulse a los negociantes y empresarios, sino que también ofrezca mejores
condiciones laborales para los trabajadores de los tres países.
Yo veo a
los de derecha en estos días, y lucen deprimidos, pensativos y tristes, los más
honorables simplemente manifiestan su desilusión y se sienten defraudados por
quienes les ofrecieron un país honesto, de moralidad cristiana y de respeto al
Estado de derecho; han descubierto que debajo de aquel manto de santidad con
que se cubrían los gobiernos panistas y el último del PRI existía un fenómeno
purulento, corrupto, oportunista e inhumano.
Los que
aspiran a la restauración del país que se les fue de las manos en julio de
2018, harían bien en pensar que esta patria generosa, que va buscando
transformarse a través de la vida política ciudadana y empresarial en un país libre
de corrupción, más igualitario, más equitativo y respetuoso del Estado de
derecho, tiene cabida para ellos, aunque quieran regresar el reloj de la
historia, pues todos son mexicanos, víctimas de sus ideales santificados,
moralizantes y que dan prioridad a las empresas.
Sean quienes
sean, son habitantes de este gran país, y si algo se permite en México, es
soñar.
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