Martín
Moreno.
Andrés
Manuel López Obrador – un político moldeado, fogueado y diseñado a la usanza
del priismo de los setentas, esa época que el tabasqueño tanto añora y
practica-, actúa exactamente igual que Salinas cuando se trata de exigir dinero
a empresarios. A su imagen. A su semejanza.
“De tanto
atacarlo, te conviertes en lo que tanto odias”, reza la frase. Pues bien. López
Obrador mutó, en este episodio, en Salinas de Gortari.
En febrero
de 1993, el entonces Presidente Salinas “pasó la charola” (en realidad se llama
extorsión) a los empresarios en casa de don Antonio Ortiz Mena. Ese es el
hecho.
En febrero –
otra vez febrero, pero 27 años después-, el Presidente de la República “pasó la
charola” (en realidad se llama extorsión) a los empresarios en… ¡Palacio
Nacional! Ese es el hecho.
¿Alguien
nota alguna diferencia?
No. Ninguna.
Y no hay
diferencias por que es el mismo hecho con las mismas castas y con el mismo
objetivo: recaudar dinero.
Tal para
cual.
“No somos
iguales. Eso sí calienta…”, insiste, una y otra vez, hasta la náusea, López
Obrador, cuando lo comparan con los priistas. Con los Salinas. Con los Peña.
Pero le tenemos noticias al tabasqueño: son casi idénticos a la hora de pizcar
dinero. Aunque le “caliente”.
Como
Salinas, AMLO fue forjado por el fuego del viejo PRI.
Como Salinas
en 1993, AMLO se reunió con fines recaudatorios en 2020 con los mismos
personajes poderosos, millonarios y empoderados: los empresarios.
Como Salinas
en 1993, AMLO les pidió a los empresarios exactamente lo mismo: dinero. Mucho
dinero.
Como Salinas
en 1993, AMLO utiliza la investidura presidencial – la misma que tanto dice
defender y que a sólo 15 meses de su Gobierno (es un decir) la tiene hecha
girones -, para engordar los bolsillos gubernamentales: Salinas pidió 25
millones de dólares. López, cerca de 20 millones de dólares. Ahí van, nariz con
nariz.
Como Salinas
en 1993, AMLO extorsionó a los empresarios con el mismo objetivo: reunir fondos
con fines políticos y en beneficio del Gobierno en turno.
Como Salinas
en 1993, AMLO ofreció un argumento tan inverosímil como tramposo: mientras
Salinas extorsionaba en nombre del PRI para respaldarlo financieramente en las
elecciones presidenciales de 1994, López lo hacía para… ¡rifar un avión pero
sin avión! y prometía, bajo un esquema de falso altruismo, que el dinero
recaudado se utilizaría para comprar equipo médico que el propio Gobierno tiene
obligación de adquirir con el presupuesto asignado al sector.
Como Salinas
en 1993, AMLO redondea: mientras para Salinas el sentido de su extorsión era
“dame dinero para mantener a mi partido”, para López es “dame dinero para
mantener a mi Gobierno”. Tal para cual.
En ese lance
gansteril y vergonzante – vergonzante por gansteril -, AMLO viola, al menos,
dos disposiciones legales mexicanas:
Primero,
viola la Ley General de Responsabilidades Administrativas, la cual prohíbe a
todos los servidores públicos, incluido el Presidente, solicitar dádivas para
beneficio personal o de terceros:
“Deben
conducirse con rectitud sin utilizar su empleo, cargo o comisión para obtener o
pretender obtener algún beneficio, provecho o ventaja personal o a favor de
terceros, ni buscar o aceptar compensaciones, prestaciones, dádivas, obsequios
o regalos de cualquier persona u organización”. Dicha ley, que forma parte del
entramado del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), también obliga a las
personas morales a seguir una política de integridad. (Reforma 14/II/2020).
Segundo,
viola el Código Penal Federal (Artículo 218 Capítulo VI), que advierte: “Comete
el delito de concusión (cobro hecho por un funcionario en beneficio propio): el
servidor público que con el carácter de tal y a título de impuesto o
contribución, recargo, renta, rédito, salario o emolumento, exija, por sí o por
medio de otro, dinero, valores, servicios o cualquier otra cosa que sepa no ser
debida, o en mayor cantidad, que la señalada por la ley”. (López Obrador es
servidor público. Pidió dinero. Encuadra en este acto a todas luces violatorio).
Pero a AMLO
no le importan las leyes. Le importa su ley.
Como
Salinas, AMLO ejerció todo el poder del Estado para extorsionar a empresarios.
Les impuso cuota. Les lanzó condiciones. Les pasó la charola.
Tal para
cual.
La solicitud
parece más bien una extorsión donde quien no coopere, no será beneficiado con
contratos. “Parece el Estado diciendo a los empresarios: si ustedes no
colaboran, entonces se puede utilizar el poder del Estado frente a ustedes”,
aseguró el Presidente de la Comisión Anticorrupción de la Coparmex, Max Kaiser.
Y sí, Kaiser
tiene razón: lo ocurrido la noche del jueves 13 de febrero de 2020 en el patio
central de Palacio Nacional, pasará a la historia como una noche vergonzante.
La noche de la extorsión institucionalizada operada, directamente, por el
Presidente de México.
Salinas de Gortari,
al menos, pidió prestada una casa particular para la extorsión.
AMLO utilizó
Palacio Nacional para institucionalizar la extorsión.
Por lo
demás, en esta parte de la historia, son tal para cual.
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