Raymundo
Riva Palacio.
Luis Carlos Castillo Cervantes nació
en Valle Hermoso, una comunidad tamaulipeca que ha sido escenario en los
últimos años de una guerra sin fin entre cárteles de la droga. De ahí huyó a
Texas en los 90 para librarse de la justicia al haber estado involucrado en un
accidente de tránsito donde murieron dos jóvenes, y regresó años después con la
representación de Cutler Repaving Inc., la empresa de reciclaje más antigua en
Estados Unidos, que desarrolló una tecnología para asfaltar mediante una
máquina multiusos que conforme avanzaba, trituraba y mezclaba en un solo
movimiento. Esa maravilla de la construcción le permitió a Castillo Cervantes
despegar y conectarse con gobernadores de todos los partidos, y su volumen de
contratos multimillonarios hizo que lo llamaran 'el rey de los Dragones',
porque Dragón es como se conoce a esa máquina en la industria.
Castillo Cervantes fue detenido en
McAllen, Texas, en noviembre de 2016, acusado de lavado de dinero, y en unas
cuantas semanas prefirió soltar todo lo que sabía en la Corte Federal en Corpus
Christi, donde se integró un expediente de 30 mil fojas, de las cuales 79
fueron desclasificadas esta semana.
Castillo
Cervantes, se puede presumir, alcanzó un
acuerdo con los fiscales federales para aportar información a cambio de
reducción de su pena. Lo que dibuja este nanovolumen de documentos de su caso
es una historia de horror sobre los niveles de corrupción a los que ha llegado
la clase política mexicana.
Ochenta millones de pesos le entregó
por una sola obra al exgobernador de Coahuila, Humberto Moreira, y a su
sucesor, Jorge Juan Torres, le dio 6.8 millones de dólares en sobornos, además
de haberle ayudado, al igual que al exgobernador de Tamaulipas, Eugenio
Hernández, a lavar “decenas de millones de dólares” en el Inter National Bank, del que
tenía 7.0 por ciento de sus acciones, donde también lavó tres millones de dólares para el exgobernador de
Aguascalientes, Luis Armando Reynoso Femat. Otro exgobernador tamaulipeco,
Tomás Yarrington, quien está detenido y acusado de ser parte orgánica de los
cárteles tamaulipecos, también fue involucrado por Castillo Cervantes, aunque
en la documentación pública no se precisan los detalles.
Cinco
gobernadores son un exceso de corruptos, o presuntos corruptos mientras no sean
sentenciados, quienes se suman a una lista importante de exmandatarios metidos
en problemas con la justicia. En la cárcel se encuentra el de Sonora, Guillermo
Padrés y el de Michoacán, Jesús Reyna. Javier Duarte, de Veracruz, está en una
cárcel guatemalteca en espera de su extradición, mientras que el de Chihuahua,
César Duarte, está por convertirse en prófugo de la justicia, como es el
destino mediato de Roberto Borge, de Quintana Roo. Rodrigo Medina, de Nuevo
León, lleva casi un año defendiéndose de ir a la cárcel en forma definitiva
ante lo que se acusa a la mayoría, desvío de recursos. Qué sistema político tan podrido es bajo el cual se rigen más de 120
millones de mexicanos.
Castillo Cervantes, que tiene 56 años
y corría el riesgo de ser sentenciado a 20 años de prisión, optó por hablar y
declararse culpable, para convertirse en un testigo protegido del Departamento
de Justicia de Estados Unidos.
Entre las relaciones que tuvo, de
acuerdo con los documentos de la Corte Federal, aparecen varios exgobernadores,
como Enrique Peña Nieto, del Estado de México, aunque no hay insinuación en lo que se conoce
públicamente de ningún acto de corrupción o desvíos de dinero. No existe señal
alguna sobre qué más pudiera aparecer en las 30 mil fojas del expediente, pues si
bien 'el rey de los Dragones' trató con políticos y empresarios de todo el
país, no significa que se dieran irregularidades en cada contrato que obtuvo.
Un paisano suyo lo ayudó a
introducirse en los grandes círculos del poder, Juan Armando Hinojosa, del
Grupo Higa, y los exgobernadores, Enrique Martínez y Martínez, de Coahuila y
Alfredo del Mazo González, del Estado de México, lo llevaban con gobernadores
para ofrecer sus servicios. Castillo Cervantes solía invitar a reuniones de negocios a una de sus
casas en Texas a gobernadores mexicanos, a quienes les enviaba sus aviones para
que los transportaran sin mayor problema. Cuántos de quienes estuvieron ahí
participaron de actos delictivos, no se sabe.
Lo que sí
aparece con detalle en el expediente son los diferentes modelos de creación de
empresas fantasmas para triangular operaciones financieras ilegales con cuatro
de los cinco exgobernadores, que supuestamente participaron del multimillonario
esquema de corrupción, que se extendió durante casi 15 años, y que utilizó
paraísos fiscales en el Caribe. La ingeniería financiera que describió Castillo Cervantes involucra a empresarios
en varios estados y a secretarios de Finanzas en las entidades señaladas, pero
también arroja elementos que llaman la atención, como el que varias cuentas a
las que se transfirieron recursos ilegales, según la justicia estadounidense,
estuvieran a nombre de algunos de los exgobernadores.
El descuido para cubrir las huellas
de actos criminales habla de negligencia y hasta una tontería, pero sobre todo
de la idea de impunidad. Vistas las líneas de tiempo de las investigaciones en Estados Unidos,
que están mostrando la corrupción de gobernadores, el sabor de boca que deja es
que los incentivos para administrar dentro de los límites de la ley fueron
mucho menores que aquellos para enriquecerse a costa del erario, y sin pensar
en la rendición de cuentas, que los ha alcanzado.
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