Enrique
Quintana.
Ayer le
comentaba en este espacio que era necesario desarrollar una narrativa convincente
que persuada a los inversionistas de que si, por alguna razón, no se consigue
ratificar el T-MEC en el Congreso de Estados Unidos antes del comienzo de las
elecciones primarias, no sería una tragedia para México.
Ha
trascendido ya una parte de las exigencias que los representantes demócratas
acordaron con el representante comercial de la Casa Blanca.
Ha
trascendido que se ha planteado que haya visitas de inspección del gobierno de
Estados Unidos, para asegurarse del cumplimiento de la legislación laboral.
El sector
privado, a través del Consejo Coordinador Empresarial, planteó ayer, de plano,
el rechazo a este mecanismo.
Pero
preocupa que el gobierno, hasta ahora, no haya tenido ningún pronunciamiento.
En este
tramo final de la negociación, ya en 'tiempos extras', los demócratas en el
Congreso de EU 'olfatearon' que el gobierno de AMLO está desesperado por
conseguir la ratificación del Tratado y, por lo tanto, en esta coyuntura en la
que pareciera en el ánimo de conceder lo que Estados Unidos demande,
eventualmente podría dar entrada a las inspecciones foráneas.
Va a ser
relevante que, así como el gobierno de AMLO rechazó inmediatamente la 'ayuda
militar' ofrecida por el presidente Trump, luego de la tragedia de los LeBarón,
también ponga el alto de inmediato a un intento de EU de convertirse en
vigilante de la aplicación de la ley.
El
gobierno ha hecho una gran apuesta a la ratificación del Tratado, un tema que
se ve como un importante detonador de inversiones.
La
posición negociadora de México sería muy diferente si la economía mexicana
estuviera creciendo y la inversión privada no estuviera en picada.
Hace dos
semanas, Nancy Pelosi se reunió con Richard Trumka, el líder de la AFL-CIO,
la organización sindical más poderosa de Estados Unidos.
Tras la
reunión, Pelosi señaló que los demócratas ratificarían el Tratado siempre y
cuando hubiera disposiciones que aseguraran el cumplimiento en México de las
normas laborales establecidas en el Tratado.
La líder
de los demócratas en la Cámara de Representantes no quiere poner en riesgo el
respaldo de los sindicatos a su partido en las elecciones de 2020, ni a ella en
el juicio político en contra del presidente Trump.
Tienen
razón quienes señalan, día con día, que en el contexto en el que hoy estamos,
el T-MEC es un instrumento fundamental de certidumbre ante un presidente como
Trump, que tiene arranques proteccionistas, de los que ayer fueron víctimas
Brasil y Argentina, a quienes impuso aranceles al acero y aluminio.
Pero,
también tienen toda la razón los que señalan que el Tratado que se firmaría y
ratificaría no sería para esta coyuntura ni para este sexenio, sino quizás por
lo menos para los próximos 20 a 25 años, por lo que hay que cuidar de no
meterse un autogol del que pudiéramos arrepentirnos por mucho tiempo.
Allí está
la gran red de protección que representa la vigencia del TLCAN.
Lo decíamos
ayer y lo reiteramos ante la evidencia que se dio a conocer este lunes: es
tiempo de generar una narrativa que persuada a empresarios e inversionistas de
que pase lo que pase con el T-MEC, el tratado que entró en vigor en 1994, sigue
vigente.
Si la
opinión generalizada es que sin el T-MEC se perderían los asideros de la
estabilidad, entonces eventualmente hay que prepararnos para la turbulencia.
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