miércoles, 14 de junio de 2017

Metrobús 7: Dónde quedó la bolita.

Salvador Camarena.

Que no le digan que no le cuenten, la Línea 7 del Metrobús no está detenida a causa de un juez preocupado por estatuas grafiteadas y árboles con muérdago en el Paseo de la Reforma.

No, damita, no, caballero, la cosa en la capital de la República es muy distinta a lo que le dicen voces oficiales y oficiosas.

Si quieren saber dónde quedó la bolita comencemos por decir dos cosas sobre el juez Fernando Silva –no necesariamente un treehugger y menos un amateur– que decidió la suspensión de las obras por razones ambientales y patrimoniales.


Silva tiene historial en casos de derechos humanos. Ha escrito lo mismo sobre el juicio de Castañeda contra el Estado por negar a un ciudadano el derecho a ser votado, que sobre feminicidios en Ciudad Juárez o la jurisdicción militar en el caso Rosendo Radilla.

Y fue el juez que hace un par de años concedió, y con ello puso a girar a todo el espectro políticomediático, un amparo a favor de las audiencias de Carmen Aristegui, a quien MVS sacó del aire semanas después de la emisión del reportaje de la Casa Blanca, de tan grata memoria en Los Pinos.

Así que ustedes decidan dónde ponen su apuesta sobre quién tiene la razón en esta controversia: ¿se la juegan en términos jurídicos con el gobierno de la ciudad que acaba de ser demandado por sus propios constituyentes por la ley electoral que recién aprobaron? ¿O con un juez como Fernando Silva? ¿Quién da más? Anímese joven.

¿Quieren la neta? La Línea 7 del Metrobús no está detenida por el juez Silva. De hecho, ya estaba detenida, al menos en la zona de Polanco.

Parada por sencillas razones: porque lanzan obras sin socialización con los vecinos, sin tener los permisos debidos, sin credibilidad luego de tantas cosas que prometieron y no cumplieron.

Lo de este gobierno (es un decir) es la afición por marear con trucos de merolico: subiremos el precio del Metro y el servicio será óptimo; el corredor Chapultepec es un rescate; los terrenos de la tercera sección del bosque de Chapultepec no se privatizarán; el velódromo se muere de ganas de ser estadio de fut; los permisos de construcción no se venden; las inspecciones no son discrecionales; el patrimonio inmobiliario se defiende; los árboles ruegan que los talemos y, ya dijo Frau Müller, el ozono está mejor que nunca.

Y en esa línea un día dijeron: ya sé, chief, pones Metrobús en Reforma y aunque no ordenemos las cafres rutas mexiquenses (sí, llamen al Conapred, para que certifique que son cafres) ¡PUM!, chief, magia: el tráfico y el aire mejorarán.

La línea 7 está detenida porque el exGDF se muere de miedo de ordenar las rutas mexiquenses que operan en Periférico y Reforma. Porque mienten al decir que no se cargarán árboles. Porque meses después de iniciar las obras llevan semanas sin ser capaces de decir claramente dónde y cómo darán vuelta los metrobuses frente al Auditorio. Porque no han convencido de que las unidades que meterán son la mejor tecnología y no los saldos de un país lejano. Está en suspenso porque en mala hora chocaron la ineptitud y el desdén gubernamental con los prejuicios de algunos vecinos y las dudas legítimas de otros.

Así se les cayó el bizne del mall de Chapultepec, la rueda de la fortuna en Chapultepec, la norma 30 y 31 de vivienda social…


Así se les paró esta semana el Metrobús. En pleno Reforma. No por un juez. Sino por las improvisaciones y la chafez.

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