Salvador Camarena.
Que no le
digan que no le cuenten, la Línea 7 del Metrobús no está detenida a causa de un
juez preocupado por estatuas grafiteadas y árboles con muérdago en el Paseo de
la Reforma.
No, damita,
no, caballero, la cosa en la capital de la República es muy distinta a lo que
le dicen voces oficiales y oficiosas.
Si quieren saber dónde quedó la
bolita comencemos por decir dos cosas sobre el juez Fernando Silva –no
necesariamente un treehugger y menos un amateur– que decidió la suspensión de
las obras por razones ambientales y patrimoniales.
Silva tiene historial en casos de
derechos humanos. Ha escrito lo mismo sobre el juicio de Castañeda contra el
Estado por negar a un ciudadano el derecho a ser votado, que sobre feminicidios
en Ciudad Juárez o la jurisdicción militar en el caso Rosendo Radilla.
Y fue el juez que hace un par de años
concedió, y con ello puso a girar a todo el espectro políticomediático, un
amparo a favor de las audiencias de Carmen Aristegui, a quien MVS sacó del aire
semanas después de la emisión del reportaje de la Casa Blanca, de tan grata memoria
en Los Pinos.
Así que
ustedes decidan dónde ponen su apuesta sobre quién tiene la razón en esta
controversia: ¿se la juegan en términos jurídicos con el gobierno de la ciudad
que acaba de ser demandado por sus propios constituyentes por la ley electoral
que recién aprobaron? ¿O con un juez como Fernando Silva? ¿Quién da más?
Anímese joven.
¿Quieren la neta? La Línea 7 del
Metrobús no está detenida por el juez Silva. De hecho, ya estaba detenida, al
menos en la zona de Polanco.
Parada por
sencillas razones: porque lanzan obras
sin socialización con los vecinos, sin tener los permisos debidos, sin
credibilidad luego de tantas cosas que prometieron y no cumplieron.
Lo de este
gobierno (es un decir) es la afición por marear con trucos de merolico: subiremos
el precio del Metro y el servicio será óptimo; el corredor Chapultepec es un
rescate; los terrenos de la tercera sección del bosque de Chapultepec no se
privatizarán; el velódromo se muere de ganas de ser estadio de fut; los
permisos de construcción no se venden; las inspecciones no son discrecionales;
el patrimonio inmobiliario se defiende; los árboles ruegan que los talemos y,
ya dijo Frau Müller, el ozono está mejor que nunca.
Y en esa
línea un día dijeron: ya sé, chief, pones Metrobús en Reforma y aunque no
ordenemos las cafres rutas mexiquenses (sí, llamen al Conapred, para que
certifique que son cafres) ¡PUM!, chief, magia: el tráfico y el aire mejorarán.
La línea 7 está detenida porque el
exGDF se muere de miedo de ordenar las rutas mexiquenses que operan en
Periférico y Reforma. Porque mienten al decir que no se cargarán árboles.
Porque meses después de iniciar las obras llevan semanas sin ser capaces de
decir claramente dónde y cómo darán vuelta los metrobuses frente al Auditorio.
Porque no han convencido de que las unidades que meterán son la mejor
tecnología y no los saldos de un país lejano. Está en suspenso porque en mala
hora chocaron la ineptitud y el desdén gubernamental con los prejuicios de
algunos vecinos y las dudas legítimas de otros.
Así se les
cayó el bizne del mall de Chapultepec, la rueda de la fortuna en Chapultepec,
la norma 30 y 31 de vivienda social…
Así se les
paró esta semana el Metrobús. En pleno Reforma. No por un juez. Sino por las
improvisaciones y la chafez.
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