Luego de
casi tres años en prisión, en los que se autonombró preso político y recibió el
apoyo de organizaciones civiles nacionales y extranjeras que clamaban por su
liberación, el 11 de mayo de 2017 un juez federal le concedió la libertad tras
pagar una fianza de 30 mil pesos y se le condicionó a no salir del estado de
Michoacán ni del país.
Hoy, desde Morelia, el doctor Mireles
habla de sus años en la lucha, la forma en que considera el Estado mexicano le
tendió una trampa, y de su futuro:
Salvo unos
retratos familiares no podría decirse que éste, donde hoy vive, es un hogar. La
falta de artículos le dan un tono impersonal al recinto.
Mireles Valverde viste una holgada
camisa y el sombrero con el que incluso se identifica su silueta. El bajo
optimismo por su salud se compensa con la exaltación que le provoca hablar de
la reciente historia de Michoacán, que también es la suya.
—En el
levantamiento, ¿alguna vez usted se sintió por encima de la Ley?
—Jamás. Siempre actúe conforme a la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. El artículo 10 de la
Constitución es muy claro. Todo ciudadano mexicano tiene derecho a poseer un
arma para su legítima defensa. En ninguna parte de la Constitución dice la
matrícula ni la marca. Tampoco te ordena que la tengas sepultada en el lodo,
bajo los colchones o encerrada bajo llave. De qué sirve un arma en esas
condiciones, si delante de ti están matando a tus hijos, a tus hermanos y a tus
padres. ¿De qué sirve?
—En algún
momento, ¿dispuso de la vida otras personas?
—Jamás. Nuestra única consigna era
fortalecer siempre nuestras barricadas, trincheras, para que esa gente no
volviera a tomar nuestros pueblos. Tomando nuestros pueblos, tomaban nuestras
vidas, nuestras haciendas, ya eran dueños de nuestra productividad, propiedad,
y nuestras hijas. Las trataban como si fueran de ellos, a las de 10, 11, 12
años. Y delante de ti te decían: “me la bañas y me la cambias, y ahorita me la
voy a llevar”. Muchos padres se las bañaban, se las cambiaban y se las daban.
Se las regresaban a los seis meses de embarazo, ya cuando eran muy inútiles
para ellos en sus porquerías. Eso es lo que pasaba. Yo jamás tuve la necesidad
de mandar a matar a nadie.
—¿Lo
agredieron a usted?
—Yo quería tragarme a los
desgraciados que por su culpa murió mi madre, cuando fue el segundo secuestro
en mi familia, a mi hermana la más chica. Yo me los quería tragar, yo no traía
arma. Y me preguntaban, ¿y si te los encuentras? Pues me los voy a tragar, a
mordidas o como sea, pero me los voy a tragar, respondía. Lo mismo que le
hicieron a mí y a mi familia se lo hicieron a otras familias. No ocupé la
venganza, ni nada de eso. No fue necesario.
—¿Desde
dónde se gestionó su captura?
—Eso ya lo sabemos todos: fue desde
el Estado mexicano.
—¿Qué
hubiera pasado si Mireles no hubiera sido encarcelado?
—Yo pienso que tres meses más, y
limpio todo el estado de Michoacán, porque habíamos limpiado a las principales
regiones productivas del estado.
—¿El Estado
no estuvo de acuerdo con que usted limpiara Michoacán?
—No les conviene que no haya crimen,
porque se mantienen del crimen. Así son estos políticos y gobernantes que
tenemos ahora. No se mantienen del sueldito que deben ganar siendo empleados
del pueblo. Porque según el Artículo 39 de la Constitución, todos ellos:
presidentes municipales, senadores, diputados, presidente de la República, son
empleados del pueblo, pero actúan como verdugos del pueblo.
—En el caso
de su detención el tema son las armas. Entiendo que el mismo Alfredo Castillo,
entonces comisionado federal en Michoacán, había autorizado la portación de
armas…
—Claro, para todos. […] En la reunión
del 14 de abril, de lo que ahora es el Cereso de Tierra Caliente, fue la
reunión de los acuerdos del supuesto desarme. Nos pidieron que armáramos a
nuestros escoltas, que registráramos las armas y que se pasaran todos los
exámenes que hacen: psicométrico, psicobiológico, antidoping, etcétera,
etcétera, puro teatro, pura estupidez.
—¿Entonces
ellos mismos registraron sus armas?
—No pueden decir ellos que no sabían
que no traíamos armas registradas, si ellos mismos las registraron. No hay más
de que una Secretaría de la Defensa Nacional. No hay más que una sola Ley de
armas de fuego y exclusivas del Ejercito. No hay más.
Hacia mayo de 2014, apenas dos meses
antes de que Mireles fuese detenido por la supuesta portación de armas de uso
exclusivo del Ejército, más de 6 mil armas de autodefensas habían sido
registradas y de éstas 4 mil 500 eran para uso militar.
—Además de
las armas aparecieron unas pequeñas cuotas de estupefacientes…
—Todo es falso. Tanto las armas que
echaron, como los estupefacientes. El encargado de mi aprehensión llega y me
avienta unos fierros viejos bien oxidados. Y me dijo: “mira lo que te voy a
cargar”. Le dije: “señor mis armas, están nuevecitas y están en su casa”. Le
dije: “yo no ando cargando pendejadas”. Y todavía me dice: “pues yo no sé qué
le hiciste al pendejo de Castillo, pero es él quien me mandó a chingarte”.
—Citando
todas estas irregularidades, ¿cree que Alfredo Castillo debería estar preso?
—Pues ya sabemos que el sistema
premia a sus súbditos los más criminales, los más bandidos. ¿Qué esperamos del
sistema que tenemos ahorita?, ¿qué lo aprese?, cómo lo van a apresar si es de
los más allegados del presidente de la República, primo hermano del Procurador
General de la República, él fue el que nos dejó el Procurador que tiene
Michoacán. Nos dejó a la delegada de la PGR que tiene Michoacán. Él fue el que
uniformó a Los Viagras, les dio armas, les dio credenciales y son los líderes
de los cárteles ahorita. ¿Quién es más criminal? Manuel Mireles, que lo único
que hizo fue defender su vida y su pueblo, o el que vino a armar a los
criminales para que nos siguieran jodiendo a todos los civiles.
—Hablamos de
su estancia en prisión. ¿Sus antiguos compañeros autodefensas le siguieron
apoyando en prisión o le dieron la espalda?
—Al contrario, se me sumó muchísima
más gente a dar todo su apoyo moral. Pero la gente tiene mucho temor de luchar
contra el sistema. Oiga, fue a visitarme el General Gallardo [José Francisco
Gallardo Rodríguez], el Padre Solalinde [Alejandro Solalinde Guerra], el Obispo
Vera [José Raúl Vera López], el Senador Ruffo [Ernesto Ruffo Appel], el Senador
Corral [Javier Corral Jurado], y no los dejaron entrar. Ese es el grado de
incomunicación en el que me tenían. No creo que yo estuviera solo con esas
grandes personalidades tratando de hablar conmigo. Al contrario.
—¿Usted
guarda rencor en contra de las personas que lo metieron preso?
—No, fíjate. En primer lugar, porque
son estúpidos que sólo obedecieron órdenes. Les dije: “cumplan con su trabajo,
yo no quiero ser culpable de que por mí no les den de tragar a sus hijos este
año”. Pero Dios es grande. Yo creo que en la justicia divina. No puedo darme el
lujo de odiar a ningún estúpido, porque sería rebajarme a su nivel. No son
hombres, yo sí, y peleé junto con hombres. Esa es la gran diferencia entre esos
estúpidos y tu servidor.
—Se ha
vuelto una figura polémica. ¿Sólo Dios puede juzgarlo?
—Yo creo que es el único. La
Constitución te puede juzgar, pero quién va ser el Juez que amparado en la
Constitución va hacer justicia. Toda esa bola de señores que se ostentan de
jueces y magistrados sólo obedecen órdenes de un solo estúpido. La misma
Constitución dice que todos somos inocentes hasta que no se demuestre lo
contrario. Y qué hacen estos desgraciados, primero te vas al pinche bote, y ya
que termine el proceso, si eres inocente que te vaya bien.
—Viendo
todas estas irregularidades, ¿su salida está acompasada con los tiempos del fin
del sexenio?
—Mira, mi respuesta como preso
político es que la Constitución jamás me iba ayudar a salir. No en sí por el
espíritu de justicia de la Constitución, sino por el espíritu chingativo de los
que manejan la Constitución. Esa es la realidad. Si quisieran enjuiciarme ya
hubiera salido libre, porque ya cumplí. Son cuatro años de cárcel a quien trae
un arma, siempre y cuando no traiga registro, ni cotación, ni nada. Yo traía
todo [en regla]. Y se paga con las dos terceras partes de la pena compurgada.
—¿Lo vamos a
seguir viendo enrolado en causas sociales?
—Estoy abriendo más trincheras y a
otros niveles. No estoy cerrando las mías, estoy aumentando las mías. Porque el
movimiento social nunca va terminar hasta que no exista la paz en Michoacán y
en la Nación. Todo depende de que el Gobierno federal se decida a otorgar la
paz que el pueblo le exige y le demanda, y que además tiene todo el derecho de
exigirle, de gritarle y de demandarle.
—Las
injusticias persisten…
—Lo saben en todas las televisiones,
un desgraciado se roba 5 mil 800 millones de pesos y sale libre con 7 millones
de fianza. Mientras que al señor que se roba una gallina le dan 10 años de
prisión, como lo denuncia un chiquillo de Quintana Roo. ¿Dónde está la
justicia? Y si la justicia nada más es para el 10 por ciento de los mexicanos,
¡aguas! El 90 por ciento ya estamos despertando. Y sabemos usar armas. Si las
armas legales no nos funcionan, sabemos usar las otras, y somos perfectos,
somos excelentes tiradores. Aguas. O se empareja la justicia o hacemos lo que
nos enseñó la maestra de párvulos Arcelia Sandoval, si la justicia se
contraviene contra el derecho, la justicia debe prevalecer, aunque la justicia
nazca de las manos del mismo pueblo. Y cuando eso sucede ya no hay vuelta para
atrás y eso lo sabemos, ustedes lo saben porque está escrito en todos los
libros de historia. Y ese es el futuro que le espera al sistema mexicano, si no
empieza a respetar la Constitución.
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