viernes, 16 de junio de 2017

México, palero de Trump.

Dolia Estévez.

Donald Trump no tiene política hacia América Latina. No ha pisado pie en el patio trasero. Ni hay señales de que alguna vez lo haga. Prefiere que los lideres vengan a prestarle pleitesía. Después de África, quizá América Latina sea el continente que menos le importa. Sólo México, Venezuela y Cuba aparecen en su radar. Y no por otra cosa que, por deseos de cumplir promesas pasadas, como dar marcha atrás a la apertura histórica hacia Cuba y rehacer o deshacer el tratado comercial con México.

La actitud obsequiosa de Luis Videgaray de ofrecer a México de palero en la embestida diplomática contra Nicolás Maduro–el indefendible verdugo del pueblo venezolano a quien Trump acusa de ser cómplice de Raúl Castro–es parte del andamiaje.


La negligencia sería mayor de no ser por Marco Rubio. El senador cubanoamericano logró ganarse el oído de Trump. Él fue quien le vendió retroceder en Cuba. Es su pieza clave en el Capitolio. Durante la famosa audiencia senatorial en la que el despedido ex director del FBI James Comey exhibió a Trump como un mentiroso patológico, Rubio se auto designó abogado defensor de facto del mandatario. Lo defendió a capa y espada y acusó a Comey de “filtrador” al servicio de The New York Times.

No siempre fue así. En la campaña, Trump ridiculizó a Rubio llamándolo “Little Marco” debido a su relativamente corta edad y desplantes infantiles en los debates. Rubio trató de ponerse al tú por tú intercambiando insultos con el blasfemo precandidato pero le salió el tiro por la culata. Hoy son aliados. Se cubren mutuamente las espaldas. Intercambian favores. Hacen componendas. Tú me das Cuba y yo te defiendo. No hay duda que, como dicen los clásicos, el poder marea a los tontos y vuelve loco a los pendejos.

CUBA.

Este viernes, se espera que Trump anuncie en Miami, para ser exactos en la llamada “pequeña La Habana”, el revés parcial de aspectos clave de la política de normalización hacia Cuba instrumentada por Barack Obama. Endurecerá las restricciones para viajar a la isla, lo que no sólo afectará a la industria turística cubana, en la que el régimen comunista de Castro tiene fuertes intereses, sino a las empresas hoteleras y de transporte estadounidenses que en los últimos dos años han hecho inversiones importantes.

Resulta paradójico que Trump cierre oportunidades al sector que lo hizo billonario cuando, no hace mucho, ejecutivos de Trump Tower exploraron, en violación al embargo, la posibilidad de abrir un club de golf y una sucursal de la cadena de hoteles propiedad del presidente.

También resulta inverosímil que uno de los pretextos esgrimidos por Rubio para apretar la política cubana sea la violación de derechos humanos y falta de libertades en la isla. Al gobierno de Trump le importa muy poco el tema de los derechos humanos en el mundo. Trump se siente mejor entre represores como Erdogan y los monarcas árabes que entre líderes europeos respetuosos de los derechos humanos.

Es ridículo creer que el regreso al pasado ayudará a mejorar los derechos humanos en Cuba. En años recientes, aún antes de la formalización de relaciones con EU, ha habido un leve mejoramiento en esa materia y un mayor acceso al Internet. Entre menos aislada esté Cuba, mejores serán las posibilidades para que la naciente sociedad civil cubana conquiste las libertades democráticas fundamentales a las que tiene derecho.

VENEZUELA.

Venezuela obsesiona tanto a Rubio como Cuba. Fue él quien gestionó la reunión de febrero de Trump con la activista venezolana Lilian Tintori, esposa del líder opositor encarcelado. Tintori llegó a la Oficina Oval de la mano de Rubio. “Venezuela debería sacar de prisión inmediatamente a Leopoldo López, prisionero político y esposo de @liliantintori (la acabo de conocer con @marcorubio)”, tuiteó Trump.

Semanas después, Enrique Peña Nieto siguió los pasos de Trump. También recibió a Tintori en Los Pinos. “El presidente Peña Nieto está preocupado de lo que está viviendo el pueblo venezolano… el presidente… está impulsando desde México, con la región… resultados concretos con la OEA”, dijo Tintori.

Las insólitas reuniones de Trump y Peña con Tintori sirvieron de preámbulo al endurecimiento de la política ante la dictadura de Maduro.

MÉXICO.

Videgaray, quien en esas fechas visitó la Casa Blanca varias veces, subió a México al ring. De la noche a la mañana tomó el liderazgo en la OEA para tratar de deponer a Maduro. No se sabe si fue a petición expresa de Trump. Fuentes diplomáticas asumen que sí, pero no hay corroboración. El conducto natural de una petición así sería Jared Kushner, yerno y asesor de Trump, con quien Videgaray conversó varias veces sin informar a la opinión pública. México, desde luego, niega ser palero de Washington.

Hay quienes dicen que el activismo de Videgaray más bien puede interpretarse como respuesta a la justificada critica de que México no tiene política exterior y de que estaba marginado en América Latina especialmente con un canciller novato sin experiencia que ve más hacia al Norte. Otros argumentan que México peca de acomedido bajo la creencia de que quedando bien con Trump podrá arrancarle concesiones en la mesa de negociaciones comerciales.


De ser el caso, sólo queda concluir que Videgaray es más ingenuo de lo que aparenta. A estas alturas del juego el gobierno peñista debería saber que no hay campo de maniobra en el trato con el presidente más mentiroso, inepto, ignorante y petulante de la historia de EU.

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