Darío Ramírez.
Los corruptos atacan
cuando son perseguidos. Se mueven. Tienen redes y buscan dos cosas: la
supervivencia de su sistema y una defensa eficaz para jamás enfrentar la
justicia. Los corruptos jamás doblan las manos ni se rinden.
Los corruptos buscan
destruir las instituciones. Avanzan y se cuelan en el sistema político para
infiltrarse en las instituciones y usarlas para su conveniencia y, si se puede,
debilitarlas al máximo. Y sí, siempre se puede golpear a las instituciones
democráticas.
La última ofensiva
contra la lucha anticorrupción, que merece toda nuestra atención, proviene de
Guatemala. El pasado
mes de agosto, el presidente Jimmy
Morales, flanqueado por su gabinete y miembros de las fuerzas armadas informó
del cese de funciones de la Comisión Internacional contra la Impunidad en
Guatemala (CICIG) –Comisión creada con los auspicios de la ONU-, el próximo 3
de septiembre 2019.
La decisión de no
renovar el mandato del organismo internacional con cooperación nacional ya fue
notificada al Secretario General de la ONU. El cuestionado presidente llevó su
conflicto al más alto nivel cuando el día de antier ante el seno de la Asamblea
General de Naciones Unidas acusó que “La CICIG ha llegado a ser una amenaza
para la paz en Guatemala. La CICIG ha montado un sistema de terror, un sistema
donde el que piensa diferente lo persigue, lo investiga”.
Vale la pena la siguiente aclaración para entender el
contexto del conflicto: La CICIG
investiga al presidente Morales por financiación ilegal de su campaña, y, la
Comisión ha pedido la retirada del fuero presidencial para proceder contra el
presidente. Según fuentes expertas en el país centroamericano, el presidente
guatemalteco está cada vez más acorralado por los indicios de delitos que
rodean su campaña. El presidente tuvo
que ver cómo su hermano e hijo eran encarcelados por fraude fiscal.
Ante las investigaciones
Jimmy Morales ha emprendido una feroz ofensiva contra el organismo
internacional y su fiscal, Iván Velásquez, nombrado en 2013, a quien el
gobierno de Morales ha prohibido la entrada al país. Su odio por el Fiscal
también fue recitado en el seno de Naciones Unidas.
Así mismo, Morales
omitió en su discurso en la Asamblea General que decidió desobedecer la orden
de la Corte Constitucional que le obligaba a permitir el regreso al país de
Velásquez para continuar con su trabajo. Al mismo tiempo, el Secretario General
ha respaldado a Velásquez y le ha pedido que nombre a un Fiscal Adjunto para
que continúe con las labores.
El sistema de justicia
en Guatemala está en riesgo por las acciones de Morales. Pero no solo eso, es
un sistema innovador y eficiente (más no perfecto) que ha dado aliento a la
lucha anticorrupción en el continente.
Los ataques de Morales
contra la Comisión de Naciones Unidas tendrán un efecto muy nocivo en muchos
países de la región. El innovador trabajo de la CICIG que ha expuesto el abuso
de poder y enjuiciar la corrupción, ha reconstruido la confianza de las
personas en las instituciones públicas y en la justicia. Su desmantelamiento
sería una dulce victoria para un régimen corrupto.
Está claro que lo que
Jimmy Morales y su grupo pretenden es cooptar el sistema judicial de nuevo,
porque ellos van a estar dirigiendo cortes cuando la CICIG se retire y así
asegurarían su impunidad.
La motivación del
presidente para emprender una feroz campaña contra la CICIG pasa por: ser
investigado directamente él – recordemos que la investigación en su contra está
sustentada con declaraciones de gente que le dio el dinero de manera ilegal
para su campaña y que son confesos- y el tema de su familia, también que su
partido está lleno de gente procesada por la misma CICIG.
El trabajo de la
Comisión ha sido valorado a lo lardo de la última década por su papel para
llevar a juicio a presidentes y expresidentes, altos funcionarios,
narcotraficantes o empresarios por delitos de corrupción.
De hecho, esta agencia
fue clave en la victoria de Morales en 2015, luego de que sus investigaciones
llevaran a la renuncia del entonces mandatario, Otto Pérez Molina, en prisión
tras ser acusado de dirigir una red de corrupción aduanera y malversar fondos
públicos. Desde entonces, la popularidad del presidente Morales -un neo-evangélico
sin experiencia política que llegó al poder bajo el lema “ni corrupto ni ladrón
“- se resquebrajó.
Los últimos sondeos
revelan que la aceptación del mandatario se encuentra en su nivel más bajo,
inferior al 20%, mientras una encuesta de abril de 2018 mostró que la CICIG era
la institución mejor valorada por los guatemaltecos, con un 70% de aprobación.
Guatemala se ha vuelto
un referente en la lucha anticorrupción.
Diversas voces hemos
señalado la conveniencia de importar el modelo a México. Andrés Manuel López
Obrador siempre se ha mostrado abierto a la cooperación internacional.
Recientemente afirmó que la ONU apoyaría en una comisión de la verdad sobre el
caso Ayotzinapa. De ser esto cierto, se abre una gran posibilidad para que en
México pueda prosperar una CICIG que atienda los casos de corrupción e
impunidad que más han lastimado a la sociedad mexicana.
Aunque todavía no asume funciones el presidente electo, las señales previas no son del todo
alentadoras. Ante un sistema de procuración de justicia quebrado, las acciones
del nuevo gobierno deben estar inequívocamente enfocadas a: crear una fiscalía
autónoma separada del poder político. Como elemento complementario para crear
confianza y proveer de justicia, López Obrador debería considerar crear una
CICIG en México. Ambas acciones serían claras señales de que no hay pacto de
impunidad transexenal y que el combate a la impunidad va muy en serio. Veremos.
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