José Gil
Olmos.
Andrés Manuel López Obrador ha sido
ave de tempestades. Desde que en su juventud fue literalmente expulsado de
Tabasco por cambiar la forma de elegir a los candidatos a las presidencias
municipales mediante asambleas y no por el dedo del gobernador, hasta ahora que
es presidente electo, sus propuestas, palabras acciones y hasta gestos han
generado opiniones a favor o en contra, pero nunca ha pasado desapercibido.
Originario
de Macuspana, Tabasco, cuando llegó a la Ciudad de México algunos personajes
como Ignacio Ovalle, entonces director de CONASUPO, le dio cobijo y le ayudó a
que se colocara en el Instituto Nacional del Consumidor. Pero pronto se
involucró en la corriente democrática del PRI encabezada por Cuauhtémoc
Cárdenas, Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo donde encontró terreno fértil
para sus ideas y su proyecto político.
Personaje carismático, a su paso
siempre ha generado animadversiones y simpatías que con el tiempo ha sabido
administrar, principalmente estas últimas. Es así que, en el pináculo de su
camino político, el pasado 1 de julio recibió el voto de 30 millones de
ciudadanos esperanzados en que encarne el cambio largamente postergado.
Los
desapacibles anti López Obrador le
llaman “chairos” a quienes apoyan de manera fiel su proyecto de gobierno y le
perdonan los graves traspié que ha dado en este largo periodo de cinco meses de
transición. Esta corriente crítica no deja pasar una sola oportunidad para
denostar las acciones, actitudes, decisiones del presidente electo y su equipo,
así como de atacar y calificar de manera despectiva a los seguidores del futuro
presidente.
Y aunque a veces son cuestionamientos
estridentes centrados en hechos de poca importancia, una buena parte de estas
críticas encuentran eco en las redes sociales donde la ira social desemboca no
solo en descalificaciones sino en insultos y en una peligrosa una furia verbal
que refleja un resentimiento social que de llevarse a la práctica podrían
derivar en actos de violencia.
Los 30 millones de chairos, como les
llaman a quienes simpatizan con López Obrador, no son en su totalidad
seguidores ciegos de la causa del tabasqueño.
Más bien forman esta expresión social de inconformidad que se expresó en
las urnas y que aun hoy mantienen vigentes sus demandas.
Aunque los críticos de López Obrador
tienen muchas razones para hacer ver las contradicciones del próximo jefe del
ejecutivo, la mayoría alimentadas por el mismo tabasqueño y sus colaboradores
que han ido reconociendo la imposibilidad de cumplir con todas las promesas de
campaña, las denostaciones de un buen número de usuarios de las redes sociales
reflejan sobre todo el estado de ánimo de este sector de la sociedad que se
mantiene incrédulo a la promesa del cambio y que se justifica luego de los
fracasos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
Pero este ejército de críticos en
redes sociales no alcanza la cantidad de simpatizantes o chairos que siguen
apoyando a López Obrador, muchos de ellos no son usuarios de redes sociales y
siguen creyendo que habrá una mejoría en su calidad de vida en los primeros
años de la administración entrante.
Este votante chairo, si es que así le
quieren llamar despectivamente los contrarios al próximo presidente, aunque
tiene dudas se mantiene vigente porque siguen con la idea y la esperanza de un
cambio y de una mejoría en el país permanece en su ánimo, sobre todo ante el
aumento de la violencia, de los niveles de inseguridad y la incertidumbre que
todos los días se le estrella en su vida cotidiana.
Por cierto….
Según la versión popular Chairo es la
persona que se hace “chaquetas mentales” y da explicaciones poco coherentes a
la realidad. Si nos atenemos a esta definición popular, muchos antichairos
caerían en los que tanto critican en su simpatía inmanente por el gobierno
saliente. Por otro lado, urge que López Obrador y su equipo dejen atrás los
discursos de campaña, con arengas y el uso de términos que funcionaron para
atraer votos pero que ahora ya no tienen sentido. El bono de confianza tiene
fecha de caducidad y el periodo de aprendizaje para algunos de sus
colaboradores se está agotando.
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