miércoles, 26 de septiembre de 2018

30 millones de chairos.


José Gil Olmos.

Andrés Manuel López Obrador ha sido ave de tempestades. Desde que en su juventud fue literalmente expulsado de Tabasco por cambiar la forma de elegir a los candidatos a las presidencias municipales mediante asambleas y no por el dedo del gobernador, hasta ahora que es presidente electo, sus propuestas, palabras acciones y hasta gestos han generado opiniones a favor o en contra, pero nunca ha pasado desapercibido.

Originario de Macuspana, Tabasco, cuando llegó a la Ciudad de México algunos personajes como Ignacio Ovalle, entonces director de CONASUPO, le dio cobijo y le ayudó a que se colocara en el Instituto Nacional del Consumidor. Pero pronto se involucró en la corriente democrática del PRI encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo donde encontró terreno fértil para sus ideas y su proyecto político.

Personaje carismático, a su paso siempre ha generado animadversiones y simpatías que con el tiempo ha sabido administrar, principalmente estas últimas. Es así que, en el pináculo de su camino político, el pasado 1 de julio recibió el voto de 30 millones de ciudadanos esperanzados en que encarne el cambio largamente postergado.

Los desapacibles anti López Obrador le llaman “chairos” a quienes apoyan de manera fiel su proyecto de gobierno y le perdonan los graves traspié que ha dado en este largo periodo de cinco meses de transición. Esta corriente crítica no deja pasar una sola oportunidad para denostar las acciones, actitudes, decisiones del presidente electo y su equipo, así como de atacar y calificar de manera despectiva a los seguidores del futuro presidente.

Y aunque a veces son cuestionamientos estridentes centrados en hechos de poca importancia, una buena parte de estas críticas encuentran eco en las redes sociales donde la ira social desemboca no solo en descalificaciones sino en insultos y en una peligrosa una furia verbal que refleja un resentimiento social que de llevarse a la práctica podrían derivar en actos de violencia.

Los 30 millones de chairos, como les llaman a quienes simpatizan con López Obrador, no son en su totalidad seguidores ciegos de la causa del tabasqueño.  Más bien forman esta expresión social de inconformidad que se expresó en las urnas y que aun hoy mantienen vigentes sus demandas.

Aunque los críticos de López Obrador tienen muchas razones para hacer ver las contradicciones del próximo jefe del ejecutivo, la mayoría alimentadas por el mismo tabasqueño y sus colaboradores que han ido reconociendo la imposibilidad de cumplir con todas las promesas de campaña, las denostaciones de un buen número de usuarios de las redes sociales reflejan sobre todo el estado de ánimo de este sector de la sociedad que se mantiene incrédulo a la promesa del cambio y que se justifica luego de los fracasos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Pero este ejército de críticos en redes sociales no alcanza la cantidad de simpatizantes o chairos que siguen apoyando a López Obrador, muchos de ellos no son usuarios de redes sociales y siguen creyendo que habrá una mejoría en su calidad de vida en los primeros años de la administración entrante.

Este votante chairo, si es que así le quieren llamar despectivamente los contrarios al próximo presidente, aunque tiene dudas se mantiene vigente porque siguen con la idea y la esperanza de un cambio y de una mejoría en el país permanece en su ánimo, sobre todo ante el aumento de la violencia, de los niveles de inseguridad y la incertidumbre que todos los días se le estrella en su vida cotidiana.

Por cierto…. Según la versión popular Chairo es la persona que se hace “chaquetas mentales” y da explicaciones poco coherentes a la realidad. Si nos atenemos a esta definición popular, muchos antichairos caerían en los que tanto critican en su simpatía inmanente por el gobierno saliente. Por otro lado, urge que López Obrador y su equipo dejen atrás los discursos de campaña, con arengas y el uso de términos que funcionaron para atraer votos pero que ahora ya no tienen sentido. El bono de confianza tiene fecha de caducidad y el periodo de aprendizaje para algunos de sus colaboradores se está agotando.

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