viernes, 28 de septiembre de 2018

Los Zetas Inc.: El grupo criminal pasa del narco a una “compañía” pujante en el sector energético.

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En un reportaje profusamente documentado y que se convirtió en el libro Los Zetas Inc. –publicado por Planeta, en su colección Temas de hoy–, la académica e investigadora Guadalupe Correa-Cabrera revela cómo el cártel de Los Zetas, inicialmente formado por ex militares que servían como sicarios, organizó de forma corporativa cada una de sus prácticas comerciales, que incluyen el contrabando, los secuestros y la piratería de música y películas.

Mención aparte merece la incursión de Los Zetas en el comercio ilegal de petróleo crudo, gas natural y gasolina, no sólo por medio del robo o saqueo, sino también con el uso de empresas fachada que se aprovechan de los cambios constitucionales realizados en el sexenio del Presidente Enrique Peña Nieto a la legislación del sector energético mexicano.

Además, la autora –quien es profesora asociada profesora asociada de la Escuela Schar de Política y Gobierno en la Universidad de George Mason, en Virginia, Estados Unidos– afirma que la estrategia gubernamental de enfrentar al narco por medio de las armas contribuyó a que la situación en el país se asemeje a la de una guerra civil que arroja beneficios económicos para algunos. Entre esos beneficiados están las compañías productoras de armamento, el sistema bancario internacional y las compañías internacionales de petróleo y gas.

Esta investigación puntual desvela las claves para entender una estructura con la cual esta facción del crimen organizado ha pasado a convertirse, prácticamente, en un nuevo tipo de corporativo transnacional.

La investigadora compara al cártel de Los Zetas con tres grandes empresas transnacionales, para tratar de entender su funcionamiento: la primera es Exxon Mobil, un corporativo del sector energético con múltiples subsidiarias; la segunda es Halliburton, una compañía de inversiones que también domina en el terreno de los hidrocarburos, y la tercera es Blackwater, dedicada a ofrecer servicios de seguridad.

Esto lleva a una pregunta central: ¿Quién se beneficia de la violencia que impulsan cárteles como el de Los Zetas? Lupita Correa afirma que son los favorecidos son varios actores: los corporativos del sector energético, las compañías financieras transnacionales, las firmas que ofrecen seguridad privada, los bancos y el complejo militar e industrial de seguridad de la frontera en Estados Unidos.

CAPÍTULO 1. LOS ORÍGENES DE LOS ZETAS.

Este capítulo explica cómo iniciaron Los Zetas —como el brazo armado del Cártel del Golfo (CdG)— y describe la formación de la Compañía. También examina la batalla por el control de Tamaulipas entre esta sociedad criminal y La Federación, una alianza formada por el Cártel de Sinaloa y otras agrupaciones criminales. Adicionalmente, el capítulo ilustra la excepcionalidad de Los Zetas, las victorias iniciales en contra de la Federación y su independencia final del Cártel del Golfo.

La resultante autonomía de Los Zetas implicó la creación de una organización criminal transnacional (OCT) sumamente exitosa y extremadamente violenta que ha transformado el rostro del crimen organizado en México y otras partes del hemisferio.

EL CÁRTEL DEL GOLFO TAMAULIPAS-TEXAS: UNA FRONTERA ESTRATÉGICA.

Con una larga línea divisoria con Texas y una línea costera extensa, el estado mexicano de Tamaulipas tiene una de las fronteras más dinámicas en Latinoamérica. Tan sólo la aduana de Nuevo Laredo maneja aproximadamente 40 por ciento del comercio entre México y Estados Unidos, y los tres principales puertos marítimos de Tamaulipas alojan a más de la mitad de los barcos cuyo destino es el mercado europeo.

Dada su ubicación, el estado se encuentra en una posición natural para desempeñar un papel clave en el tráfico de drogas y el tráfico ilegal de personas hacia el norte, a Estados Unidos, y en el tráfico de armas hacia el sur, a México y Centroamérica. Sus principales ciudades fronterizas (Nuevo Laredo, Miguel Alemán, Reynosa, Río Bravo y Matamoros) son los puntos más cercanos de entrada para los traficantes que importan cargamentos ilícitos a través de los puertos marítimos en los estados de Quintana Roo y Yucatán y a lo largo del Golfo de México, así como a través de los importantes puertos que se encuentran en el Pacífico.

Con una ubicación tan estratégica, en Tamaulipas las actividades de tráfico ilegal inevitablemente se desarrollaron y proliferaron junto con actividades comerciales legales. Esto no sólo generó violentas disputas por la tierra sino que también rejuveneció “antiguas y violentas confrontaciones políticas por el control de todo [lo] transportado a través de este territorio”.

A medida que el comercio a lo largo de la frontera creció, especialmente el comercio ilegal, el crimen organizado se enquistó en el estado. De acuerdo con el consultor de seguridad y exfuncionario de inteligencia Eduardo Guerrero, “la forma y el tamaño de la frontera [de Tamaulipas] alentó las actividades de tráfico ilegal, y, así, apareció ahí inicialmente una organización poderosa y cohesionada con un fuerte liderazgo, la génesis del Cártel del Golfo”.

Este grupo criminal “no sólo fue un pionero en el tráfico de drogas a gran escala, sino que también fue un vanguardista en el desarrollo de un brazo armado con disciplina militar y una elevada potencia de fuego”.

LOS ORÍGENES DEL CÁRTEL DEL GOLFO.

La agricultura y la manufactura (maquila) han sido durante mucho tiempo las principales fuentes de desarrollo legítimo en Tamaulipas. Sin embargo, durante el último siglo, el tráfico de drogas comenzó a ser un factor clave en la economía del estado, y el Cártel del Golfo fue un actor importante. Esta organización criminal surgió en la ciudad de Matamoros y, con el tiempo, dominó las actividades ilegales claves y el crimen organizado en Tamaulipas durante varias décadas.

Sus orígenes pueden rastrearse hasta la década de 1930, cuando juan N . (Nepomuceno) Guerra comenzó a traficar whisky hacia Estados Unidos durante la Prohibición. A partir del whisky, Guerra extendió sus operaciones para incluir muchos otros productos, entre ellos alcohol, cigarros, ropa, autos, maquinaria y artículos electrónicos. En las décadas que siguieron agregó a su portafolios las apuestas, la prostitución y el robo de autos. En general, Guerra no era considerado un capo de la droga (narcotraficante), sino más bien un contrabandista.

Su organización, que posteriormente se convertiría en el CdG, comenzó a crecer y con el tiempo se convirtió en una “empresa criminal rentable”. En este proceso, Guerra comenzó a construir una compleja red de relaciones con políticos y funcionarios en todos los niveles de gobierno y en ambos lados de la frontera.

Detrás de la historia contemporánea de Tamaulipas, de acuerdo con el profesor Israel Covarrubias, se encuentra una compleja “historia de élites políticas y empresariales que alentaron los negocios criminales durante décadas”, haciendo de este estado una especie de “cápsula del tiempo”, en la cual la ausencia de democracia y transferencia del poder promovió la monopolización de los recursos económicos.

Bajo semejantes condiciones, un “sistema de violencia feudal fue impulsado no sólo por miembros del crimen organizado, sino por funcionarios públicos actuales y anteriores a niveles muy elevados”. Guerra inició la moda de mezclarse con las élites y estableció una enorme red de contactos políticos en el noreste de México. Mantuvo una amistad cercana con influyentes líderes sindicales de la región y con exgobernadores de Tamaulipas, incluyendo a Praxedis Balboa (19631969), Enrique Cárdenas (1975-1981) y Emilio Martínez Manatou (1981-1987). Esta red incluía no sólo a figuras políticas locales, sino también a líderes influyentes a nivel nacional como el dirigente sindical Joaquín Hernández Galicia (alias La Quina) y Raúl Salinas Lozano, exsecretario de Industria y Comercio y padre del expresidente Carlos Salinas de Gortari.

EL CAPO DEL GOLFO.

La organización de Guerra creció considerablemente y se volvió extremadamente influyente en los mercados ilícitos de Tamaulipas y el Golfo de México. Sin embargo, a mediados de los años 1980 —cuando la frontera de Tamaulipas se convirtió en un corredor estratégico de tráfico de drogas que, finalmente, facilitaría la llegada de los narcóticos a la Costa Este de Estados Unidos— la expansión del grupo se aceleró espectacularmente.

“Debido a los éxitos de interdicción por parte de Estados Unidos en el Caribe durante [finales de la década de 1980] y la década de 1990, México [se convirtió] en la más importante estación de paso para la cocaína y heroína producidas en los Andes, y [siguió siendo] un importante productor de marihuana y metanfetaminas”.

Al mismo tiempo, la naturaleza y permeabilidad de la frontera entre México y Estados Unidos permitió “un fácil tránsito hacia Estados Unidos”, y la tajada de México en lo relacionado con el comercio de las drogas creció ininterrumpidamente. Este crecimiento considerable del tráfico de drogas a lo largo de la frontera norte de México se hizo especialmente visible en la parte este de la frontera entre México y Estados Unidos, en la frontera Tamaulipas-Texas, un área que parecía estar abandonada u olvidada por las autoridades.

Muy pocos analistas, creadores de políticas públicas y autoridades de seguridad pública prestaban atención a lo que estaba ocurriendo ahí, particularmente las actividades y flujos de comercio ilícitos. Durante esta época, los traficantes de drogas colombianos comenzaron a establecer importantes alianzas con sus contrapartes mexicanas como respuesta a una creciente demanda de sustancias ilícita. En este nuevo contexto, Juan García Ábrego, el sobrino y sucesor de Juan N . Guerra, negoció con los hermanos Rodríguez-Orijuela, del Cártel de Cali, y acordaron transportar drogas desde la frontera sur de México hasta Texas a cambio de la mitad de cada cargamento.

Como afirma el escritor Damon Tabor: “Fue un acuerdo más riesgoso, pero inmensamente más rentable, y, al final, dio nacimiento a una de las primeras organizaciones importantes de narcóticos de México: el Cártel del Golfo”.

Estas nuevas operaciones requerirían una coordinación logística a una mayor escala, la adquisición de aviones y otros equipos sofisticados, la construcción de pistas de aterrizaje, bodegas clandestinas y acuerdos para sobornar a las autoridades de seguridad pública a lo largo de la frontera sur, en el noreste de México y a lo largo de la región del Golfo de México.

Conocido por algunos como “El Capo del Golfo”, Juan García Ábrego hizo prosperar el negocio de su tío introduciendo el tráfico de drogas a gran escala. El negocio de las drogas se volvió particularmente rentable hacia finales de la década de 1980 y en la de 1990, un periodo durante el cual el Cártel del Golfo estaba introduciendo cocaína, marihuana, metanfetaminas y heroína a ciudades estadounidenses importantes.

Se estima que hacia el final de ese periodo el ingreso anual del CdG por llevar a cabo esta actividad fue de aproximadamente de 20.000 millones de dólares: irónicamente, la misma suma de dinero que Estados Unidos prestó a México para superar la crisis financiera de 1995.

Para mediados de la década de 1990, la organización había crecido considerablemente y había consolidado su posición en la región de Tamaulipas, gracias a las relaciones políticas que Juan N. Guerra comenzó a forjar y García Ábrego extendió y fortaleció.

El CdG creó gradualmente una compleja red de corrupción que involucraba al crimen organizado y autoridades gubernamentales de Tamaulipas. Esta red de corrupción incluía a funcionarios gubernamentales de todos los niveles del gobierno estatal y local. Incluso se forjaron vínculos cercanos entre el CdG y el gobierno federal, incluyendo la rama ejecutiva, de hecho, el crecimiento exponencial del Cártel del Golfo no fue únicamente resultado de la visión o las capacidades de liderazgo de García Ábrego.

La complicidad de políticos claves y la participación de la policía de todos los niveles en las operaciones de tráfico de drogas fueron cruciales y permitieron que el capo de la droga del CdG controlara aproximadamente 30% de la cocaína que cruzaba hacia Estados Unidos por tierra a mediados de la década de 1990.

Juan García Abrego fue detenido por las autoridades mexicanas el 14 de enero de 1996, en su rancho de Villa Juárez, Nuevo León. Al día siguiente fue extraditado a Estados Unidos, donde tenía pendientes más 100 cargos en su contra. La imagen del 15 de enero de 1996 cuando fue entregado a agentes del FBI. Foto: PGR

Algunos calcularon que quienes estuvieron involucrados en el negocio del tráfico de drogas durante esa época gastaron aproximadamente 500 millones de dólares al año en sobornos asignados a todos los niveles del gobierno mexicano. El CdG, en alianza con el gobierno de Tamaulipas, también logró obtener casi el control total de los medios de comunicación para forzar la cooperación entre los disidentes.

En resumen, las autoridades locales y otras figuras sociales y políticas claves colaboraron muy de cerca con este grupo dedicado al tráfico de drogas. Con sus prácticas intimidantes, la organización se convirtió en un actor criminal predominante que disfrutaba de lazos estrechos con funcionarios corruptos a todos los niveles de gobierno, periodistas, empresarios, migrantes y pandillas, así como con otros grupos vinculados con el crimen organizado en Estados Unidos.

En los años venideros, el Cártel del Golfo “dejaría de ser una organización criminal regional que actuaba como una subsidiaria de los cárteles de la droga colombianos para convertirse en un actor clave en el negocio transnacional del tráfico de drogas”.

LA COMPAÑÍA: HISTORIA, ALIADOS Y ENEMIGOS.

Osiel Cárdenas y Los Zetas: los orígenes de la Compañía.

En 1996, García Ábrego fue capturado y deportado a Estados Unidos. Su sucesor indirecto fue Osiel Cárdenas (alias el Mata-Amigos), un hombre que transformaría el panorama del crimen organizado en México.

El liderazgo y la estrategia de Cárdenas ayudaron a fortalecer el monopolio local del Cártel del Golfo sobre las actividades ilegales, al tiempo que continuaron diversificando sus fuentes de ingreso. El estilo del liderazgo de Cárdenas, sin embargo, fue distinto al de su predecesor, en parte debido a que no tenía los mismos mecanismos de control que García Ábrego, el cual favorecía el extenso uso de las redes de protección gubernamental combinado con una violencia quirúrgica de bajo perfil. Cárdenas, que alguna vez fue mecánico en Matamoros, consolidó su poder en la organización a través del uso generalizado de la violencia y, en particular, a través de la introducción de los Zetas a finales de la década de 1990 como los ejecutores armados del Cártel del Golfo.

Los miembros de este grupo de sicarios estaban “altamente entrenados y eran totalmente eficientes”. El grupo se creó para apoderarse del territorio y eliminar a los rivales, y supuestamente tomó su nombre de la señal utilizada durante las llamadas telefónicas militares del primer comandante.

Según la mayoría de los reportes, el grupo inicialmente estaba compuesto por Arturo Guzmán decena (alias el Z-1) y treinta miembros del Ejército mexicano, muchos de los cuales venían de fuera de Tamaulipas. Se trataba de desertores que pertenecían a las fuerzas de élite.

Estaban entrenados en el uso de equipo militar altamente especializado, así como en las operaciones de contrainsurgencia. De acuerdo con algunos informes, recibieron entrenamiento de gobiernos extranjeros en Estados Unidos, Israel y otros países.

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