En un
reportaje profusamente documentado y que se convirtió en el libro Los Zetas
Inc. –publicado por Planeta, en su colección Temas de hoy–, la académica e
investigadora Guadalupe Correa-Cabrera
revela cómo el cártel de Los Zetas, inicialmente formado por ex militares que
servían como sicarios, organizó de forma corporativa cada una de sus prácticas
comerciales, que incluyen el contrabando, los secuestros y la piratería de
música y películas.
Mención aparte merece la incursión de
Los Zetas en el comercio ilegal de petróleo crudo, gas natural y gasolina, no
sólo por medio del robo o saqueo, sino también con el uso de empresas fachada
que se aprovechan de los cambios constitucionales realizados en el sexenio del
Presidente Enrique Peña Nieto a la legislación del sector energético mexicano.
Además, la
autora –quien es profesora asociada profesora asociada de la Escuela Schar de
Política y Gobierno en la Universidad de George Mason, en Virginia, Estados
Unidos– afirma que la estrategia
gubernamental de enfrentar al narco por medio de las armas contribuyó a que la
situación en el país se asemeje a la de una guerra civil que arroja beneficios
económicos para algunos. Entre esos beneficiados están las compañías
productoras de armamento, el sistema bancario internacional y las compañías
internacionales de petróleo y gas.
Esta investigación puntual desvela
las claves para entender una estructura con la cual esta facción del crimen
organizado ha pasado a convertirse, prácticamente, en un nuevo tipo de
corporativo transnacional.
La
investigadora compara al cártel de Los
Zetas con tres grandes empresas transnacionales, para tratar de entender su
funcionamiento: la primera es Exxon Mobil, un corporativo del sector energético
con múltiples subsidiarias; la segunda es Halliburton, una compañía de
inversiones que también domina en el terreno de los hidrocarburos, y la tercera
es Blackwater, dedicada a ofrecer servicios de seguridad.
Esto lleva a
una pregunta central: ¿Quién se
beneficia de la violencia que impulsan cárteles como el de Los Zetas? Lupita
Correa afirma que son los favorecidos son varios actores: los corporativos del
sector energético, las compañías financieras transnacionales, las firmas que
ofrecen seguridad privada, los bancos y el complejo militar e industrial de
seguridad de la frontera en Estados Unidos.
CAPÍTULO 1.
LOS ORÍGENES DE LOS ZETAS.
Este capítulo explica cómo iniciaron
Los Zetas —como el brazo armado del Cártel del Golfo (CdG)— y describe la formación
de la Compañía. También examina la batalla por el control de Tamaulipas entre
esta sociedad criminal y La Federación, una alianza formada por el Cártel de
Sinaloa y otras agrupaciones criminales. Adicionalmente, el capítulo ilustra la
excepcionalidad de Los Zetas, las victorias iniciales en contra de la
Federación y su independencia final del Cártel del Golfo.
La resultante autonomía de Los Zetas
implicó la creación de una organización criminal transnacional (OCT) sumamente
exitosa y extremadamente violenta que ha transformado el rostro del crimen
organizado en México y otras partes del hemisferio.
EL CÁRTEL
DEL GOLFO TAMAULIPAS-TEXAS: UNA FRONTERA ESTRATÉGICA.
Con una
larga línea divisoria con Texas y una línea costera extensa, el estado mexicano
de Tamaulipas tiene una de las fronteras más dinámicas en Latinoamérica. Tan
sólo la aduana de Nuevo Laredo maneja aproximadamente 40 por ciento del
comercio entre México y Estados Unidos, y los tres principales puertos
marítimos de Tamaulipas alojan a más de la mitad de los barcos cuyo destino es
el mercado europeo.
Dada su
ubicación, el estado se encuentra en una posición natural para desempeñar un
papel clave en el tráfico de drogas y el tráfico ilegal de personas hacia el
norte, a Estados Unidos, y en el tráfico de armas hacia el sur, a México y
Centroamérica. Sus principales ciudades fronterizas (Nuevo Laredo, Miguel
Alemán, Reynosa, Río Bravo y Matamoros) son los puntos más cercanos de entrada
para los traficantes que importan cargamentos ilícitos a través de los puertos
marítimos en los estados de Quintana Roo y Yucatán y a lo largo del Golfo de
México, así como a través de los importantes puertos que se encuentran en el
Pacífico.
Con una
ubicación tan estratégica, en Tamaulipas las actividades de tráfico ilegal
inevitablemente se desarrollaron y proliferaron junto con actividades
comerciales legales. Esto no sólo generó violentas disputas por la tierra sino
que también rejuveneció “antiguas y violentas confrontaciones políticas por el
control de todo [lo] transportado a través de este territorio”.
A medida que
el comercio a lo largo de la frontera creció, especialmente el comercio ilegal,
el crimen organizado se enquistó en el estado. De acuerdo con el consultor de
seguridad y exfuncionario de inteligencia Eduardo Guerrero, “la forma y el
tamaño de la frontera [de Tamaulipas] alentó las actividades de tráfico ilegal,
y, así, apareció ahí inicialmente una organización poderosa y cohesionada con
un fuerte liderazgo, la génesis del Cártel del Golfo”.
Este grupo
criminal “no sólo fue un pionero en el tráfico de drogas a gran escala, sino
que también fue un vanguardista en el desarrollo de un brazo armado con
disciplina militar y una elevada potencia de fuego”.
LOS ORÍGENES
DEL CÁRTEL DEL GOLFO.
La
agricultura y la manufactura (maquila) han sido durante mucho tiempo las
principales fuentes de desarrollo legítimo en Tamaulipas. Sin embargo, durante
el último siglo, el tráfico de drogas comenzó a ser un factor clave en la
economía del estado, y el Cártel del Golfo fue un actor importante. Esta
organización criminal surgió en la ciudad de Matamoros y, con el tiempo, dominó
las actividades ilegales claves y el crimen organizado en Tamaulipas durante
varias décadas.
Sus orígenes
pueden rastrearse hasta la década de 1930, cuando juan N . (Nepomuceno) Guerra
comenzó a traficar whisky hacia Estados Unidos durante la Prohibición. A partir
del whisky, Guerra extendió sus operaciones para incluir muchos otros
productos, entre ellos alcohol, cigarros, ropa, autos, maquinaria y artículos
electrónicos. En las décadas que siguieron agregó a su portafolios las
apuestas, la prostitución y el robo de autos. En general, Guerra no era considerado
un capo de la droga (narcotraficante), sino más bien un contrabandista.
Su
organización, que posteriormente se convertiría en el CdG, comenzó a crecer y
con el tiempo se convirtió en una “empresa criminal rentable”. En este proceso,
Guerra comenzó a construir una compleja red de relaciones con políticos y
funcionarios en todos los niveles de gobierno y en ambos lados de la frontera.
Detrás de la historia contemporánea
de Tamaulipas, de acuerdo con el profesor Israel Covarrubias, se encuentra una
compleja “historia de élites políticas y empresariales que alentaron los
negocios criminales durante décadas”, haciendo de este estado una especie de
“cápsula del tiempo”, en la cual la ausencia de democracia y transferencia del
poder promovió la monopolización de los recursos económicos.
Bajo semejantes condiciones, un
“sistema de violencia feudal fue impulsado no sólo por miembros del crimen
organizado, sino por funcionarios públicos actuales y anteriores a niveles muy
elevados”. Guerra inició la moda de mezclarse con las élites y estableció una
enorme red de contactos políticos en el noreste de México. Mantuvo una amistad
cercana con influyentes líderes sindicales de la región y con exgobernadores de
Tamaulipas, incluyendo a Praxedis Balboa (19631969), Enrique Cárdenas
(1975-1981) y Emilio Martínez Manatou (1981-1987). Esta red incluía no sólo a
figuras políticas locales, sino también a líderes influyentes a nivel nacional
como el dirigente sindical Joaquín Hernández Galicia (alias La Quina) y Raúl
Salinas Lozano, exsecretario de Industria y Comercio y padre del expresidente
Carlos Salinas de Gortari.
EL CAPO DEL
GOLFO.
La
organización de Guerra creció considerablemente y se volvió extremadamente
influyente en los mercados ilícitos de Tamaulipas y el Golfo de México. Sin
embargo, a mediados de los años 1980 —cuando la frontera de Tamaulipas se
convirtió en un corredor estratégico de tráfico de drogas que, finalmente,
facilitaría la llegada de los narcóticos a la Costa Este de Estados Unidos— la
expansión del grupo se aceleró espectacularmente.
“Debido a
los éxitos de interdicción por parte de Estados Unidos en el Caribe durante
[finales de la década de 1980] y la década de 1990, México [se convirtió] en la
más importante estación de paso para la cocaína y heroína producidas en los
Andes, y [siguió siendo] un importante productor de marihuana y
metanfetaminas”.
Al mismo
tiempo, la naturaleza y permeabilidad de la frontera entre México y Estados
Unidos permitió “un fácil tránsito hacia Estados Unidos”, y la tajada de México
en lo relacionado con el comercio de las drogas creció ininterrumpidamente.
Este crecimiento considerable del tráfico de drogas a lo largo de la frontera
norte de México se hizo especialmente visible en la parte este de la frontera
entre México y Estados Unidos, en la frontera Tamaulipas-Texas, un área que
parecía estar abandonada u olvidada por las autoridades.
Muy pocos analistas, creadores de
políticas públicas y autoridades de seguridad pública prestaban atención a lo
que estaba ocurriendo ahí, particularmente las actividades y flujos de comercio
ilícitos. Durante esta época, los traficantes de drogas colombianos comenzaron
a establecer importantes alianzas con sus contrapartes mexicanas como respuesta
a una creciente demanda de sustancias ilícita. En este nuevo contexto, Juan
García Ábrego, el sobrino y sucesor de Juan N . Guerra, negoció con los
hermanos Rodríguez-Orijuela, del Cártel de Cali, y acordaron transportar drogas
desde la frontera sur de México hasta Texas a cambio de la mitad de cada cargamento.
Como afirma
el escritor Damon Tabor: “Fue un acuerdo
más riesgoso, pero inmensamente más rentable, y, al final, dio nacimiento a una
de las primeras organizaciones importantes de narcóticos de México: el Cártel
del Golfo”.
Estas nuevas operaciones requerirían
una coordinación logística a una mayor escala, la adquisición de aviones y
otros equipos sofisticados, la construcción de pistas de aterrizaje, bodegas
clandestinas y acuerdos para sobornar a las autoridades de seguridad pública a
lo largo de la frontera sur, en el noreste de México y a lo largo de la región
del Golfo de México.
Conocido por
algunos como “El Capo del Golfo”, Juan García Ábrego hizo prosperar el negocio
de su tío introduciendo el tráfico de drogas a gran escala. El negocio de las drogas se volvió particularmente rentable hacia
finales de la década de 1980 y en la de 1990, un periodo durante el cual el
Cártel del Golfo estaba introduciendo cocaína, marihuana, metanfetaminas y
heroína a ciudades estadounidenses importantes.
Se estima
que hacia el final de ese periodo el ingreso anual del CdG por llevar a cabo
esta actividad fue de aproximadamente de 20.000 millones de dólares:
irónicamente, la misma suma de dinero que Estados Unidos prestó a México para
superar la crisis financiera de 1995.
Para
mediados de la década de 1990, la organización había crecido considerablemente
y había consolidado su posición en la región de Tamaulipas, gracias a las
relaciones políticas que Juan N. Guerra comenzó a forjar y García Ábrego
extendió y fortaleció.
El CdG creó
gradualmente una compleja red de corrupción que involucraba al crimen
organizado y autoridades gubernamentales de Tamaulipas. Esta red de corrupción
incluía a funcionarios gubernamentales de todos los niveles del gobierno
estatal y local. Incluso se forjaron vínculos cercanos entre el CdG y el
gobierno federal, incluyendo la rama ejecutiva, de hecho, el crecimiento
exponencial del Cártel del Golfo no fue únicamente resultado de la visión o las
capacidades de liderazgo de García Ábrego.
La complicidad de políticos claves y
la participación de la policía de todos los niveles en las operaciones de
tráfico de drogas fueron cruciales y permitieron que el capo de la droga del
CdG controlara aproximadamente 30% de la cocaína que cruzaba hacia Estados
Unidos por tierra a mediados de la década de 1990.
Juan García
Abrego fue detenido por las autoridades mexicanas el 14 de enero de 1996, en su
rancho de Villa Juárez, Nuevo León. Al día siguiente fue extraditado a Estados
Unidos, donde tenía pendientes más 100 cargos en su contra. La imagen del 15 de
enero de 1996 cuando fue entregado a agentes del FBI. Foto: PGR
Algunos
calcularon que quienes estuvieron involucrados en el negocio del tráfico de
drogas durante esa época gastaron aproximadamente 500 millones de dólares al
año en sobornos asignados a todos los niveles del gobierno mexicano. El CdG, en
alianza con el gobierno de Tamaulipas, también logró obtener casi el control
total de los medios de comunicación para forzar la cooperación entre los
disidentes.
En resumen, las autoridades locales y otras figuras
sociales y políticas claves colaboraron muy de cerca con este grupo dedicado al
tráfico de drogas. Con sus prácticas intimidantes, la organización se convirtió
en un actor criminal predominante que disfrutaba de lazos estrechos con
funcionarios corruptos a todos los niveles de gobierno, periodistas,
empresarios, migrantes y pandillas, así como con otros grupos vinculados con el
crimen organizado en Estados Unidos.
En los años
venideros, el Cártel del Golfo “dejaría de ser una organización criminal
regional que actuaba como una subsidiaria de los cárteles de la droga
colombianos para convertirse en un actor clave en el negocio transnacional del
tráfico de drogas”.
LA COMPAÑÍA:
HISTORIA, ALIADOS Y ENEMIGOS.
Osiel
Cárdenas y Los Zetas: los orígenes de la Compañía.
En 1996,
García Ábrego fue capturado y deportado a Estados Unidos. Su sucesor indirecto
fue Osiel Cárdenas (alias el Mata-Amigos), un hombre que transformaría el
panorama del crimen organizado en México.
El liderazgo
y la estrategia de Cárdenas ayudaron a fortalecer el monopolio local del Cártel
del Golfo sobre las actividades ilegales, al tiempo que continuaron
diversificando sus fuentes de ingreso. El estilo del liderazgo de Cárdenas, sin
embargo, fue distinto al de su predecesor, en parte debido a que no tenía los
mismos mecanismos de control que García Ábrego, el cual favorecía el extenso
uso de las redes de protección gubernamental combinado con una violencia
quirúrgica de bajo perfil. Cárdenas, que alguna vez fue mecánico en Matamoros,
consolidó su poder en la organización a través del uso generalizado de la
violencia y, en particular, a través de la introducción de los Zetas a finales
de la década de 1990 como los ejecutores armados del Cártel del Golfo.
Los miembros
de este grupo de sicarios estaban “altamente entrenados y eran totalmente
eficientes”. El grupo se creó para apoderarse del territorio y eliminar a los
rivales, y supuestamente tomó su nombre de la señal utilizada durante las
llamadas telefónicas militares del primer comandante.
Según la mayoría de los reportes, el
grupo inicialmente estaba compuesto por Arturo Guzmán decena (alias el Z-1) y
treinta miembros del Ejército mexicano, muchos de los cuales venían de fuera de
Tamaulipas. Se trataba de desertores que pertenecían a las fuerzas de élite.
Estaban entrenados en el uso de
equipo militar altamente especializado, así como en las operaciones de
contrainsurgencia. De acuerdo con algunos informes, recibieron entrenamiento de
gobiernos extranjeros en Estados Unidos, Israel y otros países.
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