lunes, 2 de diciembre de 2019

Las memorias incómodas de Tatiana Clouthier.


Jorge Zepeda Patterson

Revisar a agua pasada lo que sucedió en la campaña electoral de 2018 parecería un tanto ocioso. Sobre todo cuando no nos damos abasto para comentar el día a día de una presidencia tan polémica como la de Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, el recuento que ha hecho Tatiana Clouthier de esos meses vertiginosos ofrece claves importantes para entender mejor lo que hoy estamos viviendo.

Juntos Hicimos Historia, el libro publicado por la coordinadora de campaña de AMLO tiene el enorme mérito de hablar las cosas al chile, como podría haber dicho esta norteña claridosa. Eso y la peculiar cualidad de haber sido colocada en el centro mismo de la operación a pesar de ser una extraña a ese círculo íntimo, le permiten una mirada desde adentro a veces de extrañeza frente a los usos y costumbres de las tribus de Morena, en otras ocasiones incluso de reprobación, pero siempre honesta y bien intencionada. En ese sentido me parece que constituye un testimonio imprescindible para observar con todos sus claroscuros la verdadera naturaleza del líder y el grupo que le rodea.

Tatiana Clouthier fue panista buena parte de su vida. Hija y activista en la campaña de Maquío por la presidencia del país en 1988, diputada blanquiazul, candidata y coordinadora en diversas campañas de ese partido. Renunció al PAN en 2005 tras la elección de Manuel Espino a la dirección y dedicó afanes y desvelos a distintas organizaciones y causas de la sociedad civil. Eso la fue llevando poco a poco a buscar un cambio político por otras vías hasta entender que el tabasqueño era la única alternativa para impulsar un México diferente. Hizo trabajo a su favor en la campaña de 2012 y volvió a acercarse para el 2018. Y no fue poca su sorpresa cuando él la invitó a asumir la coordinación de la campaña.

No fue la única cosa que le sorprendió. Este candidato no se parecía a nada con lo que se hubiera topado antes. Le desesperó que acudiera al primer debate con un saco que le quedaba grande o se pusiera una camisa nueva para el segundo debate sin habérsela probado antes (las que traía le quedaban ajustadas por haber engordado durante la campaña). AMLO no pone atención a esas cosas, se quejaba la coordinadora pues le parecía que cedían puntos frente rivales que se presentaban impecables, frescos y muy bien entrenados ante las cámaras de televisión. Por el contrario, su gallo no solo rechazaba las pautas obvias a seguir por todo candidato según los expertos, también despreciaba reuniones importantes con la élite o con medios de comunicación decisivos, en su afán de andar por rancherías y visitar los 300 distritos del país. Pero a la postre reconoce que la autenticidad de Andrés Manuel terminó siendo la estrategia correcta porque trasmitió una imagen real y verosímil a diferencia del producto fabricado que proyectaron Ricardo Anaya y José Antonio Meade.

Tatiana describe la manera en que a pesar de sus diferencias le va ganando la admiración y el respeto por López Obrador. Una y otra vez constata la arraigada sencillez y austeridad del candidato que a veces raya en lo absurdo: la modestia de hoteles y fondas que frecuenta, la infatigable manera en que saluda a los humildes y se toma la foto cien del día como si fuese la primera, la calidez del núcleo familiar del ahora presidente. Tatiana tiene una especial predilección por Beatriz Mueller y su texto ofrece ángulos desconocidos de la primera dama, que contrastan con la dura imagen que han proyectado los medios.

Eso no quiere decir que estuviera de acuerdo con todas las posiciones de López Obrador. Le costó trabajo entender la alianza con el PES, el partido de las iglesias evangélicas y más aún la invitación a personas como Napoleón Gómez, el controvertido líder de los mineros o a Manuel Bartlett el hombre que a su juicio había congelado el sistema en la elección en la que compitió su padre. En ambos casos expresó su sentir y ahora lo publica, algo inusitado en una coordinadora de campaña. En otras ocasiones llamó la atención al propio López Obrador sobre aspectos puntuales: “Ya no le digas señora Calderón a Margarita Zavala, son cosas que tienes que cuidar”; deja de hablar de amnistía para los criminales, habla mejor del proceso de paz. Le pidió una y otra vez que no criticara a la sociedad civil como un todo ni se peleara con la iniciativa privada de manera indiscriminada; no todas las organizaciones civiles son malas ni todos los empresarios son mafiosos; muchos están con nosotros. En algunas cosas AMLO le hizo caso en otras no. Si los consejos deveras sirvieran habría fábricas para producirlos, dice Tatiana. A la postre concluyó que el hombre tiene años de experiencia y casi siempre sus intuiciones han mostrado ser correctas.

El libro ofrece pasajes de oro molido sobre la corrupción de los hijos de Martha Sahagún, sobre la estrategia de empresarios como Germán Larrea o los hermanos Coppel en alianza con Enrique Krauze para hacer descarrilar la campaña de AMLO. Datos y anécdotas tras bambalinas que nos obligan a seguir leyendo. No hace falta espulgar entre líneas, porque como se ha dicho, la autora no tiene pelos en la lengua ni filtros en su pluma. En suma, un texto imprescindible de un personaje singular de nuestra fauna política.

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