Enrique
Quintana.
Tocamos
fondo en mayo y a partir de entonces, la actividad económica empieza a
recuperarse.
No es fácil
asumir esta afirmación cuando se observa que en el segundo trimestre del año el
PIB cayó en 18.9 por ciento respecto al mismo periodo del año pasado.
Estamos en
una etapa en la que las mediciones económicas son complejas porque tienen
varias lecturas, según la comparación que se haga.
Ayer, a
través de Twitter, el subgobernador del Banxico, el economista Jonathan Heath,
llamó la atención de un hecho relevante: si el Indicador General de Actividad
Económica (IGAE) de junio fuera consistente con los datos del PIB del segundo
trimestre, sería superior en 8.6 por ciento al del mes de mayo.
Hay que
recordar que, en abril, este indicador retrocedió en 17.6 por ciento respecto a
marzo, y en mayo, en 2.6 por ciento respecto a abril.
Ahora, el
crecimiento de junio dejaría el nivel del IGAE 12.8 por ciento por abajo del
que existía en marzo… pero con un fuerte crecimiento en junio respecto a mayo.
Para
complicar más el entendimiento de las cifras, al mismo tiempo que los datos del
Inegi se dieron a conocer, los del Departamento de Comercio de Estados Unidos
señalan un retroceso de la economía de ese país en 32.9 por ciento en el
segundo trimestre, lo que parece una caída aún más grave que la de México.
El problema
es que nuestros vecinos usualmente comparan las cifras del trimestre contra las
del trimestre previo (en lugar de hacerlo contra las del mismo periodo del año
anterior) y luego las anualizan. Si la comparación se efectuara como se hace en
México, la caída económica del segundo trimestre hubiera sido de 9.5 por ciento
y no de 32.9 por ciento.
Como ve,
depende qué es lo que usted quiera argumentar, hoy existe alguna forma de hacer
las comparaciones que sirve para ello, desde la existencia de una recuperación
en curso hasta una caída histórica de la economía.
Lo que
sucede en el ámbito de las mediciones económicas también pasa en el caso de las
de salud.
Aquí también
se puede demostrar que tenemos una crisis que va empeorando o bien una que va
controlándose.
Si su
objetivo es argumentar que la pandemia está bajo control en México, vea el
ritmo semanal de crecimiento del número total de contagiados. En la última
semana esa tasa fue de 12.7 por ciento. En la última semana de junio había sido
de 18.1 por ciento y en la última de mayo, de 32.1 por ciento.
Es un hecho
que el ritmo de crecimiento del número total de contagios va decreciendo.
Pero si ve
los datos absolutos, también podemos decir que las cosas van peor. En los
últimos siete días, los nuevos contagios sumaron 46 mil 175 personas; en los
últimos siete días de junio se agregaron 34 mil 679 y en los de mayo fueron 22
mil 41.
Claramente
se ve que el número de casos, mes con mes es mayor. Así que ¿cuál control de la
pandemia?
Como ve
usted, la estadística, correcta y sin ninguna manipulación de los datos, puede
funcionar para respaldar posiciones completamente encontradas.
Pero, entonces,
¿qué es lo correcto?, ¿qué es lo que realmente está sucediendo con la pandemia
y con la economía?, ¿vamos peor o mejoramos?
Los tiempos
como los que vivimos tienen la incómoda característica de ser ambiguos, de
estar llenos de luces y sombras. La tentación de ver todo negro es muy grande
porque es una visión sencilla, que nos atrae. Todo es culpa de AMLO y cuando se
vaya el mundo va a mejorar, dirían algunos.
Otros
señalarían que las cosas van mejor y que quienes se obstinan en ver desgracias
en todas partes son los que sólo quieren que el gobierno fracase.
El mundo es
más complejo de lo que ambas percepciones dicen y más nos vale entenderlo antes
de que caigamos en el siguiente desencanto.
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