Julio Astillero.
Hasta ahora
ha sido más el ruido que las nueces, aunque ello no significa que, en otro
momento procesal y político, no vaya a haber nueces.
Todo bajo
control y conforme al libreto: la Fiscalía General de la República aportando
datos, indicios y presuntas pruebas; Emilio Lozoya, ahora rebautizado para
efectos judiciales como ERLA (sus siglas: Emilio Ricardo Lozoya Austin),
declarándose no responsable ni culpable e invocando un aparato organizado de
poder que lo habría obligado a delinquir, y los jueces, José Artemio Zúñiga
Mendoza y Juan Carlos Ramírez Benítez, sobrellevando los protocolos de
actuación a sabiendas de que todo desembocará en el trato de interés mutuo que
han pactado la FGR y Palacio Nacional para que Lozoya no pise la cárcel, reciba
consideraciones y termine como testigo colaborador.
De España a
un hangar en la Ciudad de México y de ahí a un hospital privado (¿y luego, a
casita?); de Agronitrogenados a Odebrecht, ¿pasando por el calderonizado
Etileno XXI?; de gran corrupto a testigo colaborador, Lozoya ha ido fijando la
narrativa de su defensa (declararse un instrumento no doloso de un aparato
organizado de poder alejado del derecho, de lo cual dará nombres y cargos) a la
par que el aparato organizado del poder actual le ha ido cumpliendo las
promesas de buen trato y futuro desahogado.
Los dardos,
ciertamente, apuntan a Enrique Peña Nieto y a Luis Videgaray, con Felipe
Calderón Hinojosa como fuerte aspirante a entrar a la lista negra, además de
otros personajes medianos y menores, de partidismo variopinto. Ya se verá cómo
vienen los capítulos de esta serie de suspenso y emociones políticas.
Son pocos
los diputados federales (46) y senadores (13) del Partido Revolucionario
Institucional y ni siquiera atinan a ponerse de acuerdo en votaciones clave.
Este martes, los representantes priístas en la Comisión Permanente del Congreso
de la Unión, dos diputados y dos senadores, sufragaron en sentido distinto. Los
primeros (la yucateca Dulce María Sauri Riancho y el coahuilense Rubén Moreira
Valdés; ambos, ex gobernadores de sus estados) se unieron a la propuesta de
Morena para convocar a un periodo extraordinario de sesiones que permita
desahogar temas, sobre todo los de interés del presidente Andrés Manuel López
Obrador. Los segundos (Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari y Manuel Añorve,
ambos con interés político en Guerrero) se negaron a apoyar a Morena, como parte
de lo que se ha llamado el bloque de contención al partido ahora en el poder.
Con los votos de Sauri y Moreira se pudo convocar al citado periodo
extraordinario.
El enredo no
terminó ahí, el morenista Alejandro Moreno (es decir, morenista en cuanto a su apellido),
quien preside en alicaídos términos el comité nacional del PRI, tomó partido
dentro de su partido, al tuitear en dos entregas: “Por encima de todos los
temas políticos debe estar la salud y vida de las familias mexicanas. Los
diputados @DulceSauri y @rubenmoreiravdz votaron en congruencia a las
necesidades de México” y “Ante la crisis de salud no hay margen de error, el
verdadero costo político sería no actuar. Mi total apoyo y respaldo a
@DulceSauri y @rubenmoreiravdz, como mexicano, como priísta y como presidente
del @PRI_Nacional”.
Entonces,
¿la sobrina de Salinas de Gortari, Claudia Ruiz Massieu, y el beltronista
Añorve, son incongruentes respecto a las necesidades de México y por tanto no
tienen el apoyo de su dirigente formal, Alejandro Moreno, llamado Alito? A fin
de cuentas, el PRI terminó apoyando a Morena en la Cámara de Diputados para
permitir el sesionar legislativo que aprobó que el gobierno obradorista pueda
comprar medicinas a organismos intergubernamentales, sin licitación pública,
entre otros temas.
Y, en tanto
una senadora panista se lanzó ayer de manera individual a ocupar el asiento de
la presidenta de la mesa directiva del Senado, para impedir la sesión, a modo
de protesta que ni siquiera recibió solidaridad de sus compañeros de partido.
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