miércoles, 29 de julio de 2020

Contrarreforma energética y campaña.


Atzayaelh Torres.

La contrarreforma energética como discurso de campaña fue muy redituable, electoralmente hablando, para el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador en la campaña que lo llevó a Palacio Nacional.

La idea de echar abajo uno de los pilares fundamentales del peñismo, bajo el argumento de la soberanía nacional, generó muchas simpatías en la base electoral, quien no vio ningún beneficio directo (pese a que se prometió) de la pomposa reforma de 2013.

Esa postura radical le permitió a López Obrador colarse por las rendijas políticas de la oposición que no cabía en Morena, y con lo que encontró en el marco normativo del sector energético, el pretexto perfecto para despotricar en contra del establishment, a quien desde un principio acusó de corrupción en la elaboración de la misma.

Este discurso nacionalista se sustentó sobre un diagnóstico perfectamente elaborado sobre la situación: una reforma que no atendía a las necesidades reales de una sociedad desconectada por completo del poder, quien sólo utilizó la reforma para ganar simpatías en el mundo corporativo y financiero, y quienes aplaudieron los movimientos, a pesar de un consenso político bastante relativo y discutible, sin mirar que por cada voto a favor en el Congreso, en la calle se sembraban mil en contra, mismos que serían cosechados al final de ese sexenio.

A pesar de que en campaña el candidato López Obrador prometió que no le movería una coma a la reforma energética, a la luz de actos de corrupción reconocidos por quien fuera el virrey de Pemex, crean la percepción de que la contrarreforma es necesaria, y revivir esa tesis es prioritario para el gobierno, ante los eclipsados atinos de su gestión por causa de la pandemia del Covid-19, así como cuestionables resultados financieros en la gestión de las empresas del Estado.

La contrarreforma energética como campaña es una jugada política que poco a poco comenzará a readquirir fuerza en el ideario colectivo rumbo a las elecciones del próximo año; se espera que el Presidente vaya trazando las líneas discursivas en el transcurso de los siguientes meses para que los candidatos tengan de qué hablar y en qué apoyar sus arengas desde los templetes en 2021.

En el juego técnico, operativo y financiero, los altos mandos continuarán culpando a la administración anterior por los magros resultados en tanto no se modifiquen las reglas. Sólo hay que advertir que en el caso de Pemex, viene perdiendo 100 mil millones de pesos al mes desde que inició 2020, contra casi 30 mil millones de pesos que perdió cada mes durante 2019. Ahí, se advierte que la estrategia está puesta en la venta de derivados del crudo con ayuda de los reguladores. Ahora se darán bocados más grandes al mercado. La estrategia actual, con las reglas actuales, no funciona. La situación apremia, no hay dinero que alcance, ¿o sí?

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