Atzayaelh
Torres.
La
contrarreforma energética como discurso de campaña fue muy redituable,
electoralmente hablando, para el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador
en la campaña que lo llevó a Palacio Nacional.
La idea
de echar abajo uno de los pilares fundamentales del peñismo, bajo el argumento
de la soberanía nacional, generó muchas simpatías en la base electoral, quien
no vio ningún beneficio directo (pese a que se prometió) de la pomposa reforma
de 2013.
Esa postura
radical le permitió a López Obrador colarse por las rendijas políticas de la
oposición que no cabía en Morena, y con lo que encontró en el marco normativo
del sector energético, el pretexto perfecto para despotricar en contra del
establishment, a quien desde un principio acusó de corrupción en la elaboración
de la misma.
Este
discurso nacionalista se sustentó sobre un diagnóstico perfectamente elaborado
sobre la situación: una reforma que no atendía a las necesidades reales de
una sociedad desconectada por completo del poder, quien sólo utilizó la reforma
para ganar simpatías en el mundo corporativo y financiero, y quienes
aplaudieron los movimientos, a pesar de un consenso político bastante relativo
y discutible, sin mirar que por cada voto a favor en el Congreso, en la calle
se sembraban mil en contra, mismos que serían cosechados al final de ese
sexenio.
A pesar de
que en campaña el candidato López Obrador prometió que no le movería una
coma a la reforma energética, a la luz de actos de corrupción reconocidos por
quien fuera el virrey de Pemex, crean la percepción de que la contrarreforma es
necesaria, y revivir esa tesis es prioritario para el gobierno, ante los
eclipsados atinos de su gestión por causa de la pandemia del Covid-19, así como
cuestionables resultados financieros en la gestión de las empresas del Estado.
La
contrarreforma energética como campaña es una jugada política que poco a poco
comenzará a readquirir fuerza en el ideario colectivo rumbo a las elecciones
del próximo año; se espera que el Presidente vaya trazando las líneas
discursivas en el transcurso de los siguientes meses para que los candidatos
tengan de qué hablar y en qué apoyar sus arengas desde los templetes en 2021.
En el juego
técnico, operativo y financiero, los altos mandos continuarán culpando a la
administración anterior por los magros resultados en tanto no se modifiquen las
reglas. Sólo hay que advertir que en el caso de Pemex, viene perdiendo 100 mil
millones de pesos al mes desde que inició 2020, contra casi 30 mil millones de
pesos que perdió cada mes durante 2019. Ahí, se advierte que la estrategia está
puesta en la venta de derivados del crudo con ayuda de los reguladores. Ahora
se darán bocados más grandes al mercado. La estrategia actual, con las reglas
actuales, no funciona. La situación apremia, no hay dinero que alcance, ¿o sí?
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