Enrique
Quintana.
Pemex no
está en un lecho de rosas. Más bien está luchando por su vida.
Ayer se
dieron a conocer sus resultados para el segundo trimestre de este año. Las
pérdidas fueron de 44 mil 300 millones de pesos.
Las pérdidas
acumuladas durante los últimos cuatro trimestres ascienden a 864 mil 126
millones de pesos.
Se trata de
una cantidad casi inimaginable, que ha conducido a dos de las tres principales
calificadoras a quitar el grado de inversión a la empresa y a calificar su
deuda con grado especulativo, o en el lenguaje coloquial de los mercados como
“bonos chatarra”.
Fue
coincidente pero emblemático que se iniciaran las audiencias en México por el
proceso de su exdirector general, Emilio Lozoya, el día en que se reportan
estos resultados.
En casi
cualquier escenario, el futuro de Pemex es incierto. No hay certeza en la
viabilidad financiera de la empresa.
Pero hay uno
en el que se iría al despeñadero. Se trata del posible triunfo de Biden en las
elecciones presidenciales de Estados Unidos.
La
administración actual de Donald Trump le dio vida en Estados Unidos a los
hidrocarburos.
Quizás el
hecho más emblemático de su política energética fue el retiro de Estados Unidos
de los Acuerdos de París, el 1 de junio de 2017, apenas cuatro meses y 10 días
después de haber llegado a la Casa Blanca.
Con ello
estableció la falta de compromiso de la primera economía del mundo hacia la
transición energética.
Y, ese hecho
fue un paraguas perfecto para que, a partir de la llegada del nuevo gobierno a
México, el 1 de diciembre de 2018, en los hechos nuestro país también fuera
abandonando poco a poco sus compromisos.
Aun con
Trump en la Casa Blanca por cuatro años más, el futuro de Pemex es altamente
incierto. Si llega Biden, ya no habrá incertidumbre: Pemex se va a ir al infierno.
El pasado 15
de julio, Biden reveló su estrategia en materia energética y anunció que
canalizaría 2 billones (trillions) de dólares en sus cuatro años de mandato
para apoyar las energías limpias. Además, reiteró que reingresaría a los
Acuerdos de París; revertiría las 100 medidas de desregulación energética
anunciadas por Trump y tendría como horizonte un sector eléctrico libre de
carbono para 2035.
Obviamente,
el riesgo es para el sector de hidrocarburos en su conjunto, pero para la
empresa del sector más endeudada del mundo que está luchando por sobrevivir un
anuncio de este tipo es un corte en la yugular.
Pero, aún
más allá. Se trataría de un cambio radical en el entorno que enfrenta el actual
gobierno.
Una parte
central de su estrategia es el fortalecimiento de las dos empresas productivas
del Estado en el sector energético: Pemex y CFE. Ese lineamiento carecería por
entero de viabilidad y el nuevo gobierno norteamericano vería con antipatía a
un vecino que le sigue apostando en el largo plazo a las energías
contaminantes.
No sé si
esta perspectiva fue uno de los factores que motivó a AMLO a acercarse a Trump,
a riesgo de generar disgusto entre Biden y los demócratas, pero, al margen de
las intenciones, resulta claro que la estrategia energética de este gobierno se
acomoda con la visión de Trump y no con la de Biden.
Faltan 98
días para las elecciones en Estados Unidos y pueden suceder muchas cosas, pero
en los promedios de las últimas encuestas el demócrata aventaja a Trump por 9
puntos en las intenciones de voto a nivel nacional y también en todos los
estados 'columpio', que son los que inclinan la balanza de los votos
electorales.
Creo que
personajes como Nahle, Bartlett o Romero, deberían empezar a preocuparse. Su
futuro está en la cuerda floja.
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