Salvador
Camarena.
En el aire y
en el pasado. En eso finca hoy Andrés Manuel López Obrador su proyecto. No en
el hoy, ni siquiera en los pobres, menos en el futuro. El presidente de la
República, al rendir hoy su Segundo Informe, prende las veladoras de su
retórica a un avión que ni rifado sale y al quimérico juicio a cinco espectros,
que eso es lo que son nuestros expresidentes vivos. Surrealismo en un país
acostumbrado a todo: un mandatario con apoyo parlamentario y débiles opositores
que toma oxígeno de emergencia de una lotería y de la entelequia de enjuiciar a
expresidentes. Puro humo.
El avión ni
vuela ni se vende ni convoca entusiasmo en la rifa en la que no será premio. El
avión presidencial comprado por Calderón-Peña es un exceso faraónico –hay que
coincidir con Andrés Manuel– que ya lo exilian, ya lo repatrian, ya lo exhiben,
ya jura el Presidente que no se subirá, ya se sube el Ejecutivo porque los
cachitos no prenden al respetable…. El avión como una maldición de tres
sexenios: sigue costando demasiado.
El avión como
símbolo. De excesos del pasado, muy cierto, pero también de la pedestre
obcecación del actual mandatario por distraer antes que por administrar.
Tengan, no hay empleos, no hay apoyos a los empleadores, no hay medicinas,
menos éxito petrolero o baja en homicidios, pero hay una rifa que no es promesa
de riqueza inmediata. Hasta eso le ha salido mal a AMLO: ni el “a qué le tiras
cuando sueñas mexicano” se le cumple con el José María Morelos.
Vaya, esta
picaresca ni divertida es. Una tómbola amañada que desde el principio careció
de chiste. Érase una vez un presidente que odiaba tanto a un avión que terminó
atando el destino de su administración a lo que simbolizaba esa aeronave: tuvo
el poderío de un discurso de la honrada medianía, se le dio la autoridad por su
promesa de que sería honesto, y en vez de usar eso para demostrar que se puede
gobernar sin dilapidar, hoy se obsesiona con una aeronave lujosa. A lo mejor lo
suyo es envidia antes que denuncia, por eso no puede renunciar al tema.
Y es que
este piloto parece no querer que su gobierno vuele alto, que despliegue
asombros por acciones bien ejecutadas. Un piloto que se dice feliz de no
conocer más horizontes que los que ya había visto antes de que le dieran el
mando de todo el país, que renuncia a las posibilidades de llegar a más gente.
Un piloto que parece contento de no emprender rutas desconocidas, de no
atreverse a escuchar a los diferentes. ¿Un piloto al que le da miedo volar?
El cachito
que resume casi dos años de gobierno. Caro y poco prometedor. Pero si a usted
no le convence la no rifa del no avión, como bien calificaron por ahí a esta
tortura, tenemos el juicio que no será juicio a los expresidentes. Una
faramalla que ni nos reconciliará rumbo al futuro, ni nos abrirá caminos para
la no repetición de errores.
El
Presidente no está dispuesto a juzgar el pasado. Sólo quiere entretener, sólo
busca el show. Hoy, gran función, gran: el circo tiene cinco pistas, ninguna
muy original, ninguna memorable cuando acaben los fuegos artificiales de
juicios, pues el espectáculo no nos dará nuevo conocimiento sobre la corrupción
del pasado, los abusos de poder o delitos presidenciales concretos.
No. El
Presidente necesita temas porque no tiene logros. Así, enceren el avión porque
va a salir junto al Presidente que se verá chiquito. Y lo mismo, rápido, monten
puestos de kermés de pueblo para juntar las firmas para la no consulta del no
juicio a gente que ya juzgó las historia, que por supuesto que podrían decirnos
más, revelarnos pecados y pecadores, construir la verdad de los gobiernos que
no debimos tener para conjurar errores que no debemos repetir.
Si en
Palacio hubiera un estadista, cuidaría cada detalle para que, en vez de juicio,
tener una comisión de la verdad que por fin revelara no los últimos cinco sexenios,
sino las matanzas político-policiacas de López Mateos (léase Díaz Ordaz) para
acá; que pusiera en papel el origen de las fortunas 'revolucionarias' de los
años setenta y ochenta; explorara como nunca antes los abusos de los rescates
bancarios y las privatizaciones, los robos del priismo, las negligencias del
panismo, el fondeo electoral del perredismo-amlismo… Si en Palacio hubiera un
estadista quizá nos atreveríamos a ver en el espejo nuestras vergüenzas de eso
que llamamos sistema político mexicano.
Pero no. A
lo más, tendremos juicios de charlotada. Ni verdad ni justicia, mera
propaganda.
Porque el
jefe del Estado mexicano hablará hoy de aviones o juicios, es decir de todo
menos de lo que debería: de gobernar.
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