Pablo Gómez.
Conforme se acercan las elecciones del año
2021 arrecian las llamadas de auxilio para evitar, se dice, la extinción de las
libertades y la caída de la democracia. Otra vez el peligro para México,
vieja canción con nueva letra. Pero, como antes, ésta no es otra cosa que un
montaje para defender privilegios caducados o que están cerca de ser por fin
abolidos.
El peligro
de que la libertad de expresión (Art. 6º) -no se habla inexplicablemente de
la libertad de difusión de las ideas por cualquier medio (Art. 7º)— sea
aplastada por la 4T no tiene ningún elemento vinculable. El gobierno no ha
silenciado a nadie. No hay censura alguna. Lo que molesta es la réplica del,
ahora, objeto principal de la crítica, el presidente, pero esa también es un
derecho constitucional que no se quiere reconocer a plenitud o sin regateos.
El
presidente de la República habla mucho. Sí, pero eso no disminuye el derecho de
quienes también hablan o escriben todos los días. La prensa, escrita, videada y
hablada, tuvo el monopolio durante años, pero a costillas del poder político.
Cuando un medio era hostil o sencillamente crítico sistemático, el gobierno se
encargaba de cerrarle el paso, negarle todo mecanismo de financiamiento y
atemorizar a sus dueños. Hubo muchos casos de periodistas acallados, los cuales
carecieron de la solidaridad discursiva de sus colegas apoltronados.
El pleito
entre Andrés Manuel López Obrador y la prensa que él llamaba fifí y ahora sólo
le dice conservadora es tan viejo como la participación de aquel en las filas
de la oposición. Ha sido un pleito de mucha gente que ha promovido el ejercicio
de libertades porque es un medio de negarse a ser silenciado. Ha sido también
parte de la lucha política por el poder.
Esto nos
lleva a un asunto de mayor fondo. Dicen los conservadores (hayan sido alguna
vez de izquierda o sigan siendo de derecha) que la 4T, en concreto AMLO,
debería ser respetuoso, cauto, institucional, modosito y nada respondón. El que
puede llamarle pendejo al presidente de la República es Aguilar Camín, como ya
lo ha hecho, sin que sus viejos y nuevos amigos lo hayan criticado ni con el
pétalo de una lamentación. Quizá esos opositores crean que el estilo
“caminesco” sí denota un alto nivel discursivo.
Lo que
desean los críticos sistemáticos de la 4T es que el presidente no responda
desde la Presidencia, sino que use a otros políticos de dentro o de fuera del
gobierno. Añoran las prácticas del pasado. Son nostálgicos, pero por pura
conveniencia.
Es
justamente la libertad de difusión (Art. 7º) la que brinda por igual una
robusta base a las críticas de los conservadores y a las respuestas del
gobierno. No podemos seguir en una democracia de simulaciones en la que muchos
periodistas mercaban con la dosificación de su crítica mientras el gobierno les
pagaba para que no fueran demasiado lejos. Cuando algunos avanzaron, los
hicieron caer para que callaran.
Una
democracia concursal
y formalista como la mexicana no puede seguir viviendo, como antes, dentro
de una crítica acotada y una respuesta ritual de parte del gobierno. Ya nadie
se va a quedar callado. Luego entonces avanzamos algo y la neutralidad del
internet ayuda.
El mayor
problema no es que los conservadores quieran volver a ese convenio de
hipocresía y complicidad entre los críticos mediáticos y el poder político,
sino que tanto las oposiciones como los intelectuales conversos critican poco
los actos concretos del gobierno y sus omisiones, pero gritan que está en
peligro el mantenimiento de las libertades de las que gozan sin límite alguno.
Claman auxilio para combatir amenazas difusas.
La
plataforma de las oposiciones de derecha y de los nuevos conservadores
atolondrados consiste en llamar a derrotar a Morena en las elecciones de 2021
para impedir, dicen, el aplastamiento de la democracia.
Pero ¿qué
cosa proponen? No confiesan su programa propio. No pueden decir con nitidez
que piensan, por ejemplo, que el gobierno regala dinero al reconocer derechos
sociales y otorgar las garantías de éstos. No pueden oponerse al combate a la
corrupción y el robo al fisco. No les conviene defender el derroche y el atraco
en el ejercicio del gasto público. Carecen de argumentos para criticar el
aumento real de salarios. Se les hace complicado promover políticas de
gobiernos anteriores que llevaron a desastres y cuya impronta sigue presente en
la vida nacional. No tienen el valor de proclamar a las claras que es preciso
seguir subsidiando al gran capital para promover el crecimiento de la economía.
No, lo
que dicen es que la democracia está en peligro y gritan auxilio. Pero ¿qué
institución verdaderamente democrática ha sido cancelada? ¿Qué derecho se ha
negado? ¿Qué libertad ha sido reprimida? No se sabe. Lo que mucho les molesta
es que se critique al INE a pesar de su historia de permisiones y su presente
de corruptelas, dispendios y arrogancias, pero ahí ya también empezaron los
cambios.
En verdad, la
plataforma electoral de la alianza opositora que se está formando es para
detener lo nuevo y restaurar lo viejo.
Buscan
ahogar al gobierno de la 4T en riñas interminables en el Congreso para impedir
más cambios. Pero eso no lo podrían conquistar con mentirosos gritos de auxilio
sino con un programa alternativo que, por lo visto, no existe, ya que esos
opositores no pueden ser tan descarados como para proclamar abiertamente la
defensa de los regímenes anteriores, bajo los cuales vivían en la felicidad. Se
nota, sin embargo, que experimentan una fuerte añoranza.
Si de
libertades y democracia tuvieran que hablar, esos conservadores (hay muchos
de plano reaccionarios) tendrían que rebatir el hecho de que se ha ampliado el
ejercicio del derecho de crítica, se han frenado los actos represivos, se han
abierto las puertas para la libre organización y la posición de gobierno se
expresa al día y es directa. El gobierno no va a permitir el uso de fondos
públicos en la competencia electoral, que antes fue una regularidad solapada
por las autoridades encargadas de perseguirlo.
Para confort
de esos conservadores, aún no tenemos una democracia participativa de base
ciudadana y social, que llevara a la gente a decidir con frecuencia en todas
partes y no sólo a elegir de vez en cuando. Mas si ellos fracasaran en sus
pretensiones restauradoras, podríamos acercarnos a reformas democráticas que
ampliaran las libertades y ensancharan el camino hacia una gran redistribución
del ingreso. Este es el fondo del llamado de auxilio de parte de quienes buscan
frenar el presente para volver al pasado
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