Adela Navarro Bello.
Si como
parece a 39 días de la elección al Gobierno del Estado de México, el Partido
Revolucionario Institucional pierde las elecciones, el responsable directo de
tal desaguisado político no será el actual gobernador Eruviel Ávila, lo será
sin lugar a duda, Enrique Peña Nieto.
Indudablemente
un presidente que como Peña tiene un 14 por ciento de aprobación (Encuesta
Reforma/enero 2017) no es un atractivo para campaña electoral alguna.
Representa para cualquier candidato de su partido, el PRI, más un lastre que un
activo.
Además,
conocido es por los tricolores del Estado de México, que el candidato al
Gobierno de esa entidad por el Revolucionario Institucional, es producto del
dedazo presidencial de Peña Nieto.
Alfredo del
Mazo Maza, quien también en una encuesta del periódico Reforma aparece en un
empate electoral con la candidata de Morena, no era ni el más carismático, ni
el más idóneo para representar el PRI en un Estado que concentra al 10 por
ciento de la población electoral del País. Electoralmente no era atractivo, y
su liga con un PRI de cacicazgos al haber sido su abuelo, Alfredo del Mazo
Vélez, gobernador de esa entidad de 1945 a 1951, y el hijo de este y padre del
candidato, Alfredo del Mazo González, mandatario del Estado de México de 1981 a
1986, tampoco es un linaje a presumir en estos tiempos, pero sí convierte a del
Mazo en un junior de la política mexicana.
Los
atributos de Del Mazo Maza, no están en la capacidad para gobernar o en la
empatía que tenga con el electorado mexiquense, no: sus atributos inician con
ser amigo del Presidente de la República. Pariente cercano, ex colaborador de
primer nivel cuando Peña fue Gobernador del Estado de México, y Director de
Banobras cuando Peña llegó a la Presidencia de la República.
Los excesos
por apoyar y echar a andar la campaña de Alfredo del Mazo que ha encabezado el
mandatario nacional, se materializan para empezar, en las 63 visitas que
Enrique Peña Nieto ha hecho a aquel Estado. Aparte están las visitas de
Secretarios de Estado, particularmente en las semanas previas al inicio de la
campaña electoral, cuando Rosario Robles fue a entregar títulos de casas,
Aurelio Nuño a informar de la reforma educativa, Miguel Ángel Osorio Chong
acompañado de funcionarios del Instituto Mexicano del Seguro Social, José Narro
con sus campañas de salud, Luis Miranda con los programas de desarrollo social,
y hasta la Primera Dama, Angélica Rivera, realizó en el Estado de México un
acto masivo para el DIF.
Es evidente
por el nivel de participación federal en el Estado de México, las visitas tanto
del Presidente como de su primer círculo, que les preocupa y les ocupa mantener
un territorio que concentra en el ámbito electoral a 11 millones 258 mil 125
electores en el listado nominal, que tiene un ingreso por arriba de los 260 mil
millones de pesos y ha sido territorio tricolor desde la misma fundación del
PRI en 1929, partido del que han salido 23 gobernadores mexiquenses y un
presidente de la República.
Pero si la
elección del Presidente en la candidatura de Alfredo del Mazo Maza no fue la
más conveniente para el PRI, menos lo es el entorno que la administración de
Enrique Peña Nieto ha provocado y mantiene en todo el país. Su 84 por ciento de
desaprobación está sustentado en los aumentos dolosos en los costos de
servicios públicos como la energía eléctrica, las gasolinas, los altos niveles
de inseguridad, donde precisamente el Estado de México concentra el mayor
número de ejecuciones (11 mil 604 en los 50 primeros meses de gobierno de Peña
Nieto, de acuerdo a la estadística del Semanario ZETA), entre otros factores
que han afectado negativamente a la población.
Los
recientes escándalos de corrupción en gobernadores, o ex gobernadores,
particularmente con los priístas, tampoco le abonan al Revolucionario
Institucional en el escenario electoral del Estado de México. Baste recordar
que el prototipo de la corrupción contemporánea es Javier Duarte de Ochoa, un
joven priísta que fue apoyado de manera sistemática, siendo candidato primero y
gobernador de Veracruz después, por el Ejecutivo Nacional. Incluso visto a los
ojos del Principal Priísta del País, como representante del nuevo PRI. El mismo
que ahora espera en una prisión guatemalteca la extradición a México para ser
juzgado por lavado de dinero, asociación delictuosa y peculado, entre otros
probables delitos.
De igual
manera la aprehensión de Tomás Yarrington, quien también espera en una cárcel
italiana la extradición, pero a Estados Unidos donde será procesado por
narcotráfico, afectan de manera directa al Partido Revolucionario Institucional
particularmente. A sus candidatos en especial, y al del Estado de México de
manera puntual.
El Estado de
México es la tierra del Presidente, es para él la joya de la corona, es lo que
más le interesa retener. De perderlo, la elección del 2018 para la Presidencia
de la República, estará más comprometida para el Revolucionario Institucional.
Dadas las condiciones de inseguridad,
pobreza, inflación (5.62 por ciento a tasa anual), una devaluación del peso,
inequidad social, ausencia de un Estado de Derecho, corrupción e impunidad en
el gobierno priísta de la República Mexicana, la situación en el Estado de
México no pinta nada bien para el PRI. Menos cuando una prácticamente desconocida representante del
Movimiento de Regeneración Nacional está a la par que el tricolor en la
intención del voto de los mexiquenses.
A 39 días de
la elección, a menos que apliquen la maquinaria priísta de compra de votos,
coacción del sufragio, condicionamiento hacia el electorado, y dádivas en
tarjetas electrónicas, despensas, acarreo, y otras fechorías comunes en ese
partido, ganarán el Estado del Presidente. Pero al momento, la cosa política en
el Estado de México de plano está color de hormiga para el Presidente de la
crisis y su exquisito candidato.
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