miércoles, 26 de abril de 2017

¿Y dónde está el árbitro?

Salvador Camarena.
   
Díganme trasnochado, pero vengo de un tiempo en el que algunos teníamos una noción, quizá un espejismo antes que una realidad, de que los gobernantes tenían algo que decir en el debate público, y que ese algo era para dirigir la conversación hacia el lugar menos malo para ellos, es cierto, pero a veces ese 'lugar menos malo para ellos' coincidía con que era el menos malo para todos.


No creo hoy, y según recuerdo tampoco entonces lo creía, que los factores de poder hacían eso, intervenir en el debate, de buena gana o por los mejores motivos. Al contrario, el PRI-gobierno de los setenta tardíos, de los ochenta y de los noventa, lo hizo siempre a regañadientes, como una divina concesión, pero también como un mecanismo de supervivencia.

El sistema estaba atento a los debates, porque no quería verse rebasado por los mismos.

Por lo anterior, no entiendo quién gana cuando un sistema ha renunciado a intervenir en el debate.

Dicho de otro modo, no entiendo quién gana algo cuando surge un video como el que ha hecho público Humberto Moreira, documento en el que insulta a Felipe Calderón, expresidente de México.

Muchas de las cosas que dice Moreira no merecen, literalmente, la pena de ser reproducidas. Son viles insultos (ni siquiera elaborados o ingeniosos. No, son corrientes, pedestres). Baste decir que lo más leve de cuanto le dice el exgobernador al expresidente es que es “el mayor ladrón que ha tenido México”.

Qué gana el gobierno federal con los denuestos de Moreira, un señor que dice que sigue siendo priista y que eso de que ha quedado fuera del PRI es pura simulación convenida con su partido por aquello del qué dirán.

Qué gana la gobernabilidad del país cuando a las acusaciones de Moreira, que llega a decir que Calderón le confesó que prefería que mataran a los secuestradores y narcotraficantes, el gobierno no pide que se aclare esa acusación. Qué ganamos si el gobierno se desentiende de su papel de árbitro ante graves acusaciones, porque además de insultos, Moreira hace en ese video serias aseveraciones.

Trasnochado no quiere decir nostálgico. Ni asustadizo. Pero si las voces que marcan la pauta en tiempos de competencia electoral (y en México casi todos lo son) son las de un Moreira injuriando, y las de un Calderón, incapaz de entender que de un expresidente se esperaría la estatura de la autocontención, entonces las preguntas a hacerse son: ¿qué más veremos y escucharemos? ¿Y eso a dónde nos conducirá?

El tema de que el sistema ha abandonado cualquier intento de conducir (no censurar, sino enriquecer, fijar un nivel) el debate, incluye al Partido Acción Nacional.

¿Leyeron un comunicado del PAN condenando las expresiones de Moreira contra un presidente surgido de las filas panistas? No, porque no hubo.

En estos tiempos no sólo el presidente de la República ha renunciado a llamar la atención para que la contienda no termine en pleito. Tan ausente como la voz de Los Pinos está la de Bucareli (quizá porque ahí antes que a la gobernabilidad sólo atienden a la popularidad). Y tan ausente como esas voces está la de Ricardo Anaya, el opositor más importante, que no ha sabido elevar un exhorto para que, a pesar de todo, no todo sea válido en las elecciones.

Claro que también el PAN debería llamar a Calderón e invitarlo a repensar si su mejor rol es el de un bully cualquiera.


O a lo mejor es sólo que ayer andaba nostálgico y todos felices con el (bajísimo, lamentable) nivel del debate. No lo sé.

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