Adela
Navarro Bello.
Cuando
Bernardo Ruíz, filmógrafo, documentalista neoyorquino de orígenes mexicanos,
tomó el tema de los ataques a la periodistas en México para desarrollarlo en un
documental que sería patrocinado por la televisión pública de los Estados
Unidos, empezó una investigación en el País, que lo llevó -por recomendaciones,
comentarios excepcionales y un trabajo de dedicación y compromiso con la libre
expresión- hasta Mexicali, Baja California.
Llegó a la
capital del Estado en busca de Sergio Haro Cordero. Periodista, editor,
columnista, fotógrafo, pero sobre todo, reportero. Documentó durante un año o
poco más, la vida de Sergio y entró a la redacción de ZETA para contextualizar
el día a día del trabajo del reportero.
Sergio Haro
es un periodista de la vieja guardia en tiempos modernos. Hay cientos de horas
de entrevistas a quien dijo que él pensaba que toda su vida sería reportero.
Así lo fue. Pasaba el mediodía del martes 30 de mayo de 2017, cuando recibí una
llamada de esas que uno nunca espera ni quiere recibir. A las frases
explicativas le siguieron contundentes palabras: Falleció Sergio Haro.
Como Editor
del semanario ZETA en Mexicali, Sergio Haro se consideraba más reportero. Todas
las semanas escribió un reportaje, un artículo, alguna información noticiosa,
una crónica. Era versátil, lo mismo escribía de política que de crimen
organizado, de cultura, de deportes e incluso de espectáculos, pero lo que más
destacaba en su compromiso con el periodismo de investigación, era su deber con
la justicia social. Hacer el reportaje para que los oprimidos dejaran de serlo,
exhibir a los corruptos, a los abusivos, darle voz e imagen a las voces
críticas, a los activistas, a los defensores del pueblo, a los manifestantes
ante cualquier injusticia, ante cualquier sinrazón gubernamental.
Bernardo
Ruiz tituló su documental “Reportero” y lo estrenó en 2012. Nos dio poco más de
una hora de Sergio Haro, de ZETA, del asesinato de periodistas, de las amenazas
a los reporteros, de las muertes, de la corrupción en las corporaciones
policiacas y del olvido en que los gobiernos de México prodigan a los
expedientes de periodistas asesinados.
Licenciado
en Educación por la Universidad Autónoma de Baja California, Sergio Haro empezó
el oficio del periodismo por allá de los ochenta. Aún era estudiante cuando una
cámara fotográfica llegó a sus manos para no irse. Documentó el conflicto
universitario de 1981 y ya no paró. El periodismo lo encontró en un aula
universitaria. Y como lo dijo en el documental, fue reportero toda su vida.
Cuando
murió, estaba en su escritorio, frente a su computadora, con su grabadora, sus
notas de prensa, sus medios. Empezaría a redactar su reportaje de la semana y
posteriormente su columna “Fuera de Libreta”.
Por el
momento investigaba la corrupción en el Gobierno del Estado, y hacia frente a
las calumnias que otro periodista vertía sobre él, solo porque le incomodó una
información publicada por Sergio. Él no le temía a eso. Tampoco a los
criminales. Mucho menos a los políticos. De carácter llevadero, decenas de
jóvenes periodistas (y no tan jóvenes también), lo consideraban, acaso seguirán
en ese tenor, uno de los periodistas de mayor prestigio, ética y compromiso de
Baja California. Su maestro y amigo, guía y consejero.
Tendió
Sergio una red de amistades entre periodistas nacionales e internacionales.
Hace pocos días había regresado de un viaje a Uruguay, adónde Articulo 19 lo
llevó para que compartiera con periodistas de aquella región, sus experiencias
al trabajar en un País donde corren más riesgo los periodistas, y en un medio
que ha sido amenazado y contra el cual han atentado. Lo querían para que les
enseñara a seguir haciendo periodismo en un clima hostil, tal como él lo hacía
todos los días. Antes lo habían llevado a Brasil para que enseñara a
periodistas a abordar temas de narcotráfico y crimen organizado.
Sergio el
editor, creó medios. Trabajó en los inicios de ZETA, y después se embarcó en
proyectos editoriales personales y de un grupo de periodistas, creó semanarios
independientes y estuvo con ellos hasta el final. Solidario, camarada, de su
sociedad y sus compañeros.
Nosotros le
decíamos “El Guerrillero”, y cuando hablaba con él por teléfono, le llamaba
“Comandante”, su formación había sido en la izquierda universitaria y esos
principios prevalecieron en su trabajo, no con una simplona etiqueta partidista
como sucede ahora, sino con la convicción de una justicia social para todos. En
una entrevista, se definió asi:
“Desde que
estaba en la universidad me involucré en la participación estudiantil, dentro y
fuera de la universidad: me tocó la época de varias huelgas aquí en la
universidad y el contar con una formación muy exigente y muy volcada hacia el
marxismo. De ahí me involucre con un grupo de izquierda de tendencia
trotskista -entre tantas actividades me
tocó la solidaridad con la revolución salvadoreña, por ejemplo- y al salir de
la universidad me topé con el periodismo y me pareció un excelente medio de
denunciar la situación de injusticia social que se vive en México propiciada
–entre tantas cosas- por la corrupción y el desinterés social del grupo en el
poder. El periodismo me gusto, me envolvió, me fascinó y ya no me pude
desapartar hasta la fecha”.
Sergio Haro
se fue. Se nos fue. Se nos adelantó. Un infarto acabó con su vida a sus sesenta
años. Un periodista de compromiso y ética como pocos. Recto, incorruptible. Ya
extraño lo que tenga que decirnos a través de sus reportajes, y sé que los
lectores lo echarán de menos también. A nosotros en ZETA, no nos queda más que
honrar su memoria y preservar su legado. Por un periodismo libre, por la
justicia social y el compromiso de estar con la sociedad, con los lectores, los
manifestantes, los ciudadanos activos, participativos.
Descanse en
paz Sergio Haro Cordero, nuestro amigo, pilar de ZETA, El Reportero.
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