Jorge Zepeda Patterson.
Tiene razón
Andrés Manuel López Obrador cuando afirma que su candidata Delfina Gómez puede
perder la gubernatura el próximo domingo debido a Juan Zepeda, el candidato del
PRD. El voto dividido entre los dos contendientes “de la izquierda” deja al
representante de Peña Nieto, Alfredo del Mazo, en condiciones inmejorables para
llegar al poder.
Tiene razón
AMLO en lo que dice, pero se equívoca monumentalmente al decirlo. Al encarar
directamente al candidato del PRD terminó subiéndolo al ring y le ofreció una
tribuna nacional que ni en sus fantasías más locas el ex alcalde de Neza habría
soñado. Durante dos o tres días, el presidente de Morena y un Juan Zepeda a
quien sólo conocían en su entorno, intercambiaron insultos y descalificaciones
que se convirtieron en titulares de ocho columnas. Por primera vez en su vida
Zepeda fue motivo de las primeras páginas de la prensa de la Ciudad de México y
de los noticieros de televisión en cadena nacional. Cámaras y micrófonos que
hasta entonces lo habían ignorado se apiñaron a su alrededor. Y más importante
aún, muchos ciudadanos que no sabían de su existencia escucharon lo que tenía
que decir.
Y tampoco es
que Zepeda tuviera mucho que decir. Le bastó con responder a las acusaciones
que le lanzó Andrés Manuel de ser un traidor a la izquierda y un palero del
PRI. El del PRD respondió con un llamado a la pluralidad, a la tolerancia y al
respeto al derecho de los ciudadanos a decidir por sí mismos. No conozco a
Zepeda (a pesar del apellido en común) y no tengo idea de su trayectoria como
funcionario y político local. Aunque supongo que su decisión para lanzarse tuvo
que ver más con un cálculo de oportunidad política personal que de convicciones
democráticas, porque en efecto sus posibilidades de triunfo eran pocas y su
candidatura misma golpeaba a las posibilidades de Morena Delfina Gómez, la de
Morena.
Lo cierto es
que el ataque de Andrés Manuel le ha permitido a Zepeda de vanagloriarse de sus
“convicciones democráticas”, además de haberle insuflado mediáticamente. En
suma, el tabasqueño se lo puso en bandeja.
Para los
simpatizantes de Morena, Zepeda queda satanizado, pero ya lo estaba desde el
principio; para los menos politizados, en cambio, el del PRD cobró vida. Las
declaraciones del Peje afianzan la opinión de los conversos, pero quitan votos
de ciudadanos que descubren que además de las fórmulas muy vista del PRI y del
PAN (Alfredo del Mazo y Josefina Vázquez Mota) hay otra opción. En suma,
Delfina, que parecía la única alternativa frente al PRI, perderá los votos que
consiga Juan Zepeda.
Resulta
paradójico que López Obrador hay cometido un error de esta magnitud
considerando que él mismo fue el beneficiario de un fenómeno similar. En el
sexenio de Vicente Fox, el Presidente panista se obsesionó con el entonces
regente de la capital y lo enfrentó una y otra vez en polémicas enconadas y muy
ventiladas por los medios. Sin proponérselo, Fox convirtió al Peje en una
figura nacional. Y, como todos sabemos, al intentar desaforarlo llevado por su
enojo, casi lo convirtió en Presidente.
En política
subirse al ring con un personaje de un grado menor, equivale a promover al de
abajo. Entre López Obrador y Juan Zepeda hay años luz de diferencia en términos
de peso y posicionamiento público; al convertirlo en su rival, pasando por
encima de Delfina, el líder de Morena promovió la figura del rival en contra de
los intereses de su propia candidata. Un error inexplicable.
Si de lo que
se trataba era de presionar la renuncia de Zepeda y favorecer al candidato de
la izquierda mejor colocado para no dividir el voto (obviamente Delfina Gómez),
tendría que haberse realizado una negociación en corto. Ahora, tras el
escándalo público y su reciente promoción, es el propio Zepeda quien exige que
renuncie la de Morena pretextando que ahora él es quien goza de mayor impulso.
Delfina no
ha perdido la elección, desde luego. Prácticamente se encuentra en empate
técnico con el candidato del PRI. Pero es cierto que todo lo que avance Zepeda
puede ser un voto perdido. Y no es un secreto que las elecciones del Edomex son
claves para las presidenciales que vendrán el próximo año.
López
Obrador tiene un talento increíble para regresar de la derrota, reconstruirse a
partir de las cenizas y volver a encumbrarse. Pero también para pegarse un tiro
al pie cuando se encuentra en la cima. Tal como ha sucedido ahora.
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