A la vidente Francisca Castro Montiel se le
atribuye una predicción muy atinada. Seis hombres nacidos en el municipio de
Atlacomulco llegarían a ser Gobernadores del Estado de México y uno de ellos,
Presidente de la República. [Los Brujos del Poder. José Gil Olmos, Ed. Random
House Mondadori].
Doña Francisca se refería a Enrique
Peña Nieto, quien fue elegido Primer Mandatario en diciembre de 2012 después de
ser el sexto Mandatario del Estado de México nacido en Atlacomulco; pero su
visión mágica no alcanzó a ver el destino completo.
Este Presidente iba a ser el menos
aprobado de la Historia, con un índice que en el ocaso de su Gobierno apenas
rebasaría los 10 puntos porcentuales, de acuerdo con encuestas, y también sería
el hombre orillado a enfrentarse a la derrota electoral del Estado de México,
su propia tierra, donde su estirpe ha gobernado durante nueve décadas sin
interrupción.
La
probabilidad de que Alfredo del Mazo Maza pierda las elecciones en el Estado de
México es resultado de la imagen política proyectada por Enrique Peña Nieto,
plantea Alfredo Paredes Zamora, experto con más de 30 años en la construcción
de la imagen de los políticos mexicanos. Para el imagenólogo esté presente
adverso para el PRI se originó cuando empezó a fabricarse la imagen de Enrique
Peña Nieto frente a los electores en la contienda presidencial de 2012.
“En la hechura del personaje político
lo que importó fue el físico. Pero en imagen, lo intangible es muy importante. Debieron preocuparse porque transmitiera
dos elementos esenciales: eficacia e inteligencia. Los descuidaron y he aquí el
derrumbe”, expone.
Para este
especialista en imagen pública, Enrique
Peña Nieto se ha enfrentado a la derrota desde su primer año de Gobierno.
“Ha gobernado con esa imagen, la de
político harto. A donde quiera que va, lleva en el rostro el deseo de concluir
el sexenio, de que todo acabe”. Y ubica un momento clave: la noche de El Grito de
Independencia en septiembre de 2013. Se cumplían 48 horas del desalojo de más
de 40 mil maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación
(CNTE) por elementos de la Policía Federal del Zócalo de la Ciudad de México,
el sitio donde el Jefe del Ejecutivo federal se presentó como anfitrión de la fiesta
patria por primera vez. Fue abucheado y
ello se convirtió en un ritual: cada año, los gritos de rechazo se repitieron.
Un año después, el 26 de septiembre
de 2014, de una carretera de Iguala, Guerrero, 43 normalistas desaparecieron y
hasta ahora no hay ningún rastro de ellos. El Gobierno de la República intentó
emitir “una verdad histórica” sobre los hechos, pero los padres de los
estudiantes la rechazaron y acudieron a la Corte Interamericana de Derechos
Humanos para que se iniciaran nuevas pesquisas. Ya nada fue igual para Peña
Nieto. Su aprobación
cayó de 59 a 39 puntos porcentuales, según todas las encuestas especializadas
en este rubro. Y, con apenas dos años de Gobierno, vino el declive. El
Presidente jamás logró remontar esa cifra que hoy apenas rebasa los 10 puntos,
según el Grupo Reforma y Pew Research. “Esa
es la verdadera derrota. El Presidente se presenta estos días con esos números
a cuestas y su reflejo es ese: la derrota”, dice Paredes Zamora.
ESA GESTIÓN
REPROBADA.
Cuando
arrancó el Gobierno de Peña Nieto, todo eran ilusiones. Incluso, ese inicio era
un augurio maravilloso en materia económica y paz social. El 24 de noviembre de
2012, el semanario británico The Economist consideró que la predicción maya
sobre el fin del mundo había sido muy mal entendida porque no era un
apocalipsis; sino un amanecer luminoso. El semanario reprodujo la imagen de la
toma de posesión del mexiquense en su portada como “The Mexican Moment”.
Financial Times, por su parte, publicó el mismo año que “el amor” de los
inversionistas no serían los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China); sino
México porque la nueva Administración impulsaría un andamiaje de reformas
estructurales.
Hoy, las dos publicaciones dicen que
aquello fue un espejismo. Se basan en el panorama mexicano donde la muerte ha
rondado cada vez con más fuerza. Y han concluido en varias piezas periodísticas
que estos años no han sido nada luminosos.
En México no
hay guerra declarada en contra del crimen organizado como en la pasada
Administración. De hecho, Peña Nieto, quien está en su quinto año de Gobierno,
aún no tiene política de seguridad clara. Pero
tanto los números oficiales como los de conteos independientes, presentan a un
país resquebrajado, como en la peor guerra. 90 mil 649 ejecutados entre
diciembre de 2012 y enero de 2017 dan cuenta de ello.
La cifra proviene de las bases de
datos de la Secretaría de Gobernación, las Procuradurías de Justicia estatales
y los reportes de defunciones del Instituto Nacional de Estadística, Geografía
e Informática (Inegi), consultados por el semanario Zeta que se encarga de
hacer un conteo de los homicidios violentos y no violentos.
El Ejecutivo
federal inició su administración el 1 de diciembre de 2012 con la promesa de
que “en un año” se empezarían a ver resultados de su estrategia contra el
crimen organizado, la violencia e inseguridad. Pero en lo posterior, eligió una política poco común: el silencio. Así,
las palabras “violencia” y “muertos” fueron extirpados de su vocabulario, según
fuentes cercanas al equipo de discurso de Los Pinos.
Con Enrique
Peña Nieto, la paz no estalló en México.
El país aparece hundido en el indicador internacional del Instituto para la
Economía y la Paz. Tiene, al cierre de este texto, la posición 140 de 162. Sólo
está por arriba de países como India, Egipto y Venezuela. El documento del
índice muestra que junto a Siria, Irak y
Afganistán, el país es uno de los que más aumentaron en número de muertes en
2016 debido a conflictos internos.
¿Quiénes han
muerto durante el sexenio peñanietista? El sociólogo y educador Julio Jacobo Waiselfisz
elabora un mapa de mortalidad desde 1998. El
año pasado, con 95.6 muertes por cada 100 mil adolescentes de 15 a 19 años de
edad, México se convirtió en el país con la tasa más alta de mortalidad
infantil y adolescente.
Visto así, México es un mapa de la
muerte. Y el costo
de este paisaje no sólo se evalúa a través del duelo; sino en las consecuencias
económicas. La situación de violencia, según el índice de paz, le ha costado al
país más de tres billones de pesos, unos 25 mil pesos por habitante, según un
cálculo de la Unidad de Datos de SinEmbargo.
Descarrilado
su Gobierno, Enrique Peña Nieto presentó
en noviembre de 2014 un plan de diez puntos para cimentar el Estado de Derecho.
Una revisión de la Unidad de Datos de SinEmbargo para este texto indicó que con
excepción de un operativo en Guerrero, el resto del decálogo no ha sido
cumplido.
Para expertos en este ámbito, estas
medidas sólo develaron la falta de política pública en materia de seguridad. Édgar Cortez, coordinador del área
de Seguridad Ciudadana y Justicia del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y
Democracia (IMDHD), piensa que el
decálogo sólo fue una medida política para frenar la crítica, pero que jamás
tuvo detrás, voluntad política.
Hay otro asunto que preocupa a los
mexicanos tanto o más que la inseguridad, según la encuesta respectiva del
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi): la
corrupción. “El sexenio
ha llegado a su ocaso y EPN no avanzó ni
una pizca en el combate de este mal que parece que va a matar al país entero”,
exclama Ernesto Gómez Magaña, director de la Iniciativa #Yocontralacorrupción y
uno de los impulsores del Sistema Nacional Anticorrupción en el Congreso de la
Unión.
De los 266
compromisos que el Primer Mandatario firmó ante Notario Público, la creación de una comisión anticorrupción
era –aún es- el primero. El organismo aún no está listo y es probable que el
peñanietismo concluya sin él. De hecho, Los Pinos respondió a una solicitud
de información mediante el Instituto Nacional de Acceso a la Información y
Protección de Datos Personales que la instalación del organismo se da por
sentado porque el Presidente promulgó la legislación de un Sistema Nacional
Anticorrupción.
Pero ni los miembros de
organizaciones civiles que lo impulsaron ni los observadores de la política
mexicana ven que ese sistema vaya a tener facultades de acción antes de que
concluya la presente administración y arranque la siguiente. El sistema se sostiene en siete
leyes, lo que implica vincular a varias instituciones como la PGR, la Función
Pública y la Auditoría Superior de la Federación.
Mientras concluye su instalación del
SNA, en México no hay Fiscal anticorrupción. Y los grandes casos que ameritan
persecución transcurren. Tomás Yarrington quien gobernó Tamaulipas de 1999 a 2004 y fue acusado
en México de vínculos con el grupo de narcotraficantes de Los Zetas, huía por
países de Europa cuando fue detenido por la Policía de Italia en días pasados.
En México,
el Procurador General de la República, Raúl Cervantes Andrade, dijo que esa
aprehensión se debió a la cooperación del Gobierno mexicano con la Interpol,
pero Italia lo desmintió en un comunicado en el que sostuvo que lo detuvieron
por una petición de Estados Unidos. Y Javier Duarte de Ochoa, quien gobernó
Veracruz de 2010 hasta octubre de 2017 fue detenido en Guatemala, por la
Policía Nacional Civil y no ha sido deportado debido a un amparo.
La cifra de la devaluación del peso
en el Gobierno de Peña Nieto es muy lejana a la de la crisis; pero muy superior
a lo registrado con Felipe Calderón y Vicente Fox. Con el primero, la depreciación fue
de 18.28 por ciento y con Vicente Fox (2000-2006) se debilitó en 16.81 por
ciento. “En la población es un efecto psicológico porque en México, los
colapsos de la moneda han llegado a provocar inflación de tres dígitos y
marcadas recesiones. En tres décadas, el dólar y sus caídas han estado
asociados con la ansiedad y el miedo”, apunta Eduardo Murueta Reyes, director
de la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología (Amapsi) con
especialidad en Psicología del Poder.
¿Qué pasó? ¿Por qué Peña Nieto eligió
este estilo de Gobierno? Hay una característica en Peña Nieto que observa
Eduardo Murueta Reyes, psicólogo del poder: la lealtad. EPN ha sacrificado
carteras estratégicas a la imposición de sus amigos, conocidos y personas a las
que “en apariencia, les debe algo”. Los ejemplos de ello se desgranan. El pasado 12 de abril,
postulada por el Presidente, Paloma Merodio asumió la vicepresidencia del Inegi
en medio de cuestionamientos sobre su cumplimiento con los requisitos legales y
su amistad con el grupo que gobierna. En la Sedesol se encuentra Luis Enrique
Miranda Nava, un viejo amigo suyo desde el Gobierno del Estado de México que
ayudó en las elecciones y ya en el Gobierno federal frente al conflicto de la
CNTE en una subsecretaría en Gobernación. Para la PGR –puesto clave en el
Sistema Nacional Anticorrupción– le propuso al Senado a Raúl Cervantes Andrade,
diputado priista cuyo voto fue primordial para avalar las reformas
estructurales.
Pero el
nombramiento más emblemático es Luis Videgaray Caso, un hombre que a pesar de
haberle propiciado problemas políticos como el traspié al recibir al mismo
Trump en Los Pinos o no haber sido eficaz como Secretario de Hacienda respecto
al crecimiento económico del país, regresó como canciller.
Algo más
planea sobre la baja aceptación de Peña Nieto: su matrimonio.
La unión del
Presidente con la actriz Angélica Rivera Hurtado ha pervivido frente a los
gobernados con dos versiones. La oficial indica que fue un flechazo, un golpe
bien asestado de Cupido. El romance habría iniciado en cuanto se vieron por
primera vez para trabajar en la campaña de los 300 compromisos durante el
Gobierno del Estado de México.
El relato extraoficial es que su
enlace fue resultado de un arreglo para que aparecieran como los protagonistas
de un cuento de hadas en revistas de sociales y programas de espectáculos. Así,
el ejercicio del Gobierno ganaría credibilidad y confianza.
Alfredo Paredes Zamora, especialista
en imagen pública, indica que si se da por buena la segunda versión, “la
fórmula fracasó en México. En el supuesto de que todo esté fabricado, la pareja no refleja emoción.
Cuando aparecen se ven muy lejos del romance. Y es un discurso en el que el
público no cree”.
¿QUÉ HARÁ
EPN?
Similar en
imagen, parientes consanguíneos, Alfredo del Mazo Maza lleva a cuestas en su
campaña la gestión de Enrique Peña Nieto. Y su historia como Gobernante. El martes 25, por primera vez apareció en
segundo lugar en la encuesta de intención del voto del Grupo Reforma. Delfina
Gómez Álvarez de Morena lideró los resultados con 29 por ciento de las
preferencias; Alfredo del Mazo del PRI tuvo 28 por ciento y Josefina Vázquez
Mota del PAN, 25 por ciento.
El escenario
de que el PRI pierda por primera vez el Edomex se fortificó. Y entonces, 2018 y
2024 empezaron a verse riesgosos. Enrique Toussaint, politólogo de la
Universidad de Guadalajara (UdeG), describe ese futuro cercano como una derrota
de la que con mucha dificultad Enrique Peña Nieto podría reponerse.
“La tierra
mexiquense es el centro del peñanietismo. El Grupo Atlacomulco, de donde
proviene, es una cultura política que se empezó a expandir como metástasis por
el resto del país. Si Alfredo del Mazo gana, el peñanietismo pervivirá. Del
Mazo será candidateable para 2024, en la continuación de la tradición. Si
pierde, se pierde todo. El Edomex puede ser un jaque mate”, afirma.
Pero, ¿y
Peña Nieto? ¿Qué hará este Presidente sin parangón en la Historia por su baja
aprobación?
La constructora de escenarios
Guillermina Paz Baena indica que ante lo anterior, Enrique Peña Nieto se irá
del país. “Quizá ya tenga otra ‘casa blanca’ en otro lado.
Ningún halo mágico lo cubrirá como a
Salinas, por ejemplo, que tiene el descaro de volver. En el caso de la
derrota en el Estado de México, Peña
Nieto se convertirá en recuerdo. En el mal recuerdo que se llevó al país entre
las patas”.
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