Raymundo Riva Palacio.
Una de dos: El presidente Enrique
Peña Nieto tiene como colaboradores a un gran grupo de incompetentes o hay
traidores a su alrededor. En cualquier caso, las
angustiantes horas en vísperas de la elección para gobernador en el Estado de
México podrían haber sido mucho menos rompe nervios de haber hecho su equipo un
trabajo más decente, profesional o doble cara en las estrategias para las
elecciones mexiquenses. Lo que hicieron fue todo lo contrario. Un colaborador
de Peña Nieto enumeró un catálogo de eslabones que nunca debieron romperse:
1.- El acuerdo con
el líder nacional del PAN, Ricardo Anaya, para utilizar a Josefina Vázquez Mota
como contención de Morena. Tan pronto como se perfiló su candidatura, desde
el gabinete se filtró la documentación de que a través de su ONG, Juntos
Podemos, el gobierno de Peña Nieto le dio 900 millones de pesos para un
programa de migrantes en Estados Unidos. La razón por la cual lo hicieron es
porque temían que Vázquez Mota se convirtiera en la adversaria que dañara la
candidatura de Alfredo del Mazo. El remate, con otra filtración, es que su
familia era investigada por presunto lavado de dinero. Estas acciones
concluyeron en la ruptura del acuerdo palaciego, con lo que Anaya y el PAN
reorientaron su discurso para denostar al PRI y la corrupción. La pregunta es
¿quién decidió liquidar a Vázquez Mota antes de iniciar las campañas?
2.- El acuerdo con
el líder nacional del PT, Alberto Anaya, para que colocaran un candidato de
trapo para la gubernatura, que pudiera restarle votos a la candidata de Morena,
Delfina Gómez. Anaya, el petista, negoció con el gobierno el año pasado que a
cambio de mantener el registro como partido con el apoyo priista en la elección
extraordinaria en Aguascalientes, en diciembre de 2015, su partido respaldaría
al PRI en todos los procesos electorales hasta 2018. Su candidato en el Estado
de México, Óscar González, cumplió la encomienda hasta que en una noche cambió
de opinión y declinó a favor de Gómez. Las preguntas son: ¿quién convenció al
presidente Peña Nieto de confiar en el PT?, y ¿quién no hizo el trabajo de
seguimiento para que el mercenario Anaya no los vendiera?
3.- El mal manejo del gasolinazo. Si bien desde septiembre el entonces
secretario de Hacienda, Luis Videgaray, dijo en el Congreso que a partir de
enero se liberalizarían los precios de la gasolina, ¿por qué el asesor de
opinión pública del presidente, Rodrigo Gallart, dijo a todos los comunicadores
del gobierno federal a mediados de diciembre que se fueran de vacaciones y que
no salieran a dar la cara bajo ninguna circunstancia hasta la segunda semana de
enero de este año? El gasolinazo, recriminó una estratega de Del Mazo al
director de Pemex, José Antonio González, le costó al priista 15 puntos
porcentuales de preferencia electoral, y 20 puntos al PRI de identidad
partidista. En Los Pinos, le habían dicho al presidente que si bien iba a haber
molestia por el aumento, no pasaría más de una semana para que la inconformidad
se disipara.
4.- La difusión generalizada de las
encuestas del Cisen.
Desde su nacimiento, el órgano civil de inteligencia, dependiente de la
Secretaría de Gobernación, realiza estudios demoscópicos para medir el pulso de
los mexicanos. Entre los que realiza hay electorales, y siempre habían sido una
herramienta para la toma de decisiones en Los Pinos o en Bucareli. Este año
hubo un cambio significativo. De manera regular, cada semana que aparecían
nuevos datos, la encuesta era distribuida a políticos y periodistas por igual,
lo que permitió el seguimiento histórico del comportamiento del electorado en
el Estado de México, de sistemático rendimiento a la baja del candidato
priista. Fue el único estado de los tres en campaña, curiosamente, donde se
filtraron los datos al público. La pregunta es ¿quién era el responsable de guardar
la llave de la caja de los secretos en el Cisen para que estas encuestas
siguieran el mismo protocolo y fueran vistos por el mismo tipo de ojos de
antaño?
Si alguien
quiere contestar las preguntas, mal haría en señalarse a un solo funcionario o
a una sola dependencia como responsable de todas estas fallas estratégicas que
han tenido una incidencia directa en el mediocre comportamiento del candidato
del PRI, Alfredo del Mazo. Tampoco hay suficiente información hasta este
momento que arroje luz sobre las motivaciones o las equivocaciones, incluso las
omisiones, en las que incurrieron los colaboradores del presidente. Puede haber
una combinación de ingenuidad, ignorancia de cómo se comporta el electorado,
malos cálculos o, definitivamente, traiciones al presidente.
La elección en el Estado de México
fue tomada como algo personal por Peña Nieto, y encargó de ella a sus
colaboradores más cercanos y a sus amigos. Las cosas, visto los resultados hasta ahora, han
sido terribles. Después de cuatro años y medio de gobierno, saber que el
presidente es más amigo de sus amigos que sus amigos de él, ya no es una
explicación ni justificación de las cosas que le suceden y le afectan. La generosidad y la nobleza de Peña Nieto
con sus amigos, después de tanto tiempo, ya puede ser clasificado en otra
categoría. La gubernatura del Estado de México será el costo, aún si
eventualmente ganara el PRI, porque los factores que lo llevaron al punto
actual no desaparecen ni impedirán que se repitan el próximo año en una nueva
pesadilla.
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