Javier Risco.
Entiendo la
principal preocupación, pero no la comparto. La leí hasta el cansancio ayer en
distintas redes sociales: “Los niños que vayan con falda o las primeras niñas
que lleven pantalón no se la van acabar, les van a hacer bullying y van a
crecer traumados”. Las palabras cambiaban, pero se repetía esta misma idea.
También escuché a un comunicador de radio enfurecido –de cuyo nombre no quiero
acordarme– diciendo que la jefa de Gobierno “está enferma” y que “(Claudia
Sheinbaum) no ha podido encontrar un hombre”… así de básico. No faltó el
mensaje que reprochaba mejor calidad educativa antes de “mínimas ocurrencias” o
“disparates” gubernamentales. Para mí lo que sucedió ayer tal vez ha sido una
de las decisiones de política educativa más importantes que me ha tocado ver y
vivir. “Como parte de las acciones para fomentar la equidad de género y el
respeto en la capital del país, autoridades locales y federales anunciaron la
estrategia de ‘uniforme neutro’ en las escuelas de nivel básico en la Ciudad de
México, que permitirá a las niñas y los niños elegir libremente si desean usar
pantalón o falda para asistir a clases”, se leyó ayer en la escuela primaria
“Guadalupe Ceniceros de Zavaleta”, ubicada en calle República de Bolivia 56, y
al menos la historia de esta ciudad… cambió.
Una acción
sencilla, como fue descrita por la jefa de Gobierno, pero que cambia paradigmas
y también las miradas de qué somos y qué queremos llegar a ser como sociedad.
Lo que ayer anunció el Gobierno de la ciudad no sólo es abrazar la decisión de
un niño sobre su propia vestimenta, es una invitación a transformarnos, a
convertirnos en padres, tíos, hermanos y ciudadanos que pongan como prioridad
la equidad y el respeto antes que los prejuicios.
¿Saben qué
pasa si una niña usa unos pantalones? Nada, es una niña como cualquiera que ese
día sintió frío, o que al verse al espejo sonrió cuando se vio con esos
pantalones que combinaban perfecto con su blusa o sus zapatos.
¿Saben qué
pasa si un niño usa una falda? Nada, es un niño que se siente cómodo, que le
gusta cómo se ve y que eso define su atuendo del día, pero nada más. Tal vez es
mucho más fácil jugar futbol o tendrá menos calor.
¿Eso los
convierte en homosexuales? No.
¿Eso los
hace heterosexuales? Tampoco.
¿Saben qué
sucede si a una niña le gustan las personas de su mismo sexo? Nada.
¿Saben qué
sucede si a un niño le gustan las personas de su mismo sexo? Nada.
La labor es
de todos, ante una posible burla… la necesidad de una educación en casa, ante
el señalamiento, el bullying cotidiano, debe de haber maestros preparados,
convencidos que la libertad de decisión de los niños es fundamental para su
desarrollo físico y emocional, y que un compañero o compañera en el salón se
define por sus palabras, por sus hechos y no por su vestimenta.
Estoy
orgulloso de lo anunciado ayer por la Secretaría de Educación Pública y el
Gobierno de la ciudad. A los que argumentan que se trata de una mínima
ocurrencia, sólo ven el efecto de lo inmediato de una decisión que cambiará a
las próximas generaciones.
Nuestra
cabeza es la de los prejuicios, la de los niños no. Afortunadamente ellos son
los que se quedan más tiempo, nosotros iremos de salida, y dentro de 20, 30,
40, 50 años nos reiremos de cómo algunos olieron el fin del mundo al saber que
un niño usaría una falda, y se darán cuenta que la vestimenta es eso, sólo ropa
que no define a nadie.
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