Por Dolia
Estévez.
Lleva
años tratando de someter a México a su voluntad. Presionando para obligarlo a
pagar por su muro; amenazando con el uso de la fuerza militar para combatir
narcos y disparar contra migrantes que tiran piedras a la patrulla fronteriza.
Pero nada de eso, por maligno que sea, se compara con la guerra comercial que
declaró la semana pasada. Si México no reduce los flujos migratorios a su
gusto, Trump amagó con imponer gradualmente aranceles punitivos de hasta 25 por
ciento a todos los productos mexicanos que entren a su país a partir del
próximo lunes. Es el peor ataque contra México desde que asumió la presidencia.
Y el más directo contra López Obrador en seis meses de aparente armonía. El choque
era inevitable. Las
lunas de miel no son eternas.
La Casa
Blanca no ha dicho qué concesiones quiere. Se limitó a pedir “acciones eficaces
que alivien la crisis migratoria ilegal”. El Departamento de Seguridad Interna
tradujo eso en tres demandas a México: cerrar la porosa frontera con Guatemala;
reprimir las redes de traficantes de migrantes que los trasladan a la frontera
norte; y formalizar por escrito el estatus de facto de tercer país seguro para
la avalancha de centroamericanos que buscan asilarse en Estados Unidos.
La
respuesta del gobierno de AMLO se está dando en el ámbito diplomático. Marcelo
Ebrard, quien viajó a Washington el fin de semana, reiteró el interés de México
de trabajar con Estados Unidos para superar el diferendo, al tiempo que subrayó
que no habrá concesiones que contravengan la Constitución y dignidad mexicanas.
En el transcurso de la semana, los titulares de Comercio Gabriela Márquez y de
Agricultura Víctor Villalobos, el Subsecretario Jesús Seade, el Canciller
Ebrard y la Embajadora Martha Bárcena sostendrán una ronda de reuniones
bilaterales con contrapartes y otros interlocutores del gobierno de Trump para
tratar de desactivar la bomba de tiempo. El miércoles habrá una reunión amplia
con el Secretario de Estado Mike Pompeo en la que se espera la participación de
Jared Kushner. Imposible predecir el desenlace.
Al cierre de
esta columna, estos son los cuatro posibles escenarios que vislumbro:
Mejor-Asesores
cercanos y secretarios, que se opusieron a la medida punitiva, logran convencerlo
que la imposición de aranceles es contraproducente para la economía de Estados
Unidos, que tiene el potencial de provocar desempleo, desarticular las cadenas
productivas, pasarle la factura a los consumidores estadounidenses, generar
gran volatilidad en los mercados y matar el T-MEC. Asimismo, le explican que el
impacto económico negativo puede tener un alto costo para sus aspiraciones
reeleccionistas. México hace concesiones simbólicas y viables. Trump retrocede.
Probabilidad: 50/50.
Indeseable-El
ultimátum reduce el campo de maniobra de México. Cede a las presiones en
materia migratoria. Cumple con todas las demandas a cambio de que dé marcha
atrás. Trump canta victoria. El gran negociador. México queda como país sumiso
y sin dignidad. Sienta un pésimo precedente. Deja abierta la puerta para que
cada vez que quiera algo en otras áreas de la agenda recurra al ultimátum. Por
ejemplo, intervenir directamente en el combate al narco. Probabilidad: baja.
Inverosímil-México
acepta todas las demandas del Departamento de Seguridad Interna a cambio de que
el gobierno de Trump se comprometa a: 1) invertir, con cheque en mano, 10 mil
millones de dólares nuevos en el desarrollo de los países del Triangulo del Norte;
2) reducir significativamente el tráfico ilegal de armas de fuego; 3) combatir
el lavado de dinero transfronterizo y, 4) agilizar el trámite legal de asilo de
miles de centroamericanos que esperan en México. Probabilidad: escasa.
Peor-Trump
cumple su amenaza. A partir del 10 de junio, las importaciones empiezan a ser
castigadas. La economía corre el riesgo de caer en recesión. La bolsa y el peso
se desploman. Se paraliza la inversión. Salen capitales. Los mercados
financieros y las acciones de General Motors y Ford se derrumban. El consumidor
estadounidense paga precios más elevados por automóviles, gasolina, frutas,
legumbres, bebidas y equipo de todo tipo. México contra ataca. Toma
represalias. Demanda a Estados Unidos ante la Organización Mundial del Comercio
e impone aranceles espejo a productos estratégicos procedentes de Estados
Unidos. La guerra escala. Trump retira a Estados Unidos del TLCAN y sepulta el
T-MEC. Probabilidad: 50/50.
Hace
tiempo que México no atraviesa por un trance tan complicado. Salir incólume no
será fácil. No es un juego de vencedores y ganadores. Todos pierden. México
más. Es el más vulnerable. Lo terrible es que la debacle apenas comienza. Habrá
más vendavales iguales o peores a medida que se acercan las elecciones de 2020.
Trump está decidido a reelegirse a expensas de México. Fantasea con la cabeza
de México en charola de oro en el ruedo de un estadio virtual repleto de
fanáticos racistas. Es una formula probada que le redituó.
En el
universo de Trump no importa qué haga México. Puede lanzar redadas despiadadas,
repatriar a todos los centroamericanos, violar derechos humanos y cerrar la
frontera sur y aun así no estaría satisfecho.
Es su boleto
de entrada a cuatro años más. Por eso, México no puede ni debe ceder, ni
hacer concesiones que sean peor que la enfermedad. En tiempos complicados como
estos hay que esperar lo mejor, pero estar preparados para lo peor.
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