Julio Astillero.
Siempre
ampuloso y vocinglero, el abogado Diego Fernández de Cevallos (uno de los
mayores ejemplos en el país del uso de la política para beneficios personales y
profesionales) ha transitado con inusitada moderación, casi humildad
confesional, el trago amargo que le ha hecho pasar uno de sus compañeros de partido,
el presidente del municipio de Colón, Querétaro, quien ha hecho saber que quien
fue candidato presidencial de Acción Nacional en 1994 no ha pagado el impuesto
predial desde un año antes de esa postulación: 26 años sin cumplir con sus
obligaciones tributarias en una de sus varias propiedades inmobiliarias de
altísimo valor económico (el rancho El Estanco), hasta acumular en el caso
queretano una deuda que con multas y recargos rebasa los 950 millones de pesos.
Según ha
hecho saber el panista Alejandro Ochoa Valencia, familiares de Fernández de
Cevallos ya se habían acercado años atrás a la presidencia municipal de Colón
para tratar de negociar el adeudo, así que el tema no es una novedad para el
político que suele ser identificado por su poblada barba, un puro en la
mano y su hablar engolado y, con frecuencia, retador. La contundencia de la
falta ha hecho que la fatuidad característica de este abogado haya quedado para
mejores momentos: invitado especial al cuarto Informe del gobernador panista de
Querétaro, Francisco Domínguez, el llamado Jefe Diego dijo que está negociando
el tema y que por respeto a ese proceso se abstiene de entrar en detalles.
La
redituable incongruencia de Fernández de Cevallos salta a la vista: pretende
negociar cuando, en estricto sentido ético e incluso político, debería pagar
llanamente el adeudo y las multas y recargos que se ha ganado.
En lugar de
ello, busca acogerse a los beneficios legales vigentes, que le permitirían
descuentos de hasta 80 por ciento del adeudo o, también, terminar pagando unas
decenas de millones y ahorrarse casi 900 millones de pesos. El discurso
incendiario y justiciero queda para otras circunstancias; la grandilocuencia,
para enfrentar a los opositores: en cambio, la doble moral permite dejar de pagar
impuestos casi tres décadas y luego regatear al máximo para escamotear los
recursos que deberían ser para obras y servicios de beneficio colectivo.
El
episodio se inscribe en el contexto de las peleas al interior del panismo: el
presidente municipal Ochoa Valencia buscó originalmente que el PRI lo hiciera
candidato a presidente del municipio de Colón y, luego de ser rechazado pasó al
partido de blanco y azul, bajo cuyas siglas ganó el cargo y fue vuelto a
elegir. Quien invitó a Ochoa Valencia a hacer política en el PAN es el actual
gobernador de Querétaro, Francisco Domínguez, Pancho, a cuyo grupo se adscribe
abiertamente el acusador del oratoriamente desmejorado Diego, exhibido desde
las filas de su propio partido.
Se ha
anunciado, con una sincronía significativa, que Yeidckol Polevnsky, secretaria
general en funciones de presidenta de Morena, y Bertha Luján, presidenta del
Consejo Nacional del mismo partido, dejarán sus cargos para aspirar a encabezar
el comité directivo morenista en un nuevo periodo. Lo harán en los momentos en
que deban concurrir a las asambleas distritales de su pertenencia, en un
proceso amplio de definiciones que por ley ha de realizarse, aunque el
presidente López Obrador recomendó que se hicieran encuestas de opinión
(propuesta que aún tratan de aplicar de alguna manera indirecta, pero eficaz,
los operadores andresinos).
Son de pleno
sello obradorista las dos pretendientes, a diferencia de otros dos presuntos
aspirantes, el monrealista Alejandro Rojas Díaz Durán (quien cumple con un
papel de confrontación con Yeidckol, sin verdaderas probabilidades de ganar la
próxima contienda interna) y el ebrardista Mario Delgado (actual coordinador de
la bancada de Morena en San Lázaro). Ya se verá si la aparición sincronizada de
Yeidckol y Bertha es señal de acotación de la baraja para que la voluntad
superior escoja de un par propicio.
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